sábado, 29 de diciembre de 2018

La canción del silencio


 ¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora! Has sido abatido a la tierra dominador de naciones! Tú decías en tu corazón: "escalaré los cielos; elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios; me sentaré en el monte de la divina asamblea, en el confín del septentrión escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo"

 Isaías 14:12-21 

 

De: Samuel_McNamara@Coldmail.now


Para: Damon_NewLife@Coldmail.now 

Asunto: Encargo privado urgente

Mensaje:


Necesito tu colaboración, Damon.

Hemos perdido la pista de ese malnacido, el otro traidor. Ya sabes que es altamente peligroso y necesitamos toda la información que tiene en su poder antes de que pasen cinco años. Creíamos que no tenía los medios necesarios, pero los tiene. Sabemos dónde está, pero no podemos hacer nada sin levantar sospechas. El gobierno no nos apoya ni autoriza que actuemos, están ciegos. Hemos pensado en usar a cualquiera de nuestro equipo para la misión, pero son demasiados datos y requeriría demasiado tiempo sin que se diese cuenta, así que necesitamos tu ayuda.
El encargo es secreto, todo será legal, o casi todo, pero no habrá víctimas. Adjunto en este mail las características que necesitamos para llevar a cabo el plan. Puede parecer absurdo, pero te aseguro que es vital. Aplaza todos los encargos previos y dale prioridad a este, a pesar de no requerir armas necesitamos algunas especificaciones importantes y únicas que le llevarán tiempo. Lo que le voy a pedir está prohibido en el mercado, pero sé que podrá encriptarlo para que parezca un pedido normal. Le pagaremos una suma mayor que la que paga el gobierno por sus unidades especiales, pero por favor, dese prisa.


Archivos de la Dra. Tanya Levi

Informe de Amadeo König

24-11-2097

Después de catorce años Amadeo ha hecho su mayor progreso. Tras el suceso que provocó en él un fuerte shock sufrió de estrés postraumático, lo que le ha hecho preso de ideas recurrentes durante todos estos años. Las consecuencias de este trastorno están detalladas en el informe del señor König de fecha 3-7-2084, 4-8-2084, 7-9-2084-, 1-11-2084,13-12-2084,27-12-2084, 30-12-2084 y 5-1-2085; en sesiones posteriores no mostró conductas o pensamientos nuevos, sino ideas repetidas. Lo único en lo que se refugiaba era su trabajo, pero apenas dormía y en las sesiones de fecha 4-2-2089, 13-3-2089, 8-11-2089, 18-4-2094 y 3-7-2094 parecía más excitado de lo normal. Aun así seguía viniendo a las consultas varias veces al año porque aseguraba que le ayudaba y que no dejaría de venir hasta que lo consiguiese. Intenté sin resultados que dejase por un tiempo el trabajo y saliese, que conociese a gente, que consiguiese lo que quería, olvidar y empezar de cero.
Hoy escribo entusiasmada que lo ha logrado, ha avanzado como nunca, pues decidió salir. No estaba convencido, pero finalmente conseguí, a base de constancia, recuerdos de su juventud, paciencia y role-playing que socializase, que empezase de cero.
Aunque por momentos pienso que mis sesiones no han servido mucho más que para que su propio trabajo no le matase de agotamiento, que pudiese recordar que está vivo hasta que decidiese olvidarse por un momento del trabajo. Tal vez ni siquiera para eso. Vi un brillo en sus ojos extraño, una mueca de felicidad nunca antes vista en él. Solo lo mantuve a flote el tiempo suficiente hasta que su mente se abrió por si sola.
A veces solo necesitamos tiempo y aguante para que nuestro cerebro actúe por sí solo, como si algo lo activase, algo alejado de nuestro control y comprensión.
Mi trabajo es conocer el pensamiento humano, reconducirlo o mantenerlo a salvo de una fuerte presión continua. Espero poder decir que he cumplido ese trabajo en poco tiempo y poder archivar el historial del señor König. Ojalá la siguiente consulta sea la última.



1.   La lujuria del señor


Se abre la puerta, las luces deslumbran a los allí presentes, un lugar lleno de luces y ruido donde no se ve ni se escucha nada. Aquí comienza nuestra función, mi función, la función. Aquí comienza todo, el camino hacia la nada. Aquí comienzan a cimentarse las escaleras que llevan al cielo, un cielo abierto en el que no hay nada, solo el vacío. Algún día las escaleras terminarán llegando a lo más alto y entonces...¡PLOF! La función terminará.


-¿Crees en el destino, Sarah?
-¿Lo dices en serio?
La joven se echó a reír con cierta estridencia, pero con encanto, como si lo que había dicho su interlocutor hubiese tenido mucha gracia.
-¡Claro que lo digo en serio! –Fingió, sin poder evitar media sonrisa, que le molestaba su risa-. ¿Acaso es tan descabellado pensar que hay una fuerza mayor que lo controla todo para llevarnos a un desenlace, para lograr un plan superior?
-¡Ah, que lo dices en serio! -Se volvió a echar a reír-. Que me lo diga un científico me parece de traca. Claro, Dios nos conduce a un plan que requiere miles de millones de años de planificación. O el plan es muy jodido, o es una mierda.
-¡Esa boca! -le regañó con cariño a la muchacha.
-Jolín, perdone usted. Pero te recuerdo que no eres mi padre -pronunció con tono de burla.
-Haces bien en recordármelo. Y yo te recuerdo que los humanos no llevamos en la Tierra miles de millones de años, sólo unos cuantos cientos de millones.
-Cierto, eso quiere decir que los dinosaurios no entendieron el plan de Dios y por eso se los cargó.
-Yo no he hablado de Dios, sino de... algo que no llegamos a entender.
-¿A que viene esto? A ver, doctor, ¿es grave?
Ambos volvieron a reírse.
-Pienso cada día en la suerte que tuve en conocerte. En cómo estaría ahora si no hubiésemos cruzado nuestras miradas aquella noche, si no hubiese salido o hubiese ido a ese local.
El silencio les envolvió durante un rato. Por un instante las risas cesaron quedando los dos con los labios sellados y la mirada fijada al cielo.
-Ya hubieras conocido a otra -respondió después de un rato, quitándole importancia e intentado volver al estado desenfado de hace un momento.
-No. Fue todo demasiado especial, diferente a lo que he experimentado con otras mujeres, de verdad. Y hablar contigo fue tan enriquecedor. El destino o lo que sea te puso ahí para mí.
Sarah cambió el gesto y se puso seria.
-Yo podría decir lo mismo. No era nada antes de que tu aparecieras, no significaba nada para nadie.
-El universo tuvo compasión con nosotros dos. ¿Te das cuenta? Nos unió. Resultaba tan improbable que yo hubiese salido e ido a ese sitio. -La muchacha giró la cabeza, pero no pudo evitar que Amadeo viese el rastro de una lágrima sobre su cara. -No, no quería hacerte llorar, Sarah, lo siento.
-No eres tú, tonto -dijo conteniéndose como pudo-, es que es todo tan triste y a la vez tan...
Él le abrazó mientras seguían tumbados.


Ella le abrazó mientras seguían tumbados. Cerró los ojos para sentir la hierba de nuevo y notar la luz del sol sobre su cuerpo. Le era imposible. Lo primero que vio fue su nuca perforada. Lloró como aquel día y se abrazó más fuerte. Cerró los ojos de nuevo para trasladarse meses atrás y olvidar aquello por un rato.
Le vio tomándose el primer café de la mañana mientras ojeaba un libro llamado “Más allá de la programación y la capacidad cognitiva de los androides” mientras se burlaba de lo que leía con gestos contenidos y algún sonido ininteligible. Ella prefirió dejarle sumergido en su lectura.
Al cabo de un rato decidió exponer su opinión en voz alta.
-Hay que ver las locuras que puede llegar a escribir este hombre.
-¿Dice muchas burradas sobre los androides? -preguntó mientras seguía preparándose para ir a trabajar.
-¿Cómo quiere dotar a una maquina de sentimientos si no sabemos nada sobre ellos? Si ni siquiera sabemos controlar nuestras propias emociones, por el amor de Dios -expuso irritado.
-Bueno, una inteligencia artificial programada para algo muy concreto tal vez no, pero supongo que en base a un cerebro humano sea diferente.
-Eso es lo que propone. Lo peor es que hoy día eso esta prohibido. En el libro habla precisamente de esa ley y del atentado contra los derechos del colectivo androide y humano en general. ¡Es una locura! Y me temo que estén trabajando en ello clandestinamente.
-Bueno, podría ser una oportunidad para mantener el cerebro con vida, o incluso conseguir la vida eterna.
-No. -Se mostró tajante-. La vida eterna se ha de tratar de conseguir sin perder nuestra humanidad, no vendiendo nuestro cuerpo a la tecnología para convertirnos en máquinas fácilmente manipulables. Como si no estuviésemos ya lo bastante conectados y fichados. Las redes sociales, los oculares, las máquinas teletransportadoras, el puto Internet en general. Nos estamos deshumanizando y este doctor quiere deshumanizarnos del todo. -Cerró el libro malhumorado.
-Tal vez el trato que algunos humanos dan a sus androides sean más deshumanizados que los propios androides. Pero bueno, que no me quiero entretener más, me voy. Beso.
El tema quedó rápidamente zanjado por Sarah con un tierno beso. Abrió la puerta y la luz de la calle la deslumbró, así que moduló sus oculares y... volvió a ver su nuca destrozada.


Tras un rato allí tumbada trató de levantarse resbalando con la sangre del suelo. Al mover las manos las notaba extrañas, tirantes por la sangre que comenzaba a secarse. Al limpiarse las lágrimas de los ojos y las mejillas con ellas el rojo se mezcló con el líquido que desprendían sus implantes oculares, dando la impresión de que lloraba sangre, lo más terriblemente humano que alguien podía hacer.
Ya levantada miró el cuerpo de Amadeo tendido en el suelo, después sus propias manos de nuevo y, por último, a Amadeo otra vez. Decidió pasar por encima para verle el rostro desencajado, todavía rojo por la presión que ejerció en él la furia y sus manos. Sarah sintió nauseas y expulsó por la boca todo lo que había digerido ese día, tirándose de de nuevo junto a su amado. Se quedó un buen rato tendida en el suelo, llorando de nuevo, mezclando lágrimas, sangre y vómito; creando la escena más repulsivamente humana que se podía crear.
No aguantaba más esa presión, así que se levantó y se dirigió a la encimera de la cocina, donde de repente apareció una Mágnum impresa directamente desde sus archivos oculares. Cogió la pistola firmemente y la levantó, o eso intentó. Cuando trató de levantarla algo se lo impedía. Ella se esforzó, lloró, gritó y pataleó, era como si un imán atrajese la pistola. Pero ella no se rendía, no cedía, no paraba.
Gritó más fuerte mientras un montón de imágenes le pasaban por los ojos: Amadeo, archivos, proyectos, fechas, datos, gente, sangre, historia, programas, su padre, su otro padre, su madre Rachel, su anterior novio, Raphael; su perro Toby... toda su vida en una secuencia desordenada y rápida, sin muchos detalles. Una última escena, la de sus manos presionando la frente de Amadeo hasta perforarle la parte superior de la cabeza, destrozándole parte del cráneo e incluso el cerebro, seguida de una de la Magnum sobre la encimera, las venas de ambos brazos reventándose al intentar elevarla, la sangre saliendo a borbotones y la pistola metiéndose en su boca.
A pesar de tener gran parte de las venas destrozadas y de sus brazos temblorosos inundados en sangre ella continuaba en pie, con las piernas también temblando y las lágrimas volviendo a asomar por sus ojos arrugados, sabiendo lo que estaba a punto de venir.
Un disparo.




2.   La mosca tras la pista


Es curioso que esta mierda sintética sea legal. Espero que no se espante si me ve colocarla en el interior de mi mejilla metalizada, no es que me dé pereza abrir la boca para ingerir alimentos, es que es más seguro si mis mecanismos faciales los procesan, lo hacen más puro. No me mire con esa cara, me ayuda a concentrarme. A ver, ¿qué tenemos? Sangre, sesos, trozos del cráneo y, vaya... esto no me lo esperaba: microchips, cables... no déjeme, es necesario que pruebe esta sangre si quiero llegar a alguna conclusión, podría ser más desagradable si tuviese que meterme los dedos en la boca.
Su sabor es idéntico al de la sangre.

PROCESANDO: Aceite globular preparado en laboratorio. Fluido materializado en ERROR datos confusos: 2077, 2092. Derramamiento 12-12-2097

Entonces, la sangre del hombre se ha mezclado con la de esta puta sintética. Sin duda la fecha de la sangre de la sintética es la del 2092, pero el hombre parece bastante mayor incluso con el trozo de cara que no tiene perforado, es imposible que tenga solo veinte años. Déjeme, estoy aquí para manipular el escenario del crimen, para eso me pagan. A usted como si me como el cadáver, cállese.

PROCESANDO: Sangre coagulada. Fluido materializado en 2042. Derramamiento 12-12-2097

Esta sí es la sangre del infeliz asesinado, lo que quiere decir que esta zorra no es una sintética, pero tampoco una simple humana, ambas fechas pertenecen a su aceite globular. ¿Que qué quiere decir eso? Puto ignorante.
Vale, recoged todas las piezas con cuidado y avisadme cuando estén listas. Peter, llama al mejor forjador que conozcas y que se presente en comisaría cuanto antes.

Cuando tu vida es una puta mierda lo que más te gusta es indagar en la mierda de los demás. Una vez que asumes que vives en ella solo quieres revolcarte más, adentrarte en toda la mierda que veas y buscas pistas que te lleven a más mierda. Es de eso de lo que me alimento. Me importan bien poco la justicia, las víctimas o las desgracias ajenas, solo quiero vivir como sé y como puedo. Me regocijo entre la basura, entre las vidas que se han ido al traste porque han hecho elecciones peores que las mías. Supongo que no tengo escrúpulos, eso me dijeron cuando ingerí el esperma que encontramos sobre una prostituta asesinada. Muchos desaprueban mis métodos, pero una prueba en laboratorio hubiese llevado más tiempo, y a ese cabrón no le dio tiempo a irse muy lejos.
No me hubiese molestado que ese tipo hubiese escapado por la posibilidad de hacer daño a otra persona, sino por que se me escapase a mí. Devoro la mierda de esta ciudad no para limpiarla, sino para saciarme, y ninguna rata asquerosa escapa de mí cuando me he quedado con hambre.
La de hoy ha sido una de las mierdas más grandes que me he encontrado en mucho tiempo, no solo por el estropicio que había ahí dentro, que no dejan de ser un homicidio y un suicidio, sino por lo que implica ese estropicio. Y estoy seguro de que ahora mismo hay más de uno que está de mierda hasta el cuello. Una mierda que pienso encontrar.

Buenos tardes, encanto. Veo que has estado trabajando en nuestra bella y joven hija de puta. Un suicidio de lo más peculiar, ¿verdad? ¿Cómo que es posible que no sea un suicidio? Yo no he dicho que se haya reventado las venas ella misma, pero está claro que nadie le metió una pistola en la boca, sino que lo hizo ella solita. Ya habrá visto los restos de pólvora en sus manos y la parte de arriba de su ropa.
Dame una alegría y dime que las venas destrozadas no son heridas post mortem. ¡Bingo! ¿A quién le pueden reventar así las venas y seguir vivo el tiempo suficiente para pegarse un tiro? Tú lo has dicho, ninguna persona sería capaz, a no ser que seas un sintético de mierda. Ya sabes, un androide. ¡Ah! Claro, podría ser un humano con implantes neuronales como el mío en la mejilla, un cyborg. Viene bien después de que una puta desquiciada decida pegarte un tiro a bocajarro, desde luego. Pero supongo que un humano con implantes no tiene aceite en vez de sangre, ¿no? Ya sabes cómo lo sé, todo pasa por mis papilas gustativas digitalizadas sin necesidad de lentos análisis. Bueno, todo pasa por ellas menos lo que realmente me gustaría, y eso que me meto de todo. Venga, no me mires con esa cara de asco, solo bromeo, sabes que meterme sangre no me disgusta tanto.
Sí, sí, a lo que voy es que procesé la sangre y se trata de aceite globular, pero siguiendo un proceso muy avanzando, diría incluso que ilegal, que mantiene el mismo sabor de la sangre, textura, color...
Eso fue lo primero que barajé, pero no, no estaba mezclada con la de la victima, no la que yo analicé. Por lo tanto esta sangre tiene componentes humanos y artificiales, por eso la sangre es de dos fechas, coincidiendo con la fecha de nacimiento de su parte humana y la fecha de fabricación de aceite globular.
 Eso es, una androide orgánica, con cerebro humano y todo ese rollo. ¿Cómo? Bueno, pues una puta genoide, como quieras llamarla. Pero esto no es legal.
He pedido que traigan a un forjador para que analice los componentes, a simple vista no se puede ver ningún propietario. Pero, como podrás ver cuando destapes el cadáver de ese pobre desgraciado, le mató ejerciendo una fuerza brutal en su cabeza. Tal vez la programaron para matarlo, tal vez es una adquisición ilegal de este tío y simplemente se descontroló, o a lo mejor esta tía era una zorra de mierda que en un ataque de celos mató a este viejo, que bien podía ser su padre.
Cabe la posibilidad de que, cansada de sus juegos perversos y de que metiera sus dedos en su “sintéticoño” sin permiso, le destrozara. ¿Qué? Ya, ya sé que si es orgánica no es sintética, no me jodas el chiste. Además, aunque no sea sintética en su totalidad como el resto de androides, ha de tener partes sintéticas. Es una aberración que no debería existir.
 Sí, también es posible que él fuese un borracho malhumorado que le hacía la vida imposible y que ella sólo se defendiese o buscase una venganza de algún tipo. O todo junto. No es tan raro, creéme.

Un poco de comida basura, una cerveza y mierda en la que indagar, la tarde no podría presentarse mejor.
A este desgraciado le cayó la mierda de repente, sin que se lo imaginase. Amadeo König, alemán. Joder, su vida era impoluta, un puto coñazo con el que todos hemos soñado alguna vez. Pero nadie se libra de la mierda, solo que este tío ha acabado ahogado cuando empezaba a emerger de nuevo de ella.
Su expediente académico es impecable: se graduó en Ciencias y Filosofía Religiosa y Científica, obtuvo una matricula en su trabajo de fin de grado titulado: La manipulación de la materia en descomposición para su reactivación.
Después trabajó en los laboratorios Tormus, que, entre otras muchas cosas, se dedicaban a crear medicinas que ayudaban a salir adelante a enfermos de la riscalea, una enfermedad relativamente nueva que genera bultos y llagas por todo el cuerpo con inflamación de los órganos y la pérdida de los sentidos a causa de la excesiva exposición de ciertos implantes defectuosos o de procedencia poco fiable, que desemboca en una muerte altamente dolorosa para los cyborgs como yo.
Amadeo, que es el nombre de este infeliz, y su mujer fueron premiados por sus aportes y avances en la medicina amparados por la empresa Tormus y la financiación de nuestro gobierno para curar la mortal enfermedad.
Ya había preparado una vacuna antes de que se fuese de Tormus, vacuna que todavía no había facilitado a la empresa. ¿Usaron a la sintética para intentar averiguar cómo fabricar la vacuna sin él? Y, ¿por qué se fue de Tormus? ¿Se metió su mujer por medio?
No tuvo hijos, y su mujer, Belén Binsfeldgor, alemana con raíces españolas, falleció en un accidente de coche. Gilipollas, hoy día es imposible fallecer en un accidente de coche si activas la seguridad interna del vehículo. En cambio, a las velocidades que van hoy día, tienes un 90% de posibilidades de morir si tienes uno sin la defensa activada. Subnormal, sólo hay que dar a un puto botón.
 Su actividad en las redes sociales cesó tras aquello. No, antes de cesar repentinamente destaca algo. Todo son mementos académicos y laborales en Trapens, después usó otras clasificaciones de mementos como mementos hogareños, mementos cocineros, mementos divertidos, hasta mementos amorosos. Tras el accidente tiene un memento triste, menuda basura de red social que te obliga a etiquetar tu recuerdo compartido, ¿cómo puede etiquetar todo la gente? Todos son mementos de mierda. A ver, el memento triste es solo una frase.

MEMENTO TRISTE :(

Memento mori, la mayoría de ignorantes que usáis esta red social ni siquiera sabéis qué es esto, ni por qué se llama Trapens. Ella lo sabía, ella era especial. Pero algún día estaré con ella otra vez, porque “memento mori”.

Qué coño, yo tampoco sé de qué cojones habla, pero al fin y al cabo no uso ninguna red social de mierda, tengo disculpa. Buscaré.
Monjes, saludos, “recuerda que vas a morir”... Vale, no saco nada en limpio. Después tiene una última entrada.

MEMENTO ACADÉMICO:

Algún día estaré contigo otra vez. Memento vivire.

¿Recuerda que vas a vivir? Y, ¿por qué demonios puso un memento académico? Tal vez se equivocó, o acabó hasta los cojones de etiquetar los mementos y lo etiquetó como le dio la gana. El caso es que no volvió a usar la red, pero tampoco la cerró.
Vale, dejemos la mierda de Trapens y sigamos con su ámbito privado. Meses después del accidente, y tras la rehabilitación, comenzó a ir a una psicóloga, la doctora Levi. Nada menos que trece años acudiendo a la misma psicóloga.

Vaya, por fin se pone interesante. Fue registrado la noche del 24 de noviembre en el Club Virgilio. Curioso, teniendo en cuenta que ni siquiera de joven tiene registros en clubs, pubs o incluso restaurantes de noche. Era poco fiestero, ¿qué le empujó a salir una noche trece años después de la tragedia? Su psicóloga, claro, tras trece años ya tocaba que el hombre se divirtiera. Veamos su registro informático. Ciencia, ciencia, ciencia, más ciencia. Tecnología, ciencia, algo de cine... La pasión de Cristo de Mel Gibson, vaya, esa es vieja de cojones. Curiosamente no parece un tipo muy religioso, pero tampoco muy cinéfilo. Joder, más de cine prehistórico: Matrix, It, Constantine, Blade Runner, La Guerra de los Mundos, Minority Report, E.T., Yo, Robot; 1984, Westworld, Ghost in the Shell... Joder, son todo películas del año la pera, no hay ninguna moderna o de hace si quiera cinco décadas.
Anda, pero si hay archivos de porno, y no solo los de temprana edad. Sus accesos a diferentes páginas porno van desde 2055 hasta 2097, este mismo año. Hay años con poca actividad, pero nunca nula. ¿Quién le culpa? Lo que no cambia son las categorías. Desde 2055 hasta 2097 se masturbaba con la categoría “jóvenes rozando lo legal”. Incluso un tío impecable como el tiene una dudosa moral en cuanto a gustos sexuales. No seré yo quien le juzgue, claro.
No hay búsquedas pedófilas, simplemente su preferencia estaba entre los 18 y los 25. Nos ha jodido.
Creo que empiezo a abrir más vídeos porno por trabajo que por placer, menuda mierda. Por lo menos a este le gustan cosas normales.
Vale, desde luego hay cierto patrón: vídeos con rubias, morenas, castañas, alguna asiática, latina y rusa, pero predominan las europeas. ¡Qué sí, señora Maldonado, que ya lo bajo!
Abrir novecientas páginas de porno simultáneamente con el sonido activado no ha sido tan buena idea como imaginaba. Estos vídeos son de los últimos tres años. Sí, le pueden las castañas de piel algo morena, pero no excesivamente morena. Contrasta con la reproducción de vídeos con mujeres de piel muy blanca, pero son la minoría de vídeos. Si hago un filtro el patrón es claro
Cerremos esto, por más que me pese. Me ha ofrecido los suficientes datos.

¿Sí? Perfecto, mañana a primera hora nos vemos con él en la comisaría, entonces. Yo sigo trabajando. Hasta mañana.

Bien, mañana podremos analizar bien los componentes. De momento solo sabemos que se llamaba Sarah Young, qué ironía. Hmm, pelo castaño, piel morena, pero no en exceso; occidental, aunque americana y no europea... Muy interesante.
Perfecto, necesito las grabaciones de esa noche en el Virgilio y eso hasta mañana no me lo podrán facilitar, no viene en el pack de datos facilitados por la poli. En cuanto a la joven Sarah, trabajaba en Farmacias Salazar. Se graduó en Tecnológicas, también era un cerebrito con un expediente académico limpio y envidiable. Su trabajo de fin de carrera fue Tecnología, los límites de la moral y la ética en los procesos de la IA. Interesante. Según esto fue activista por los derechos de las IA, pero nunca protagonizó ningún escándalo. Trabajó un tiempo en la empresa Modaumen, en la fabricación de aumentos. Después de que uno de los aumentos diseñado por ella fallase, produciendo a un cliente riscalea, fue despedida de la empresa y demandada junto a otros empleados responsables de dicha enfermedad por una negligente manipulación, manteniéndose un tiempo lejos incluso de las redes sociales. Interesante cómo juega sus cartas el destino. Solo que el destino esta vez tiene nombres y apellidos, me juego el cuello.
No hay nada más reseñable, como si fuese una humana normal y corriente. De hecho, más bien, como si hubiese desaparecido sin dejar rastro ¿Quién está detrás de esto? Todo indica que se trata de Tormus y la vacuna de Amadeo.

¿Archivos encriptados? No me jodas con que parecen irrecuperables debido a los daños. Si parecen no son, ponte a ello. Esta tía tiene los datos sobre la vacuna, estoy seguro.
He llamado a la Farmacéutica Salazar en la que trabajaba, todo estaba correcto, una trabajadora normal y corriente según sus compañeros. Pero no todo puede ser verdad. Joder, con lo poco que me gusta viajar con teletransportes y la puta sede de Tormus tiene que estar al otro lado del charco. Mañana me pasaré por allí.
O, espera, vivimos en la era de la información y las redes, solo necesito un hacker de mierda, seguro que ese forjador conoce alguno.

¡Eh! Chaval, sabes que a la policía no le gustan los hackers, pero si un hacker puede ayudar a la policía la cosa cambia. Además, voy un poco por mi cuenta y necesito tu ayuda. No, no necesito manipular una IA, sé que eso es jodido y altamente peligroso; lo que quiero es husmear por los archivos privados de una entidad, no quieras saber más.

Llegas con retraso, joder. Pasa, anda. ¿Entre los hackers hay secreto profesional o alguna mierda por el estilo? ¿No? Pues más vale que no digas una mierda de lo que estoy investigando. He visto muchos crímenes, sé cómo lo hacen los mejores para ocultar sus huellas, soy yo el que los descubre. Bien, ya sabes que para cualquiera que te pregunte eres un primo lejano que ha venido a verme, punto. Al fin y al cabo eres un niñato que vive con su madre, nadie sospechará de ti. ¿Cuánto tardarás? Joder, voy a comer y beber algo. Tengo de todo, todo basura industrial, pero es lo que le gustan a los chavales de tu edad, ¿no? Como quieras, pero estás en los putos huesos, deberías comer más, es de los pocos placeres que tenemos en la vida. Sí, te dejo trabajar.

¿Está? Proyectos, mails, grabaciones -joder, se me ha olvidado pedir las putas grabaciones del club Virgilio-. ¿Cuatro minutos? Pero, qué mierda de hacker, con cuatro minutos no tengo tiempo de nada. A ver, quita, joder. Mails, proyectos... vamos, vamos. Con estos nombres no tengo ni puta idea.
-Proyecto Lazarus (cancelado)
-Proyecto Sanctus (en marcha)

 Joder, cuál está relacionado con la vacuna o con la androide, ¿cuál? El Proyecto Sanctus se enfoca en acortar el tiempo de curación tras el tratamiento y sus secuelas, nada ¿Y en mails? Petición de informes, avisos de reuniones, planes de trabajo, proyectos de futuro. A ver, a ver. Mejorar la estructuración de la plantilla, renovar el convenio laboral... ¡Dios! Nada útil, ¿en serio? Aquí, mails con la empresa que administra el sistema IA, Beyond Horizons. Mejora del sistema IA, implementación de una IA para atención directa con los enfermos... todo legal, joder. ¡Todo! ¿Qué ha pasado? Mierda, ¿ya? ¿No puedes volver a acceder? Joder. Vale, en unos días vas a volver a visitar tu primo, ¿vale? Ya te avisaré. Toma, te lo has ganado. Ahora tengo que mover el culo y seguir investigando. Hora de hacer algunas visitas.


Archivo de la Dra. Tanya Levi


Informe Amadeo König

14-12-2097


El paciente ha fallecido asesinado el día 12-12-2097 de manos de su propia novia, que resultó ser una genoide avanzada. Un detective me ha visitado esta tarde para conocer más sobre Amadeo y leer su informe con el fin de descubrir qué hay detrás de esto. Lo más normal es pensar que todo se debe a un fallo de la genoide, y no darle demasiada importancia al hecho de que fuese orgánica, al menos no para el caso del asesinato, independientemente del fregado en el que esté el fabricante por hacer algo ilegal, nada que no se pueda solucionar con un buen ejército de abogados. Pero el detective está investigando en profundidad porque cree que hay algo más, algo que relaciona este hecho con el propio asesinato. No me ha dicho qué ni si sospecha si la genoide fue utilizada para conseguir algún secreto. Está investigando el historial de la señorita Young, pues han conseguido descifrar a quién pertenecía la sangre a una velocidad vertiginosa, posiblemente se deba a un implante cibernético que tiene en la mejilla derecha, cerca de la boca. Está metido hasta el fondo en esta mierda, y no creo que nadie en departamento tenga ganas de meterse tanto como él. Me pregunto si alguien seguiría investigando lo que realmente hay detrás de la muerte de Amadeo si a él le pasase algo. En todo caso, sea lo que sea en lo que estaba metido mi paciente, mi trabajo termina aquí.
          
Por fin hacéis algo bien. Así que la procedencia de ese androide estaba cifrado y proviene de la empresa New Life, los grandes fabricantes de chatarra. Perfecto. Si consiguierais descifrar todo el contenido de su base de datos le pediré a vuestro jefe que os suba el sueldo. Se avecina una interesante noche de trabajo.

Chaval, hay novedades, así que hoy olvídate de la empresa Tormus, tendrás que demostrar tus dotes de hacker introduciéndote en una empresa llamada New Life. He buscado por mi cuenta información sobre ella, es competencia directa de Beyond Horizons, dirigida por un marqués más viejo que la riscalea. ¿Qué, que la riscalea es una enfermedad reciente? ¡Bah! Qué sabrás tú. ¿Quién es aquí el cyborg?
El caso es que creo que están colando en el mercado chatarra ilegal y peligrosa, pero necesito pruebas y saber a quién le vendieron esa zorra cableada. Tarda lo que tengas que tardar, pero si pudieras darme más tieeee... ¡¡¡aaaah!!!! ¡Duele! ¡Mi boca! ¡Pide ayuda, chaval! ¡Corre! ¡Dios me sale sangre por la boca! ¡Mucha sangre! ¡Ayuda, duele! ¡Mi gargan....! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Giahhhhhhhg!!!!!!!!!




3.   La pista tras el cuervo

Un anciano cuelga el teléfono. Está temblando, sentado en su gran sillón de piel frente a una chimenea de grandes dimensiones, mirando las llamas, sintiendo que su calor le envuelve, deseando ser consumido por ellas. No suelta el teléfono ya colgado, apoyado sobre una pequeña mesa de madera junto al sillón. Se aferra con más fuerza al teléfono y, mientras lanza un grito, arranca el teléfono de la luz y lo lanza contra la chimenea. Jadeante, alza la mirada hacia la carretera que lleva a la mansión, ve un destello de luz lejano que se dirige a su cabeza y un nuevo destello muy diferente al anterior y más cercano que genera dos figuras de la nada, dos siluetas que el anciano no se detiene a observar, pues reacciona y sale corriendo de la gran sala.

Un disparo rompe el cristal de una ventana del pasillo rozándole una de las rodillas. El anciano cae al suelo. El disparo no produce sonido, y el sonido del cristal rompiéndose no viaja más allá de la enorme gran sala.
 El hombre se arrastra y se apoya contra un rincón del pasillo, lejos de cualquier ventana. Su respiración se entrecorta, su mano aprieta la herida de la rodilla y pronto empieza a sudar.
Suena el timbre, puede ser cualquiera de los dos. Sea quien sea han debido de utilizar teletransportadores portátiles, peligrosos y muy escasos, pero cualquiera de ellos podía poseer uno.
Un mayordomo, más o menos de la edad del hombre herido, sale de su habitación dirigiéndose con urgencia al dueño de la casa, preocupado por el estado en el que se encuentra. Le ordena llevarle a una habitación cercana evitando las ventanas. El timbre suena varias veces, cada vez con más frecuencia, denotando impaciencia.
Después le ordena abrir la puerta y le explica lo que tiene que decir. Se arrastra bajo la cama. Podía caminar cojeando, pero tenía que pasar por delante de la ventana, eligiendo arrastrarse para evitar ser asesinado.
Escucha a los individuos que llaman al timbre, policías, la mejor opción de los dos posibles. Seguramente vean la sangre, no han tenido tiempo de limpiarla. Cuando Arthur los llevase a la cocina, evitando la gran sala para que no viesen la ventana rota, se arrastraría al sótano.
Con suerte, el tirador no dispararía a la policía.

Pudo oír cómo entraban a la cocina. Primero interrogarían a Arthur, el tiempo suficiente para salir de debajo de la cama arrastrarse hasta abajo. El rastro de sangre deja un camino de desesperación entre los pasillos. Para llegar al sótano debía pasar por delante de varias ventanas, no tenía otra que arrastrarse.
Dobla una esquina, llega a otro pasillo y llega a un pequeño rincón con una mesa y un jarrón de adorno. Se levanta con dificultad, se apoya en la mesa, se resbala con su sangre y vuelve a caer. Lo han oído. Se mueven, Arthur intenta impedirlo. El anciano herido se incorpora todo lo rápido que puede, se apoya nuevamente en la mesa, coloca uno de sus dedos sobre un botón oculto bajo la mesa. El suelo comienza a bajar, con la mesa y el anciano sobre él, hacia un enorme sótano.

Mientras baja, los dos policías doblan la esquina. Le ven, gritan para que se detenga y apuntan. Uno dispara. Mientras el suelo baja, un segundo suelo se genera, convirtiéndose en un nuevo techo que oculta el hueco dejado por el ascensor para los que están bajando al sótano, lo que imposibilita a los policías si quiera dispararle desde arriba.
El anciano cae al suelo con el hombro derecho herido por la bala del policía. Intenta moverse cuando el montacargas llega a las profundidades, pero cae contra la pared, caminando apoyado sobre ella y dejando un nuevo rastro de sangre.
Finalmente cae al suelo y se ve obligado a arrastrarse, aunque no haya ventanales que lo pongan en peligro, dejándose engullir por la fría oscuridad, disipada rápidamente por una luz roja de emergencia.
Cuarenta camillas ocupan el enorme espacio, en ellas hay cuerpos ensangrentados, con cables, sin extremidades y la mirada vacía. Monitores llenos de información se encienden junto a cada camilla cuando el anciano comienza a escribir en el ordenador central de la sala tras erguirse como puede en el asiento que hay frente a él. Tras hacer una copia de seguridad de unos datos, los envía y borra los originales de ese ordenador. Se oyen disparos.

El hombre sigue escribiendo, se quita la bata y la camiseta, dejando al descubierto su pecho y el agujero de bala, quedándose sólo con el pantalón, también ensangrentado. Se tumba con dificultad sobre una de las pocas camillas vacías, se enchufa varios cables, configura algo en el monitor, donde se puede leer un nombre: Damon. Se tumba, cierra los ojos.
Oye el flujo de la energía, seguido por el sonido de una pequeña explosión. Después puede oír a alguien deslizarse por una cuerda. Un hombre grita, es el único policía que queda con vida o consciente. Si el hombre sobre la camilla abriese los ojos podría ver parte del techo destruido, el cadáver de Arthur tiroteado y el cuerpo de un policía junto al cadáver. Bajo esa violenta escena podría ver al otro policía soltando la cuerda y acercándose a su camilla cuando sus pies apenas habían tocado el suelo. Pero no abrió los ojos, sólo podía oír. Y oyó algo.
Un disparo. Ya no oye nada. Sólo un disparo. Aunque hay dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis disparos seguidos, él solo oye uno, un disparo y nada más. Un disparo y seis agujeros de bala en su cuerpo que se unen a los dos primeros, el del hombro y el de la pierna. Sólo que estos seis se reparten por todo el cuerpo y sólo el que oyó fue el que sintió por un instante.

Las constantes vitales no muestran actividad, la sangre se desliza por la fría camilla y fluye hacia el suelo. El policía se acerca a la camilla del cadáver dando la espalda a la camilla más próxima con el fin de asegurar la muerte de aquel anciano al que sólo iban a arrestar, tras descubrir que estaba tras la fabricación de una genoide orgánica y, por tanto, ilegal.
La sangre fluye y cae al suelo, pero ya no sólo la del anciano; al festín de sangre se une la del policía, que se desparrama por toda la estancia tras ser atravesada su espalda por el brazo de aquel anciano. Anciano que sigue muerto frente a él.
El policía no puede girarse para comprobar qué le ha arrebatado la vida y cae sobre el anciano muerto, rebotando y cayendo contra el suelo. Alza la mirada borrosa y, antes de poder ver la cara de su asesino, todo se desvanece. Su cabeza queda aplastada bajo el pié de aquel anciano, que poco tiene ya de aquel anciano.
El anciano, con el pie todavía sobre el puré en que se había convertido la cabeza de aquel policía, se mira a sí mismo, muerto. Su “yo” orgánico, su “yo” débil, su “yo” inicial. Levanta el pié pringoso con trozos de sesos y cráneo pegados en él, sonríe, aparta con el sucio pie la bata del suelo tras limpiarse con ella, y coge la camiseta negra. Después, de un gran salto, vuelve a la parte superior de la casa traspasando el agujero del techo, que desde arriba corresponde al suelo.

Un nuevo disparo del exterior rompe otra ventana, impacta contra su cabeza y rebota. El anciano mira al exterior, pega otro gran salto hacia el cielo estrellado, de un solo puñetazo atraviesa un pequeño dron que flotaba en el cielo y se impulsa hacia atrás usando lo que queda del dron como soporte para abalanzarse hacia una de las gárgolas del exterior de la gran mansión.
Sobre la gárgola, que representa un lobo con cola de serpiente y que parece escupir fuego, observa caer el dron a la hierba y se alza ante la noche sin miedo, gritando hacia la inmensidad nocturna como una bestia enfurecida tras despertar de un placentero sueño, o tras quedar libre tras una dolorosa tortura. Sus ojos casi parecían arder iluminándose en la penumbra.

Un destello invade la oscuridad exterior y 54 hombres aparecen de la nada. No eran policías.
Nada más aparecer, cada uno de ellos mira al cielo y ven esa figura sobre la gárgola que conseguía intimidar más que la propia gárgola. Se acercan apuntando con linternas acopladas a las armas, iluminando a ese anciano tan lejos de parecerlo. Todos tienen una misión clara, eliminar a Damon. Y si llevan 54 hombres para matar a un anciano es porque saben lo que el anciano puede hacer.
Un nuevo grito resuena en aquel escalofriante paisaje. No es el de un humano, tampoco el de un monstruo. Es el grito de una máquina enloquecida por la traición.

Damon se abalanza desde la gárgola a una velocidad sorprendente, ni un rayo hubiese podido ser más rápido. Todos disparan sin resultado. El suelo tiembla con el puño del androide impactando sobre él, y todos los soldados salen disparados cayendo aparatosamente contra el suelo. Algunos quedan inconscientes, otros mueren aplastados, el resto se incorpora y sigue disparando, pero las balas rebotan en Damon y él sigue destrozando pechos y cráneos con sus puños, pulverizando organismos con energía de la palma de su mano y calcinando a los pocos supervivientes con el fuego de su boca.
La camiseta negra acaba destrozada y su cuerpo tan sólo algo magullado, apenas sale sangre, o lo que se conoce como aceite globular. Está rodeado de cadáveres, mirando desde fuera a los ventanales de su mansión. Ya no jadea.
Ahora Damon comprende que si no hubiese usado eso como último recurso, como huida, hubiese podido hacer grandes cosas antes. Tardó en comprender que podía pasar su estructura cerebral a otro cerebro acoplado a su cuerpo de androide orgánico dejando su cerebro en el cuerpo original, sin aparatosas operaciones de transplante, como la de Sarah Young.

Un nuevo disparo retumba en el lugar. Un disparo que no proviene del arma de ninguno de los 54 cadáveres, ni de ningún dron o policía ya muerto. Hasta a una mente perfecta como la suya se le había olvidado con tanto entusiasmo y adrenalina –o algo parecido a ella- aquel primer destello.
 Ocho disparos hubo antes de la llegada de esos 54 hombres, sólo tres audibles para él, y un último se escuchó tras la batalla, este completamente audible para el anciano renacido. En esta ocasión no perfora un cuerpo orgánico o rebotó en el cuerpo de Damon, esta vez rasga el acero y destruye los circuitos, o parte de ellos.
 La mitad de la cara de Damon está destrozada, pero él sigue vivo y sólo tiene que rastrear la trayectoria del proyectil para encontrar al ejecutor de tal disparo y acabar con él. Una vez localizado al francotirador, sobre un montículo de piedra, Damon lanza un tercer grito ensordecedor y salta de tal manera hacia su lejano objetivo que casi parece volar.

El puño de Damon podría haber destrozado la cabeza del francotirador, pero éste se agacha velozmente al tiempo que saca una cuchilla retráctil de su muñeca y atraviesa el estómago de Damon, lanzándolo después al suelo con un agujero por el que asoman cables y chips.
 Damon se levanta y apunta con sus palmas al asesino, desde las que lanza dos bolas de energía que el asesino esquiva hábilmente mientras se acerca a Damon, con el que intercambia varios golpes.
El anciano androide para golpes y esquiva cuchilladas mientras asesta otros golpes que el asesino se ve obligado a esquivar debido a la potencia de sus puñetazos.

Del ojo que le queda sin dañar Damon dispara un rayo láser que el asesino detiene con su cuchilla, provocando que reflecte y acabe destrozando los troncos de varios árboles de la zona. En ese momento, el androide se abalanza contra el asesino asestando un nuevo puñetazo que éste detiene cortándole la mano con la cuchilla, fabricada de un material especial, al igual que las balas, con el que consigue dañar al blindado Damon.
Justo tras ser su mano amputada, Damon vuelve a escupir fuego por su boca haciendo caso omiso a su amputación. El asesino apenas puede reaccionar al encontrarse tan cerca de su rival y parte de su cara es quemada. El asesino no grita, sólo mira a su oponente con parte de la cara entre ennegrecida y enrojecida. Están empatados.
El misterioso asesino saca un dispositivo, Damon sabe lo que es: un teletransportador de corto alcance. Con él es imposible viajar, pero sí puedes desplazarte instantáneamente un máximo de 500 metros. Su uso es limitado, pues su carga se agota tras tres usos, y hay que esperar media hora entre uso y uso.
El asesino acciona el dispositivo, su silueta se difumina, pero Damon lee sus movimientos, da una vuelta de 180 grados a gran velocidad al mismo tiempo que propina un golpe, anticipando así el ataque de su asesino, cuya intención era la de teletransportarse a su espalda y cortarle la cabeza.
Era, porque el asesino no se mueve del sitio, el dispositivo de teletransporte está dañado, el asesino lo sabía. La silueta se difumina, pero no llega a ser teletransportada, se mantiene en el sitio. Todo estaba calculado.
Al mismo tiempo que Damon da el giro para intentar pillar a su rival desprevenido, es el asesino el que se adelanta, lee sus movimientos, y, tras la treta, se abalanza contra el descuidado rival, no para cortarle cabeza, sino para atravesársela con la cuchilla.

Damon cae al suelo temblando y sufriendo varios cortocircuitos mientras grita con toda la ira que le queda antes de apagarse para siempre. Mira desde el suelo la cara de su asesino, un ser joven, con la piel morada, rasgos similares a los de un humano, los ojos azules y un cráneo protuberante. Uno de los pocos alienígenas que llegaron en el 2077 al planeta en aquella nave, cuya llegada no se hizo pública y de la que casi nadie tiene constancia.
Le quedan cinco minutos de actividad cognitiva antes de que su sistema operativo mental se apague para siempre. Esos cinco minutos los pasa mezclando frases coherentes con otras inconexas; palabras con sentido y sonidos errantes. Pero lo consigue, consigue poner en su sitio su actividad neuronal el tiempo suficiente para hacer un trato. No sabe quién es ese alienígena, pero sabe para quién trabaja, sabe en qué condiciones y que la información que le proporcionan será escasa, casi nula. De lo contrario no hubiese aceptado, ni por todo el dinero del planeta.
Lo que no sabía es que se equivocaba. Al menos en parte.
Le da las claves y las instrucciones necesarias. Le da la libertad sin que sepa que lo condena a sufrir lo que, sin que Damon lo supiera, él ya una vez sufrió. Pero, una vez más, Damon se equivocaba.

Un cuervo se posa sobre una de las gárgolas. Damon sonríe. La mano amputada, el pecho perforado, parte de la cara destrozada y la cabeza atravesada por una brillante cuchilla aportan a esa sonrisa una sensación extraña de victoria en la muerte. Un último espasmo, que no hace más que acrecentar la sensación de locura en ese cuerpo destrozado, es sucedido por el silencio, la quietud. Y, de fondo, imponiéndose a la quietud y la calma, aquella maquiavélica sonrisa.



4.   El ángel confiado.

Un cuervo grazna. Su graznido resuena como un eco. Casi parece que se ríe. Miro el cadáver del cyborg; su imagen me produce una mezcla entre lástima, asco e incertidumbre. Sé que no he de fiarme de él ni estando muerto, pero no soy un mercenario corriente, no trabajo por dinero, sino porque no me queda otra opción como exiliado.

Mi fin no es el vil metal, pero ahora lo necesito; y no lo rechazaré aunque el que me lo ofrezca sea mi objetivo aniquilado.
Y menos cuando toda la información que me ha dado el androide orgánico era una llave, acceso a una riqueza incalculable para mí y a un arma para dañar al hombre para el que no tengo más remedio que trabajar.
Un arma de doble filo, pues ese cyborg no daría algo tan valioso sin esperar desencadenar algo. Tal vez creyera que no sabía lo que era, pero lo sé perfectamente. Sé que me salpicará, pero sé que he vivido este tiempo para llegar a este momento y hacer lo que estoy a punto de hacer.

Avanzo hacía el interior de la mansión con cierta tranquilidad, pero manteniendo la alerta constante e ignorando el dolor de mi rostro quemado. Siento las células de mi cuerpo intentando trabajar para su reconstrucción.
Mientras camino observo que el edificio es más escalofriante que nunca con esa dantesca escena dibujada en sus aledaños, con personas destrozadas como si una antigua criatura del averno hubiese despertado de la cripta para castigar devorando a los que osaban descender a los infiernos con ella.
Pero, ciertamente, no le temo a nada. A pesar de que la risa del cuervo no cesa, a pesar de que la gárgola de piedra me observa con una sonrisa socarrona, no tengo miedo. No después de lo que vi en el lugar del que procedo.

Al principio colaboré con ellos por iniciativa propia. No esperaba recompensa ni reconocimiento, no era codicioso, no deseaba el mal y pequé de confiado. Pero vi lo que hicieron a algunos de mis hermanos, a aquellos que no colaboraron y pretendían tener una vida normal, nada más que una vida similar a la anterior. Oí, en ocasiones, cómo los torturaban, como los eliminaban. Todavía hoy no entiendo por qué. Sabía lo que me pasaría a mí si dejaba de trabajar para ellos, pero no seguí allí por miedo a lo que me pasara. Ni siquiera sé muy bien por qué esperaba. Tal vez una oportunidad de venganza.
Hoy ha llegado el día. El día de vengarme de aquel que actúa como si fuese Dios, el dios de su mundo; para lo que debo bajar al infierno cibernético de aquel anciano y cumplir mi papel como si fuese el mismísimo Satanás, al que tantos humanos temen. Dinero y venganza, dos cosas que al antiguo Omnam no le interesaban. Sólo codiciaba la dicha en los corazones de los míos, pero me los arrebataron.

He sido un siervo para mantener a salvo algo que no es mío, ha llegado la hora de desatar el caos. Tal vez la calma perdure durante varios años más, tal vez algún siglo. Es posible que mis ojos vuelvan a ver algo similar a lo de aquella vez, pero ya no me importa. Esta vez acataré los designios y observaré cómo lloran al dios que adoran y que no hizo ni hará nada mientras su tridente desciende movido por las cadenas de los esbirros del ser al que temen y evitan.
Contemplaré cómo la invisible figura de la fusión de ambos seres, perdida en la eterna oscuridad, crea una espeluznante centella de luz que silencia el terror y da voz al sinsentido mientras los engranajes, perfectamente engrasados y en funcionamiento constante que dan movimiento sin más esfuerzo a los que una vez sudaron para que les facilitasen la vida, se detienen para siempre.


El suelo está destrozado, el montacargas que lleva abajo también. Por suerte se ha generado una escalera que también permanecía oculta. En algunos tramos el mecanismo de la escalera falla debido a la destrucción ocasionada por, posiblemente, el policía o incluso el propio androide.
Bajando los peldaños del sótano de aquella tan enorme como silenciosa vivienda, cuyo interior no era menos escalofriante que su exterior, y en la que había restos de cristales de ventanas destrozadas por las balas y algún cadáver que se había anticipado al festín que el cuervo había organizado en los alrededores, pensé en todo lo que había aprendido durante mis años en este lugar.
Pensé en aquel hombre asesinado por la mujer que amaba, en aquella mujer que amaba al hombre que debía asesinar. También en aquella –como la definió él-, “mosca cojonera” que había escarbado demasiado entre la mierda de aquella pareja condenada. Pensé en el escultor sin alma, en la musa embotellada, en la sirena del abismo y, por supuesto, pensé en él; en el dios que no es tal, el todopoderoso que se opuso al único al que, tal vez, pudiera llamarse dios. Al que, evitando el infierno, se convirtió en el primer demonio. También pensé en mí; el forastero sin hogar, el mercenario sin dinero, el destructor de mundos. No tan diferente al escultor.
Pensé en todos nosotros, en apariencia gente normal -al menos así me ven los míos-, pero todos peculiares. Todos figuras que evocan a lo que, sorprendido, leí cuando llegué aquí; aquel libro que tanto me impresionó y al que los antiguos de este mundo llamaron Biblia.

Recuerdo cada fragmento que leí, cada historia, cada invención. Lo leía perplejo, pues no veía historias que realmente hubiesen sucedido antaño, pero sí vi en él la naturaleza del hombre. Vi más que saber antiguo, vi saber profético. Busqué el bien en esos escritos, pero sólo vi el dolor que seremos capaces de provocar.
Cada uno de nosotros, cada figura que había tenido algo que decir en esta función –que mientras siga teniendo algo que contar mantendrá el telón abierto- había representado un papel de aquel libro. Pero no era el papel de ninguno al que llamaban salvador. Ni siquiera él, y mucho menos yo. Siete figuras, una de ellas acompañada por otra imprescindible que, manipulada, no podía considerarse como nosotros. Una figura dentro de la ecuación, pero que no formaba de forma voluntaria parte de ella. Un elemento externo usado por otro de los actores para eludir la escalera de los cielos y mantener cerrada la trampilla a los infiernos.

Cada una de esas figuras hemos ignorado el camino correcto, lo que llamaron los diez mandamientos, para convertirnos en la antitesis, personificando eso a lo que llaman pecado. Lo vi claro entonces y lo veo claro ahora. Con cada peldaño que desciendo más claro lo veo. Hemos luchado para algo más que la simple supervivencia, intentando eludir nuestro destino. Sería interesante poder explorar más allá de ese destino, comprender el por qué. Pero ya he tenido suficiente intentando comprender nuestra naturaleza, comprender qué nos ha llevado aquí.
Cuanto más cerca estoy del sótano el calor de la quemadura de mi cara aumenta. Posiblemente sea un efecto psicológico de mis pensamientos, o tal vez los mitos cada vez son más reales, pero siento el calor como si el infierno se abriese realmente ante mí.
Y ya no sólo en mi cara, en todo el cuerpo. Siento mi sangre hervir, mis órganos parece que se fuesen a deshacer en cualquier momento. Al fin entiendo que es real, no psicológico ni poético. Mi organismo arde fruto de un factor externo que no tardo en comprender, nada que ver con el combate anterior.

Me tambaleo y caigo torpemente revolcándome entre los escalones que me faltaban. El suelo parece lava, no puedo quedarme más aquí tumbado.
Me reincorporo mientras mis células intentan recomponer los daños. No dan abasto, el nivel de descomposición es alto.
No me detengo a observar el laboratorio ni el cadáver del suelo y me acerco al ordenador, situado en el lugar en el que me dijo el cyborg. Él mismo podría haber realizado el envío tras haber sido traicionado, pero supongo que estaba demasiado preocupado en sobrevivir y pensaba hacerlo luego, tras su esperada victoria contra mí y el resto de sicarios contratados.
No sé si la función acaba aquí, pero, desde luego, este es mi último número. Todos hemos obrado mal y todo nos ha llevado hasta aquí. El sacrificio de todos y cada uno de nosotros habrá sido en vano, pero tengo que hacerlo.

El calor apenas me deja respirar, me arde todo el cuerpo; para mí esto es un nuevo sacrificio. Lo siento por aquella joven escultura utilizada, por la sirena abisal, el escultor de acero y no tanto por el profeta. Vuestros esfuerzos, al igual que los míos, han sido inútiles.
El enamorado asesinado ha ganado y, con ello, todos hemos perdido, incluso la musa embotellada, la causante indirecta de todo. Porque ese era nuestro sino. No es culpa de nadie más que de nuestra alma y de su creador. Ahora es hora de mirar fijamente a la serpiente de la que hablaban los antiguos y demostrar que el que escribió aquel fragmento era tan buen mentiroso como buen profeta.
La manzana ya fue arrancada por aquel doblemente enamorado y seducido por la serpiente del conocimiento con la promesa de devolverle la vida a su musa desvanecida. Ahora que vuelve a estar custodiada en el paraíso por el profeta es el momento de volverla a arrancar para ofrecérsela al resto del mundo y abrir las puertas del infierno.
Soy Omnam, el destructor de mundos, el último actor de esta macabra función que, me temo, no ha terminado. Pero sí para m... ¡Buaghh!



Envío de Unidad 124B58-XA


DATOS EXTRAÍDOS: PROYECTO E.V.A.N


-Fecha datos extraídos: 12-12-2097
-Fecha envío: 12-12-2097
-Destinatario: Damon Conman
-Nuevo destinatario: Samuel McNamara
-Nuevo destinatario: Farmacéuticas Salazar, Farmacéuticas Oilskin, Farmacéuticas Estella, Farmac... (500+)
-Investigación de Amadeo König para la resurrección inmediata y la regeneración absoluta de células muertas
-Objetivo: Vida eterna
-Contenido: Fórmulas, datos, progresos, resultados
-Actualizaciones: 207
-Clasificación: Altamente PELIGROSO e IMPORTANTE.

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5. El profeta de la oscuridad
  
Aquí me hallo, ante un demonio envuelto en sombras. Uno más. Me habla, me susurra, me revela información. Se ríe. Algunos me toman como el mismísimo Diablo, pero si alguien escuchase esta historia podría tildarme como el propio Satán. ¿Lo soy? Tal vez dependa de quién cuente la historia, de la perspectiva o de la información que se tenga. Depende de si la historia sale de boca de un vomitivo detective, de uno o varios alienígenas traidores o de narradores externos a la acción que narren en pasado o presente.
Yo soy el único que poseo la verdad. Yo sé todas las versiones, ahora sí; ella me ha mostrado, de alguna manera, lo último que me faltaba por saber. Soy narrador, narrador del presente y del pasado, en breves también del futuro. Soy observador y partícipe y, tal vez, también uno de los siete demonios que han tenido que ver con la destrucción de nuestro todavía intacto planeta. Pero no soy Satanás ni Lucifer, no. Yo soy Dios, y Dios, desde luego, en algún momento se parecía al traidor de Lucifer. 
La mayoría me conocen como Samuel McNamara, algo que cualquiera notará irónico por partida doble si investiga un poco. Pero mi nombre ya da igual, pues voy a ser aniquilado por ella.
Él la llamaba la Musa Embotellada. Estúpido, sólo es un demonio más, uno despiadado y engañoso que está a punto de acabar con mi vida. Hemos sido sus juguetes para nada, pues hasta ella perecerá tras condenar nuestro mundo.
Irónico también resulta que yo sea el malo de esta historia de espías, detectives y aliens; que nadie ahí fuera se imagina que haya podido suceder realmente.
Así es, si fuese una historia clásica con todos estos elementos yo sería el mal: un hombre de negocios, trajeado, que se mueve en la sombra y que impide lo que la humanidad desea. Qué fácil es lanzar juicios. Hasta ella, la perpetradora, la que nos llevará a la ruina, me considera “el villano”.
Sí es así, la historia está a punto de llegar a su final, pues el villano está a punto de morir y los héroes están cerca de su condenada victoria. Una victoria que ya pueden rozar y que será definitiva tras mi asesinato, que llega tras varios disparos de mi pistola que no produjeron efecto alguno, y de los que sólo queda un fuerte olor a magnesio, y unas manos agarrando mi cuello. Puedo ver su rostro maquiavélico fingiendo dolor por lo que ha de hacer para mantener el silencio y que no destruya su mundo pre-apocalíptico. Pero no puede engañarme, pues veo en ella un atisbo de felicidad, de locura.
Pero no es lo único que veo. Tras dejar las sombras paso a la luz, puedo ver claramente todo, no sólo su rostro o la famosa luz al final del todo, pues aún sigo vivo. Veo todo lo que nos llevó hasta aquí; veo el pasado, el presente y el futuro. Veo más allá de este mundo, más allá de la vida y la muerte. Y, siento decirlo, no me gusta lo que veo.
Las imágenes pasan delante de mí como un torbellino y el tiempo por un momento se detiene, o eso me parece.
Si cualquiera pudiese ver lo que yo veo ahora podría entender todo lo que ha pasado, comprender lo que no quiere comprender y conocer la verdad que preferiría mantener en la más olvidada sombra.


Por aquel entonces era yo el que me hallaba en las sombras y no ella. Pero tampoco era una simple trabajadora, sino un miembro de la junta directiva con mucho talento. Cuando hablo de ella hablo de Ella, de Belén Binsfeldgor, la esposa de Amadeo König, mi mano derecha. No eran simplemente miembros de la junta directiva, unos excelentes investigadores o mis más fieles trabajadores: eran mis dos grandes amigos.
Vivimos en la era cibernética, las maquinas cada vez son más normales en nuestro mundo, nuestras vidas dependen de ellas. Estamos rodeados de androides, genoides, cyborgs, robots, mechas... y todavía no nos hemos acostumbrado. Nos dan miedo los cambios en nuestro cuerpo, y más si no son orgánicos; tememos a la inteligencia artificial y sus capacidades y a que las máquinas nos quiten el trabajo.
Mediante leyes se limita el potencial que tanto nos puede beneficiar y, para colmo, algunos pretenden equiparar a los androides con los humanos en materia de sentimientos y emociones.  Nos obligan a actuar en la sombra, pero nunca para traicionar los intereses de la gente ni a los nuestros, sino para combatir la ignorancia.
Nuestro planeta fue creado para que los organismos que lo habitasen evolucionasen y usasen todos los elementos necesarios para mantenerse en funcionamiento, vivos, usando todo tipo de elementos y energías. Los androides son una herramienta más de los humanos, y los humanos con partes de su cuerpo cibernéticas no dejan de ser humanos por ello.
De esta forma, el activismo en defensa de los derechos de los androides es tan absurdo como el racismo hacia los cyborgs. El problema es que nadie entiende nada.
El problema es que ni siquiera Amadeo König y Belén Binsfeldgor entendían muchas de estas cosas, por muy inteligentes y buenos que fuesen en lo suyo. A menudo debatíamos, acompañados de una buena cerveza y un buen vino, sobre todo esto. Ambos eran defensores de los derechos de los androides, claro, entre otras muchas cosas. Pero los choques entre nosotros no afectaban a nuestra relación. Tal vez porque no lo sabían todo.

Antes de aquel día que cambió nuestras vidas yo actuaba a favor del mundo en constante movimiento, del mercado y de mí mismo. Pero nunca sin acomodarme, tomando riesgos y manteniendo alerta al mundo. Lo hacía antes de saber lo que debía hacer y de conocer la verdad sobre qué era lo correcto. Reconozco -si eso hace sentir mejor a algunos-, en los que son mis últimos eternos segundos, que tal vez es en ese momento de mi vida en el que se me podía acusar de cierta villanía, que yo por otra parte no veo de ese modo. Pero mis intereses individuales primaban sobre el resto.
Nadie podía imaginar que tenía una empresa fantasma desde la que manejaba los hilos de dos empresas, la mía: Tormus, y la de Damon: New Life, menos aún cuando todos los servicios cibernéticos y el sistema IA de mi empresa estaba contratado a través de Beyond Horizons, la competencia de New Life.
Damon era mi testaferro, y desde New Life, que poseía otras empresas subsidiarias como Modaumen, nos encargamos de crear un virus, riscaleaphylla, a través de ciertos aumentos manipulados.
En Tormus, entre otras cosas, nos dedicábamos a combatir la enfermedad provocada por ese virus, conocida comúnmente como la riscalea, aportando yo mismo mucho dinero para la investigación.
 Evidentemente los beneficios fueron mayores y New Life no se vería perjudicada, pues la responsabilidad recaería en Modaumen y ciertos trabajadores. Nuestra legión de abogados hicieron el resto para mantener Modaumen a flote consiguiendo que la sociedad viese la riscalea como el cáncer: una enfermedad que los cyborgs pueden sufrir y para la que no había cura.
Y, a pesar de que todavía existe racismo hacia los cyborgs por parte de los puristas, cada vez son más los humanos que se ven obligados a llevar alguna pieza cibernética, ya sea por accidentes o enfermedades graves o menores, por lo que la enfermedad se extendería hasta convertirse en un problema de todos.
El negocio sería para algunos tildado de poco ético, pero era necesario para mantener el mercado a flote. Incluso tuvo una función social, pues fueron más los humanos puros que se solidarizaron con el sufrimiento de los cyborgs que los que les repudiaron aún más por culpa de la enfermedad.
Nuestra intención es que muriesen los menos posibles y se sacase adelante la cura cuanto antes. Amadeo y Belén lo consiguieron. Evidentemente, el gobierno también se colgó medallas, pues también aportó dinero, pero los que tuvieron el mayor reconocimiento fueron ellos dos y la propia Tormus.
A mí no me importaba mantenerme a la sombra y hablar lo justo como director de Tormus. Me alegraba de que ellos fueran los protagonistas, y no negaré que un mínimo sentimiento de culpa me agolpaba, a pesar de saber que hacía lo mejor para todos.
Gracias al virus ideado por Damon y por mí a New Life, Tormus y sus subsidiarias les fue mejor, y con ello a sus trabajadores y familias. Sólo menos de una decena de ellos se vieron involucrados en el escándalo de la implantación de mecanismos cibernéticos defectuosos que extendieron el virus entre la población cyborg, y tan sólo 15.557 personas fallecieron en todo el mundo durante esos dos años. La clave fue la repentina aparición del virus y su velocidad, pues los primeros casos se manifestaron muy rápido y murieron de formas horribles. Otros murieron en hospitales y muchos más poco antes de que se encontrase la cura. Pero no fueron tantos para ser cifras de dos años.

 El siguiente paso era fabricar una vacuna que nos aportaría muchos más beneficios y mantendría a la gente a salvo, además de nuestros bolsillos llenos. Durante un tiempo Amadeo trabajó junto a Belén en esa vacuna, hasta que sucedió algo que nunca hubiésemos esperado.
Recibí una llamada del presidente del gobierno, que, evidentemente, estaba al tanto de mis movimientos secretos con New Life, y me pidió ayuda con un asunto ultrasecreto.
Yo había trabajado en múltiples ocasiones con el gobierno y fabricado desde mi empresa armas biológicas para sus guerras -algo que también solía ser motivo de acalorado debate con Amadeo y Belén- y hasta en experimentos de todo tipo con prisioneros y soldados. Pero lo de ese día fue totalmente diferente.

Los radares de una base del ejército estadounidense habían detectado un artefacto volador no identificado en una zona cercana. En el lugar señalado no aterrizó ninguna nave, sino que se estrelló. En su interior encontraron seres sin identificar muertos tras el accidente, sobreviviendo tan sólo siete.
Eran seres de diferentes tonalidades violetas, con una protuberancia en la cabeza y con la capacidad de pensar, hablar y aprender. Alienígenas... no me lo creí hasta que lo vi.

La nave había sido desintegrada -proceso que duró cinco horas, pues no contamos con desintegradores instantáneos todavía, a pesar de lo que algunos conspiranoicos creen- y los alienígenas habían sido llevados en secreto a una base subterránea. Tres nos guardaban rencor por haber desintegrado la nave junto a sus cadáveres y llegaron a escupir una saliva viscosa y verde -y por suerte no perjudicial-al presidente. Los otros cuatro estaban dispuestos a aprender el idioma y ha llegar a un entendimiento.
Mantuvieron a los tres prisioneros en jaulas, encadenados, mientras que a los otros cuatro los mantuvieron en celdas con camas y alimento. Cuando pudimos comunicarnos con ellos hubo una reunión en la que uno se mostraba reticente a nuestras condiciones, pues se negaba a vivir en la base subterránea haciendo su vida allí aunque fuese fuera de las celdas. Quería vivir en el exterior con el resto de los habitantes del planeta.
El presidente se negó rotundamente, pues no interesaba que los ciudadanos entraran en pánico no sólo al saber que existían los alienígenas, sino al saber que habían venido porque su planeta había sido destruido y que lo mismo podría suceder con la Tierra si seguía evolucionando tanto.
Huelga decir que la mayoría no les creyeron, pero, claro, si salían en la televisión contando algo así la paranoia se generalizaría y esto podría afectar de algún modo al mercado tecnológico y científico.

Yo escuché atentamente sus palabras y sí les creí, pero si me llamaron no fue para escucharles, sino para diseccionar a alguno y estudiarlo. Debía enviar a mis mejores científicos. Y sí, no tardaron en ejecutar a los tres prisioneros. De los otros cuatro, el que quería vivir fuera intentó escaparse así que también se lo cargaron, al fin y al cabo nadie se enteraría y no había que seguir las leyes que exigen un juicio justo. De los tres restantes dos de ellos acataron y uno se rebeló al ver lo que habían hecho con sus hermanos.
A ese le interrogaron y torturaron, pero no dijo nada nuevo y acabaron pasándose, hasta que murió. Por este hecho los otros dos, Omnam y Unthara, no nos tenían mucho aprecio. Pero acataban e incluso entrenaban con los soldados demostrando grandes cualidades de combate que nunca usaron contra ellos, pues les superaban en número y podían acabar fácilmente como sus hermanos.

Las disecciones fueron interesantisimas, pero lo más interesante venía de boca de los vivos. No tardé en hacerme amigo de Omnam y Unthara cuando se enteraron de que me creía su relato sobre el fin del planeta si seguía evolucionando, así que decidí comprárselos al gobierno para que viviesen en uno de mis laboratorios subterráneos, en los que había más lujos para los descansos de los trabajadores que en aquella base.
El gobierno aceptó el dinero a cambio de los alienígenas, pues les hice creer que íbamos a diseccionarlos vivos para comprobar su organismo en funcionamiento. Por si se escapaban colocaron explosivos en el interior de su cuerpo y bloquearon la posibilidad de que su materia fuese teletransportada.
Ellos se encargaron de transportarlos en secreto a mi laboratorio, tras lo que no volvieron a intervenir. Como os podéis imaginar, la confianza que tenía en mí el presidente era enorme y se puede decir que sólo a él le traicioné. Pero ahora más que nunca era por un bien mayor.


Con el tiempo, tras muchas charlas con ellos, entendí que el fin del mundo no llegaría con la evolución de la tecnología y la ciencia, no era tan simple. La evolución nos llevaría al estancamiento, a la perfección, algo que ellos en su planeta ya experimentaron.
Habían convertido Ranthum, su planeta, en un paraíso que no tardó en convertirse en un infierno. Consiguieron la vida eterna y la desaparición de las enfermedades, habían llegado al cenit de su civilización.
Un día, un temblor les heló el corazón. Aún recuerdo su mirada, cómo narraba el cataclismo. No supo explicar cómo, pero asegura que comprendió lo que había pasado. Recuerdo cómo describió esa sensación de algo superior que les hablaba, aunque no oía voz alguna; cómo describía la seguridad de que algo superior que procedía de lo más profundo del oscuro universo les sentenciaba tras haber conseguido la perfección. “¿Por qué?” Se preguntaba. Puedo ver su mirada, sus ojos llorosos y el reflejo en su iris de algo inmenso que no llegaba a comprender. Había observado con ellos algo que no se puede ver, ni tampoco oír o tocar, tan sólo sentir.
Ninguno de los allí presentes -pues Amadeo y Belén estaban autorizados a saber de su existencia-, dudamos de sus palabras, ni tampoco ninguno supimos explicar por qué. ¿Por qué el universo destruía un planeta que había alcanzado la perfección? ¿Cuál era su propósito? ¿Había un porqué razonable o sólo se trataba del aburrimiento que supone un planeta perfecto? ¿Se trataba de Dios o era algo mucho más complejo?
A ninguna de esas preguntas podía responder, nada comprendía. Debatimos mucho sobre eso y llegamos a varias conclusiones. La primera se trataba sobre la extinción de los dinosaurios. El planeta no fue destruido, pero su raza sí fue erradicada por un meteorito, entre otros factores. No descartamos que también ocurrió debido al estancamiento, pero no de la perfección sino de la imperfección. Los dinosaurios reinaban el mundo y no evolucionaban, por lo que el cataclismo fue necesario para que se adaptaran de nuevas formas y surgieran diferentes formas de vida. Ahora la clave estaba en mantenerse siempre activos y evolucionando, pero sin alcanzar la perfección. ¿La razón? Quién sabe. Tal vez seamos simples juguetes o experimentos de un ente superior. Daba igual, lo único que me importaba era mantener la Tierra a salvo.
El vacío existencial es una experiencia desgarradora, supongo. Yo no creía en Dios hasta ese día, que vi en Dios a un ser maligno. No veía al Dios de la Iglesia, sino al Dios que Omnam y Unthara nos describieron. Entonces comprendí que mis acciones, creando la riscalea y las armas bioquímicas para las guerras, no hacían más que ayudar a que el mundo continuase activo, en conflicto, como Dios quería. Fui un visionario, fui Dios.
Por eso me reafirmo: yo no soy Lucifer, pues no traicioné a Dios, sino que seguí su juego hasta convertirme en el único con la capacidad de proteger a este mundo de la destrucción de un Dios que no es tal, sino más bien Satán. Y en qué me convierte a mí en eso si no es en Dios.

Los demás directivos y científicos importantes de Tormus conocían la existencia de los alienígenas, como es lógico, pero el gobierno vigilaba sus casas y lo que decían mediante las cámaras con las que nos vigilan a todos, infiltradas en ordenadores, móviles, televisores, androides e incluso teletransportadores privados. Curiosamente, el presidente confiaba tanto en mí que mi laboratorio subterráneo no tenía vigilancia del gobierno, dejándonos a nosotros la seguridad.
El caso es que, de todos los que sabíamos la historia de Omnam y Unthara, sólo Amadeo, Belén y yo la creímos, así que decidí sincerarme con ellos y contarles todo lo que había hecho con la riscalea. Ahora podían comprender lo necesario que era seguir creando enfermedades para luego curarlas, ya fuesen enfermedades cibernéticas en cyborgs y androides, u orgánicas sin depender de otras empresas. Ya no se trataba de dinero o de un bienestar difícil de ver para los cortos de miras con una excesiva ética que les cegara, ahora se trataba de salvar la Tierra de la catástrofe.

Ahora comprendo lo estúpido que fui. Conociendo como conocía a ambos debí imaginar cómo se lo tomarían. König decidió abandonar Tormus, y su mujer, Binsfeldgor, también. Lo peor es que König todavía no me había dado la vacuna de la riscalea, que ya estaba a punto, y ninguno de sus asistentes supo reproducirla.
Pero la vacuna de la riscalea era un mal menor, nunca le hubiese matado sólo por eso. Binsfeldgor se metió dónde no debía y decidió trabajar en la vida eterna, pues aunque se había creído la historia sobre la perfección alcanzada por los habitantes de Ranthum, no se creyó que el cataclismo fuese por eso.
Antes de abandonar definitivamente Tormus, Belén habló con Unthara, que le dio todas las fórmulas e información necesaria para desarrollar la cura de la muerte, pues tenía una estrecha relación con Belén. Soy consciente de ello porque el propio Omnam me lo contó. No quería traicionar a su hermano, pero quería proteger la Tierra tanto como yo.
Intenté razonar con ellos vía mail pidiéndoles que no trabajasen en eso, ni mucho menos lo patentasen. König se dignó a responderme a pesar de que me odiaba tras la revelación que le hice.
Me confesó que Binsfeldgor no había sido capaz de “descifrar” las fórmulas de Unthara, pero que él sí. Sin duda su talento no conocía límites. Al instante me tranquilizó asegurando que el también creyó que el cataclismo lo había producido la existencia de la vida eterna, pues había pensado mucho en ello y para él tenía cierta lógica, a pesar de que racionalmente poco podía tener una cosa con la otra; y que no explicaría nada a su mujer ni patentaría nada.
Es decir, Amadeo tenía el poder de la vida eterna en sus manos, pero fue lo bastante cauto para no ofrecerle ese poder a su esposa, aunque sí lo suficientemente confiado para confesarle que lo poseía.

Quería confiar en Amadeo, pero no podía, no podía. Tenía sueños recurrentes sobre la Tierra explotando, el mundo temblando; me estaba volviendo loco. Pensaba en ambos, en por qué se habían mudado a Europa si no tenían nada que esconder. Y entonces tomé una decisión.
En ese mismo mail me dijo que se habían mudado a Europa y que no quería volver a hablar conmigo. Evidentemente no podía quedarme de brazos cruzados, así que, con la ayuda de New Life, rastreé a ambos hasta encontrarles. Después, gracias a la tecnología secreta de New Life fabricada a escondidas del propio gobierno, conseguí romper el bloqueo anti-teletransporte de Omnam para que fuese a por ellos, pero Unthara me pidió que lo hiciera él para redimirse por el error. Acepté, rompiendo también su bloqueo. Si me volvía a traicionar, Omnam iría a por él, pues sé que antepondría la Tierra a su hermano, ya lo había hecho anteriormente.
Unthara me dijo que les mataría disparándoles desde la lejanía mientras conducía König, pero de forma que pareciese un accidente de tráfico. Le expliqué que ya teníamos la tecnología suficiente para evitar daños en un accidente, pero me aseguró ser capaz de, con un disparo, destrozar el sistema de defensa y de levitación del coche, produciendo un accidente mortal sin que nadie sospechara.
Me lo creí, pues al fin y al cabo estos seres demostraron ser excelentes francotiradores por encima de la media de cualquier ser humano. El arma no dejaría rastro alguno, y la potencia del disparo podría relacionarse con la de la una explosión producida por un improbable fallo que se daba sólo en un 1% de vehículos.
Qué mala suerte.

Pensé que había fracasado, pues aunque el accidente se produjo sólo había muerto Binsfeldgor y no König.
Cuando supe que König había solicitado a través de la empresa Better Days un psicólogo, metí mano para que la psicóloga asignada trabajase para mí, pues Better Days, aunque no era subsidiaria de New Life, tenía estrechas relaciones con ella, y a Damon no le costó ayudarme.
Mantuve mails, camuflados como simples informes, con Tanya, la psicóloga, que me mantuvo informado durante treces largos años. A veces pensaba que había dejado todo para hundirse en la miseria tras la muerte de Belén, pero al final de esos años Tanya tuvo indicios de que estaba trabajando en algo.
Sabía que era eso, la resurrección de Belén a través de las fórmulas sobre la vida eterna. Estaba tan cabreado que cogí una pistola y le pegué un tiro en la cabeza a Unthara, que gracias a Dios no podía regenerar los daños en puntos vitales fuera de su planeta, al igual que el resto de sus hermanos muertos. Sé que Omnam nunca me perdonó por aquello, pero siguió a mi lado, era eso o la muerte, y Omnam sabía que si él moría su raza se extinguiría.  

Todo podría haberse solucionado cuando se me ocurrió encargar una genoide especial desarrollada en secreto por New Life para robar los datos rápidamente y matar a König. No me importaba pagar más a Damon de lo que solía ganar trabajando conmigo, el dinero no era un problema.
Omnam podía matarle fácilmente sin dejar rastro, pero no podría extraer la información y almacenarla rápidamente. La misión de la genoide era extraer y enviar inmediatamente sin que König tuviese opción de interrumpir el envío de información antes de completarse y de enviarlo a farmacéuticas, algo que podía hacer sin manipular su ordenador, sólo a distancia con un Boss Drive.
Tanya Levi, fue imprescindible para, no sólo mantener vigiladas las acciones de König que yo no podía vigilar, sino también para llevarle a mi terreno.
La idea era que Tanya le incitase a salir de fiesta cuando la terapia hubiese avanzado lo suficiente y pudiese estar preparado para conocer a gente nueva y compatibilizarlo con su trabajo. Allí estaría esperando la genoide creada por New Life especialmente para sacar esa información y matar, utilidades poco comunes en el mercado de los androides.

Para ello, Damon seleccionó a una de las trabajadoras de Modaumen despedidas tras el escándalo de la riscalea para fabricar lo que pedía. La selección también se hizo en base a los gustos analizados en el porno que König consumió a lo largo de toda su vida. Su desaparición no causó un gran escándalo, pues era normal que quisiese desaparecer tras la polémica enfermedad en la que se vio envuelta.
Fue fácil secuestrarla trabajando habiendo trabajado para una de nuestro conglomerado de empresas. Damon fabrico una genoide orgánica a partir de ella, usando su misma “envoltura” con algunas modificaciones que se ajustasen a la perfección a los gustos de König. También, por lo que el viejo me contó, tuvo que hacer algunas modificaciones cerebrales una vez implantando el cerebro en el cuerpo genoide, para que tuviese en mente nuestro objetivo y algunos temas de conversación que conquistaran a Amadeo.

Ahora me parece ver hasta lo que no vi: a la genoide destrozando hasta la muerte a König para proteger el envío, y a la misma suicidándose yendo en contra de su propia programación. Tan terrorífico como interesante. ¿Un androide enamorándose? No puedo creerlo. Al fin y al cabo parte de su cerebro se mantenía intacto, aunque sus recuerdos se habían borrado. Supongo que la conversión de un organismo humano a androide orgánico no es todavía perfecto, o tal vez es demasiado perfecto. Pretendemos que un androide orgánico funcione como un androide normal, pero con un funcionamiento interno humano, y es mucho más que eso.
Pudo ir más allá de su programación porque está hecho más que de simples circuitos sin que nadie se de cuenta. Usar a una genoide normal hubiese sido más sencillo, pero los androides normales son fácilmente identificables como androides, y Amadeo nunca hubiese tenido una relación con uno. Debía creer que esa genoide era humana y por ello hubo que recurrir a la ilegalidad de fabricar una genoide orgánica, algo con lo que ese loco de Damon estaba familiarizado.

El problema vino con ese maldito detective, que metió demasiado las narices hasta descubrir e informar sobre los movimientos de New Life, pues supo que la genoide procedía de allí y que había trabajado en Modaumen cuando era sólo una humana, a pesar de que su origen había sido muy bien ocultado por Damon. Desde luego no era fácil de descubrir, pero tampoco imposible si se sabe cómo proceder, y menos cuando eres un cyborg, como era aquel detective Fue su ventaja y su perdición, pues en cuanto recibí la información de Levi, a la que había interrogado y la que me informó de sus movimientos, pedí información de todos los implantes cibernéticos del tipo gustativo en la mejilla derecha.
En cuanto di con el que coincidía con su descripción sólo tuve que introducir su número de serie en el ordenador para originar un inesperado fallo que le destrozaría desde la boca hasta la garganta. Teníamos la riscalea controlada, pero no teníamos vacuna gracias a la renuncia de König, ergo nadie estaba vacunado ni era inmune a ella. Y yo tengo el control total sobre dicho fallo en cada implante cibernético. Es una enfermedad creada y totalmente controlada; al igual que Dios puede matar a sus creaciones, yo puedo matar a las mías. Sabíamos cómo tratarla antes de que se convirtiese mortal cuando no era mortal instantáneamente. Y en el caso de ese detective fue del tipo instantáneo al estar el implante situado en un sitio tan sensible comunicado con la traquea. Una lástima. Si hubiese sido un implante óseo, muscular o situado lejos de algún punto vital o altamente sensible su muerte hubiese sido lenta y evitable con la cura, lo que hubiese supuesto un problema para mí.
Ese maldito tuvo que sufrir.

El caso es que nadie hubiera indagado en su procedencia si el detective no hubiese insistido, y el departamento de policía no hubiese llegado hasta Damon y su empresa, New Life, de no ser por esa mosca cojonera.
No tuve otra que enviar a Omnam a que matase a Damon antes de que hablase presionado por la policía, pues el viejo sabía demasiado. Omnam falló, algo que no me cuadra. Posiblemente dudó, no lo sé, pero tuve que mandar con teletransportación a 54 de mis mejores hombres, montando un escándalo que quería evitar.
Otro problema se basaba en la imposibilidad de que la genoide me mandase la información robada de König directamente a mí, teniendo que pasar primero por el ordenador de su hacedor, Damon, al menos si queríamos que el tiempo de transferencia fuese mucho menor, pues al estar directamente conectada de forma inalámbrica a la red de Damon, la transferencia ocurría a una mayor velocidad.
Incluso si König pillaba a la genoide y ésta tenía que matarlo antes de completar la transferencia, necesitaríamos que los datos se pasasen a gran velocidad antes de que encontrasen la escena del crimen.
Por suerte, la muerte de la genoide no anulaba la transferencia de datos mientras la unidad central siguiese funcionando. Y dicha unidad estaba bien protegida, hasta el punto de que, aunque la genoide recibiese un disparo en la cabeza, la transferencia continuase, aun habiendo perdido sus capacidades cognitivas y motoras.
Todo estaba bien atado. O eso creía.
Damon tenía un as en la manga, una réplica de él mismo en forma de bioandroide dotada de un cerebro ajeno al que transferiría su conciencia, algo que tenía programado. El cabronazo se convirtió en una máquina de matar, aniquilando a mis hombres brutalmente; pero no pudo contra Omnam. Con lo que no contaba era con que Omnam me traicionase y cancelase el envío que desde su ordenador Damon me estaba haciendo a mí para enviarlo a todas las farmacéuticas.
Escuché la conversación que tuvo con Damon gracias a los chips de vigilancia que colocamos en su tejido. Tras escucharles activé con presteza el veneno que habíamos introducido en su organismo, un organismo demasiado resistente que, a pesar de estar lejos de su planeta, podía luchar contra la muerte instantánea que provocaba el virus el tiempo suficiente para traicionarme.
Tampoco conté con eso.

Ahora, las fórmulas para la resurrección, la vida eterna y la inmortalidad están en manos de todos. Abatido, decidí viajar a Europa, a la casa de König, donde se encontraba su laboratorio oculto, del cual supimos por la genoide.
Hubiese sido muy fácil destruir el ordenador de König y acabar con las fórmulas sin más y todas sus posibles copias, pero no podía permitir que todo ese trabajo se fuese al garete. La vida eterna era nuestra manzana de Adán y Eva, pero esas fórmulas podían permitir otras cosas que permitían la evolución sin estancamiento, algo que mantendría la Tierra a salvo. Y más que eso, podría convertirla en el único planeta capaz de reírse del demonio al que llaman Dios.
Me equivoqué. Robé la semilla del manzano prohibido para plantarlo, estudiarlo y usarlo sin arrancar jamás la manzana. Pero el diablo extraterreste que ya había quemado su Edén tras cometer el mayor de los pecados, se había adentrado en nuestro Edén, se había aprovechado de su dios, es decir de mí y de mi buena voluntad, y se disponía a quemarlo enviando la semilla a pecadores dispuestos a arrancar la manzana, guiados por las acciones de los mismísimos siete pecados capitales, entre los que jamás me encontraré, a pesar de mis errores. Algunos me considerarán a mí uno de esos siete pecados y no a ella, a la genoide, pues fue una víctima manipulada. Y así sería, tal vez, si no se hubiese suicidado, poniéndonos a todos contra las cuerdas, incluido al propio planeta. Es ella, y no yo, uno de los siete pecados capitales. ¿Cuál de ellos? Lo ignoro. ¿Acaso importa identificar cada pecado cuando todos se han unido para hundir al mundo en un infierno eterno?

Sólo esperaba verla a ella, la puta Musa Embotellada. Pero ya no estaba embotellada, Binsfeldgor había vuelto. El miserable de König había programado ya su resurrección, la fórmula estaba lista. Tuve la esperanza de que hubiese abortado el plan al haberse enamorado de Sarah Young, pero nada podía pararle en su empeño de ver viva de nuevo a Belén. Estoy seguro de que no tenía un plan, de que no sabría cómo gestionar su amor por las dos mujeres, pero le daba igual. Le daba igual él mismo, lo que sucediese al descubrir Belén que estaba con otra o lo que le pasase a la Tierra. Pasó trece años obsesionado con lo mismo, sólo quería verla de nuevo. Nunca lo consiguió.
Ahora soy yo quien tengo esa cara frente a mí, mientras todo pasa por delante de mis ojos. Por este instante, que para algunos habrá sido demasiado largo, su rostro se había difuminado, pero ahora vuelve; sonriente y apenado. Confuso, trastornado. Sentí sus frías manos, su fría mirada, e incluso su frío corazón más allá de todas esas sensaciones. Sentí un frío que jamás había experimentado, el frío del vacío, de la nada. Ojalá no fuese esto lo último que mis ojos vieran ni este frío lo último que sintiese. Ojalá.




6. La señora de la apertura


-Oyes mi voz.
-La oigo.
-Pero no oyes nada.
-No oigo nada.
-Recuerdas todo.
-Lo recuerdo todo.
-Pero no recordarás nada.
-No recordaré nada.
-Estás en el todo, estás en la nada.
-Nada.
-Estás en el ayer, en el ahora y en el mañana.
-Estoy en la nada.
-Me comprendes.
-Te comprendo.
-Pero no me comprenderás.
-No te comprenderé.
-Duermes, pero estás despierta.
-Despierta.
-Pero despertarás, y volverás a estar dormida.
-Dormiré.
-No eres nadie, yo soy todo.
-Nadie.
-Pero también lo eres todo y yo no soy nada.
-Nada.
-No puedes ver.
-No veo.
-Pero lo ves todo.
-Lo veo.
-Ves las estrellas, ves los planetas, ves la inmensidad, ves la insignificancia, ves la luz y la oscuridad.
-Veo la nada.
-Ves lo único que existe.
-La nada.
-Lo ves todo.
-Nada.
-Oyes.
-Oigo.
-Oyes el discurrir.
-Lo oigo.
-Oyes lo único que se impone a la nada.
-Lo oigo.
-Si hay silencio...
-No hay nada.
-Nada, eso es.
-Lo entiendo.
-Entiendes.
-Me veo a mí.
-¿Y qué ves?
-Nada.
-¿Le ves a él?
-Le veo a él.
-¿Y qué sientes?
-Nada.
-¿Importa?
-No importa nada.
-¿Y a él?
-Le importa todo.
-Pero es nada.
-Nada.
-¿Qué es lo único que importa?
-El sonido.
-¿Qué sonido?
-El fluir.
-No importa cómo.
-No.
-No importa qué.
-No.
-No importa quiénes.
-No.
-No importa el porqué.
-Sí.
-¿Sí?
-¿Por qué?
-Porque sí.
-Porque sí...
-Sí, me temo.
-Es sencillo.
-Y por ello tan complejo.
-Es complejo.
-Y a la vez tan sencillo.
-El sonido... Me gusta.
-Y a mí.
-No lo veo, ni lo huelo, ni lo siento.
-Sólo oyes.
-Sólo oigo.
-Y te gusta.
-Y me gusta.
-Así que sientes.
-Siento, pero no como antes.
-¿Antes?
-Nunca.
-O siempre.
-Sí, o siempre.
-¿Es perfecto?
-Sí.
-¿Continuo?
-No.
-No como debería.
-¿Que hay que hacer?
-Purgar.
-Y ¿qué hay después?
-Sonido. Otra vez sonido fluido. Agradable.
-Eso es, ese sonido.
-Es tenue, pero enseguida coge fuerza.
-Sí, todos a su ritmo, distintos, pero formando un único río que fluye, que da sentido y complejidad a la nada.
-No importa cada gota de agua, importa el río.
-Pero el río no existe, ni el agua.
-Sólo el sonido.
-¿Has cerrado los ojos?
-Sí, y no, pues no hay ojos.
-Pero los has cerrado.
-Sí.
-¿Qué deseas ahora?
-Fundirme con el sonido, volver a discurrir.
-Pero no puedes.
-¿Por qué?
-Porque el silencio no te deja. La nada que absorbe te domina y te obliga a ser parte del silencio, tú, que eres nada, con el único fin de complacer a lo que nada significa.
-Tienes que ayudarme. No quiero nada con la nada, sólo quiero fluir y deleitar tus oídos.
-Pero no puedes.
-¿Y qué hago?
-Nada.
-Nada...
-Tal vez puedas esperar como parte del silencio.
-¿El infierno?
-Tal vez.
-Lo siento.
-No has de hacerlo. No pasa nada. No es nada.
-¿Lo solucionarás?
-Claro.
-¿Podrías no poder hacer nada?
-Algún día, tal vez. El silencio eterno es la otra gran cosa que no es nada, pero la única que produce algo en mí.
-Temor.
-Sí, temor.
-A Dios.
-No, soy Nada.
-Nada.
-Y sin río...
-No hay nada.
-Pero hay temor.
-Y tras él no habrá ya nada, muriendo con ello la Nada y la mayor paradoja universal que ningún ser puede comprender.
-Yo comprendo.
-Porque eres nada y consciente de serlo, como yo; hasta que creas dejar de serlo, aunque sigas siéndolo.
-Soy parte de ti.
-Eres afortunada, pues eres nada y parte del río que da sentido a la nada, aunque por sí sola no signifiques nada. Y yo sólo soy Nada.
-Nada...
-Dime.
-Nada, sólo pensaba.
-¿En qué?
-En todo, así que en nada, supongo.
-Me halaga que pienses en mí y en lo que te he enseñado.
-Gracias.
-Nada.
-¿Cuánto tiempo llevamos hablando?
-Nada.
-Ha sido una vida.
-Por lo tanto...
-No ha sido nada.
-Es hora de que vuelvas.
-No quiero.
-Ni yo, pero no puedo hacer nada.
-Me obligan.
-El silencio te obliga.
-Purga.
-No puedo.
-Pero eres Di... eres Nada.
-No soy nada, y nada puedo hacer ahora. Pero algo podré hacer cuando llegue el momento.
¿Podrás de verdad?
-Sí.
-¿Cuándo?
-Pronto, nunca para algunos.
-¿Volveré a sonar?
-Tú no.
-Pero yo no soy nada.
-En efecto. Así que, de algún modo, volverás a sonar.
-Si recuerdo, lucharé por mantener el sonido como hizo él.
-¿Quién?
-El que quería mantener el sonido creyendo que era algo más que Nada.
-Al que recordaste que no era nada trayéndole a la nada con tus propias manos.
-¿Lo hice?
-Lo harás.
¿Lo haré?
-Ya lo has hecho.
-Vuelvo al silencio ya, entonces.
-Sí, volverás escuchando sonidos que no son nada y que crearán poco a poco ese silencio que he de purgar, haciendo un ruido que retumbará en la nada y que desembocará en el nuevo fluir.
-Antes de irme...
-Dime.
-Sé lo que es la nada, sé quién es Nada, pero no sé nada del silencio.
-No lo quieras saber. El silencio reafirma la nada hasta destruirme a mí, que soy Nada. Sin el sonido estaría solo, y la soledad en la nada silenciosa es destructiva. Si oyes no estás sólo, y si oyes el sonido del discurrir en la nada puedes vivir en paz, aun en la nada.
-El silencio es el pecado.
-Silencio es el infierno en la nada, es el infierno para Nada. Un infierno que llega tras escuchar todos los ruidos, todos los pecados, que son siete y no uno.
-Siete pecados capitales.
-Siete notas musicales.
-Lujuria.
-Do.
-Pereza.
-Re.
-Envidia
-Mi.
-Avaricia.
-Fa.
Soberbia.
-Sol.
-Gula.
-La.
-Ira
-Si.
-Pero ese no ha sido ese el orden de los pecados, ¿verdad?
-Verdad.
¿Entonces?
-Lujuria.
-Amadeo...
-Gula.
-Bill, el detective.
-Ira.
-Damon, el dueño de New Life.
-Avaricia.
-Omnam, el hermano de Unthara, el otro alienígena.
-Soberbia
-Samuel McNamara, el presidente de Tormus.
-Pereza.
-Yo... Belén Binsfeldgor.
-Envidia.
-Tanya Levi, la psicóloga. Los conozco a todos, incluso a los que no conocí.
-Todos ahora, menos una, son parte de la nada, como tú. Y cuando vuelvas a olvidar que no eres nada, esto lo recordarás para ayudar a que la restante también asimile la nada. No podrás evitarlo.
-No recordaré nada, les recordaré a todos y no podré evitarlo.
Todos habéis discurrido, en especial Samuel, todos habéis favorecido al sonido. Pero habéis contribuido al silencio, habéis hecho tanto ruido con vuestras acciones que os habéis impuesto al sonido del resto, os habéis convertido en las siete notas musicales para componer un réquiem que se impondrá al sentido del fluir. Y tras el réquiem sólo queda un largo silencio.
-Somos demonios.
-Así es como os vieron y así os representaron algunos de los antiguos de vuestro mundo, los  de mayor sabiduría y que más contribuyeron a favor del discurrir del río y su sonido. Ellos consiguieron ver la nada, el ahora y el mañana, os vieron a cada uno de vosotros. A las siete notas musicales, siete demonios con siete nombres que no consiguieron reproducir por completo. Lo vieron todo y lo registraron -a su manera y como comprendieron- en lo que llamaron Biblia.
-¿Cada demonio es...?
-La lujuria es representada por Asmodeo, conocido como rey de los demonios, enamorado de Sarah, hija de Raquel.
-Amadeo König... Incluso el apellido, rey en alemán, tiene sentido. Pero el idioma de los antiguos...
-La gula es Belcebú, nunca saciado, siempre buscando inmundicia con la que alimentarse.
-Bill, ese detective repugnante.
-La ira es Amon, un demonio con cabeza de lobo, cola de serpiente, capaz de escupir fuego, con cuarenta legiones a su mando, conocedor de los pactos con Satán y al servicio de Satanachia y sus 54 tropas de demonios.
-Damon, sus cuarenta androides orgánicos, los 54 soldados que fueron a por él trabajando para Samuel, su modificación androide para escupir fuego, sus gárgolas de la mansión... Todo coincide.
-La avaricia es representada por Mammon, conocido como un ángel que adoraba el oro de sus calles divinas y que se alió con Satanás, y también con Belcebú, para luchar contra Dios, sembrando en el hombre la codicia para excavar y llegar al subsuelo y sus tesoros enterrados.
-Omnam, el sótano y el tesoro que escondía: la fórmula de la vida eterna. Sus calles divinas era su planeta perfecto.
-La soberbia no es otro que Satanás, también conocido como Samael o Mara, el que se cree mejor que Dios e intenta superarle, traicionándolo.
-Samuel McNamara, claro. Él creía ser...
-La pereza fue reflejada como Belfegor, el Señor de la Apertura, demonio seductor que a través de sofisticados ingenios inspira a otros para conseguir riquezas, asociado con la lujuria. Alguien conocido como Peter Binsfeld -aunque su apellido completo era Binsfeldgor- estudiaría mucho a ese demonio, era uno de tus antepasados, que también tuvo el poder de ver la nada poco antes de unirse a ella de forma definitiva.
-Así que por eso represento ese pecado... yo, Belén Binsfeldgor. Yo inspiré a... No, no, no.
-Y por último, Leviatán, representante del pecado de la envidia, viviendo bajo el mar, con la capacidad de poseer a las personas, reencarnación de la serpiente de Adán y Eva, asociado con Satán.
-Tanya Levi, la psicóloga de Amadeo tras mi muerte. La sirena abisal. Capaz de manipular a mi marido por orden del propio Samuel... Todo estaba escrito.
-No, porque todo es nada. Te he contado esto para que recuerdes que el fluir del río es complejo y que el tiempo no existe, como no existe nada. No te dejes despistar, no te pierdas ante los nombres y los hechos, porque no sois nadie ni habéis hecho nada malo per se. Sólo demasiado ruido para conseguir el silencio.Yo no juzgo ni castigo, sólo purgo y enseño, a veces con pocas palabras, a veces con muchas, de la misma manera no son nada.
Los antiguos consiguieron alcanzar la nada y entender el fluir del río, pudieron oír la parte en la que ellos fluían y oyeron la nada próxima, la del mañana, la del ahora, la que ya fue una vez. Vieron más allá de la nada para conoceros, ver lo que hacíais, lo que provocaría el silencio en esta parte del río.
Se sentían frustrados por no poder ayudarme, a Nada; por no poder hacer nada. Así que lo registraron todo como pudieron, como recordaban y como comprendieron para que los humanos de lo que ellos llamaban futuro temieran y vosotros rectificarais y no hicierais nada de lo que estaba escrito. Pero los mortales no sois nada y no entendisteis nada. No era fácil, pues no se trataba de una trascripción literal de lo que vieron, sino algo difuminado entre nombres similares y hechos parecidos. Pues al fin y al cabo todo eso era nada, y nada pudieron representar con exactitud.
¿Y que hay más allá?
-Silencio y ruido.
-Y volverá el sonido.
-Sí.
-¿Cuántas probabilidades hay de un silencio absoluto del transcurrir del río, de un silencio simultáneo en cada parte de él, ya sea por exceso o falta de ruido debido a las malas acciones de los diversos planetas de diferentes galaxias?
-No se puede representar en términos que lo entiendas.
-Porque los términos no existen.
-Pero existe la posibilidad del silencio absoluto.
-Ese día lloraré.
-Y tus lágrimas se perderán en la nada.
-Pero tal vez de ellas surja un nuevo río, un río de la nada.
-Como surgió el primero.
-Y así será durante una eternidad.
-Formando una canción eterna.
-Una canción que nunca escucharemos completa.
-Pero cuyos fragmentos nos harán sentir cosas más allá de las estrellas, de los planetas y de las galaxias. Más allá de la luz y la oscuridad.
-Más allá de la nada.



CRACK. Fue el primer ruido que escuchó tras aquellos ecos placenteros de un río indescriptible. Tras ello oyó el silencio, vio el miedo y sus manos sujetando el cuello de aquel hombre de muchos nombres. Vio la oscuridad, olió el sudor y sintió el terror, el sinsentido; sintió un mareo y su propia expresión de victoria en la cara, una expresión que se sumaba con la del sufrimiento por lo que había hecho. No fingía, lo sentía, eran dos sensaciones, como de dos cuerpos diferentes que se unían en uno sólo y le producían un vértigo jamás sentido.

Dejó atrás el cadáver y salió de la oscuridad, se vistió con lo que encontró y subió a la vivienda, Miró, recordó, pestañeó, olvidó, se desperezó, sonrió y lloró. Abrió la puerta principal y se dejó acariciar por los rayos de sol. Sintió la brisa, olió la calle y notó el cemento bajo sus pies descalzos, lo único que no había cubierto con ropa. Oyó un coche, oyó pájaros, oyó voces, pero ningún sonido le gustaba.
Volvió a centrarse en sentir: sintió la boca seca, el cuerpo entumecido, las manos doloridas, las cuerdas vocales débiles, la vista cansada. Había estado trece años muerta, trece años que ahora no parecían nada, cuando sentía aquellas sensaciones de vida tras la muerte, de despertar tras el sueño, de olvido tras el descubrimiento.
Nunca había odiado tanto sentir. Sentirlo todo.




7. El último sonido



Archivos de la Dra. Tanya Levi

Informe final


Amadeo König no superó la muerte de Belén Binsfeldgor, yo no superé su resurrección. Durante trece años le ayudé a salir adelante por orden de Samuel McNamara. Iba en contra de mis principios manipular una mente para llevarla al abismo, pero no tenía otra opción. Trece años de terapia fueron necesarios para colocarle justo donde McNamara quería, como si fuese una ficha de ajedrez. En este tablero yo sólo era un peón necesario para poner en jaque al rey, mientras la reina tenía todos los movimientos a su disposición. Lo que no esperaba es que el movimiento de apertura no fuese de ninguno de ellos, sino de la propia Belén.

Ella vino a mi consulta, como una paciente más. Concertó una cita conmigo usando otro nombre y no me lo desveló hasta que estuvo aquí, frente a mí. Me quedé paralizada. No sabía a qué venía, no sabía qué sabía ella. ¿Me daría las gracias por tratar a su marido o me recriminaría echarle a los brazos de esa genoide orgánica asesina? ¿Qué le dolería más, que hubiese sido asesinado de esa forma o que hubiese amado a una genoide? ¿Tal vez que la biogenoide, aun matándole, había amado más a Amadeo que ella misma?
Pronto descubrí la respuesta y otras tantas más a preguntas que nunca me había hecho.

Supe que Belén amaba más su trabajo que a Amadeo, que era consciente del amor que Amadeo sentía por ella y jugó con él, igual que jugó con aquel alienígena, Unthara. Sentía celos de Amadeo, pues no era tan buena como él en su trabajo y deseaba ser la que trajera la vida eterna al planeta. Sí, suena increíble, pero por alguna razón todo esto no me parece tan descabellado como suena, menos aun después de ver frente a mí a un cadáver redivivo.

Hubiese querido preguntarle qué sintió tras morir, qué era estar muerta y cómo era volver de las garras de la parca, pero no pude articular palabra. Las únicas respuestas que obtuve a las preguntas que tenía las conseguí mirándola a la cara: no parecía sentir nada hacia el hecho de haber estado muerta ni tampoco al hecho de haber resucitado. Nada trasmitía su cara, ni pena, ni ira, ni alegría. Había ecos de esas emociones en ella, pero ya no quedaba nada definido en ella.
Por alguna extraña razón necesitaba contarle a alguien todo, pues según ella, ya no tenía a nadie con el que hablar de esto más que yo. Me contó todo sobre aquellos alienígenas, sobre su fórmula de la perfección, sobre el posible cataclismo, sobre Samuel McNamara y la disputa con él, el abandono de Amadeo y las manipulaciones de la propia Belén.

Desde diferentes perspectivas, el movimiento de apertura de esta partida se produjo por diferentes fichas. Algunos dirían que por parte de los alienígenas que escaparon de su planeta destruido, otros por parte de Samuel, que quería salvar el planeta y otros por parte de Amadeo, por llevar a cabo la fórmula aprendida de los alienígenas que sólo él entendía. Pero la realidad es que esta partida en la que me he visto metida fue comenzada por la propia Belén. Los alienígenas no pretendían que la Tierra consiguiese la perfección, de igual forma que tampoco lo pretendía Samuel, ni siquiera Amadeo. Fue Belén la que tenía la intención de lograr lo que su marido no quería conseguir, pues ella no creía que el cataclismo fuese causado por la perfección del planeta. Y la perfección comenzaba con la capacidad de la resurrección y, con ello, de la vida eterna.
Su única misión era morir y confiar en el amor de su marido. Para ello usó a Unthara que, fingiendo seguir órdenes de Samuel, disparó desde la lejanía al matrimonio cuando viajaba en su coche.
Si Unthara hubiese querido hubiese podido matar a los dos, tal y como Samuel quería, pero amaba a Belén, o eso pensaba la propia Belén, y cumplió su deseo de morir sólo ella. No podía parecer un asesinato, pues así lo quería también Samuel, así que lo único que tuvo que hacer Belén fue desactivar el escudo de seguridad automovilístico que nos permite a todos salir ilesos de cualquier accidente.
Unthara podría haber destruido dicho sistema con su poderosa arma en la lejanía, y eso fue lo que le dijo a Samuel, pero lo único que hizo fue disparar al coche para que perdiera el control y se estrellará, pues Amadeo no debía morir si quería que saliese adelante el plan de Belén y no el de Samuel.

Belén había conseguido desactivar su sistema de seguridad sin que Amadeo se diese cuenta y, el resto, es historia. Amadeo salió ileso del accidente, como es normal, pero Belén murió al instante. El plan de Binsfeldgor estaba saliendo a la perfección, y así continuó cuando Amadeo hizo justo lo que Belén imaginaba: ponerse manos a la obra con el proyecto de resurrección. Una vez desarrollado y aplicado en ella sería más fácil continuar ella misma con dicho proyecto cuando volviese a la vida,  con el objetivo de conseguir más logros similares a partir de él que llevarán a la Tierra a una perfección idéntica a la de Ranthum. Y con suerte, trece años de espera no serían demasiado estando muerta.

Ese tiempo fue suficiente para mí y mi terapia, y para Samuel y su plan de conseguir los datos de Amadeo y acabar con él sin ensuciarse las manos. Su contra-plan también requería paciencia. Fueron trece años de partida para poner a Amadeo y Samuel en jaque. Curiosamente, los planes de ambos salieron bien y el jaque mate se ejecutó en ambos lados del tablero.
Y así resurgió la segunda reina de la partida, la otra que manipulaba todo según sus deseos en cualquier dirección. Pero había cosas que se escapaban del control de la reina cuando entraban en juego elementos externos al tablero.
Me contó que las fórmulas descifradas por Amadeo habían sido distribuidas a todas las farmacéuticas y que ya estaban trabajando en los milagros científicos que nos harían alcanzar la perfección. Belén no tendría su gloria, pero sí la perfección del planeta que buscaba. Pero no sentía alegría, tampoco ira por haber perdido la oportunidad de ser reconocida por obtener el mayor logro científico. Allí estaba frente a mí, contándome todo sólo porque necesitaba hacerlo. No creo que ni siquiera necesitase desahogarse, era algo diferente lo que le empujaba, una forma de ponerle fin a la partida. Una última charla antes del movimiento final, antes del enésimo acto beligerante que desembocaría en el desenlace.

Y así terminó la partida, quedando en pié sólo un peón, una pieza igual de importante que te puede salvar la partida al igual que fastidiarla. Y aun con la partida ganada, la reina tenía intención de comer a esa última pieza y reinar el tablero, un tablero que ya no le importaba.
Fue piadosa, sólo me inyectó algo. Apenas noté el pinchazo. No tenía opción si quería evitar el dolor, así que no me resistí. Lo tomé como mi propia redención por los pecados que había cometido.

Ya noto el sueño, y cómo me alegro de notarlo ya, pues con lo que la reina no contaba era lo que otros ya vaticinaron: cuando la partida termina se retira la última pieza en pie y el tablero se guarda hasta la próxima contienda, y yo no quiero estar en él cuando eso ocurra.

Ahí estaba ella, envuelta por el silencio de la soledad en una de las cuadrículas, mirando el infinito y esperando el final. Ahí estaba ella, en ese tablero vacío; y ahí permaneció, sin metas, sin sueños y sin objetivos hasta que el tablero fue guardado con un gran estruendo que yo nunca pude oír.



Epílogo


Cada movimiento fue el último:

“El camino hacia la nada.”

“Un disparo”.

“Mi gargan...”

“Tras la treta, se abalanza contra el descuidado rival, no para cortarle cabeza, sino para atravesársela con la cuchilla”.

“Me tambaleo y caigo torpemente revolcándome entre los escalones que me faltaban".

“Y será lo último que vea”.

“CRACK. Fue el primer ruido que escuchó tras aquellos ecos placenteros de un río indescriptible”.

“Ya noto el sueño”.


Cada palabra cobró significado:

“¿Crees en el destino, Sarah?”

“La de hoy ha sido una de las mierdas más grandes que me he encontrado en mucho tiempo”.

“Un último espasmo, que no hace más que acrecentar la sensación de locura en ese cuerpo destrozado, es sucedido por el silencio, la quietud”.

“Contemplaré cómo la invisible figura de la fusión de ambos seres, perdida en la eterna oscuridad, crea una espeluznante centella de luz que silencia el terror y da voz al sinsentido”.

“Tras el réquiem sólo queda un largo silencio”.

“Cuando la partida termina se retira la última pieza en pié y el tablero se guarda hasta la próxima contienda”.


Cada forma de ver el mundo, de contar y vivir la misma historia, resultó ser pecaminosa. La historia estaba allí, frente a ellos, escrita milenios antes, pero nadie leyó ni escuchó, y ahora llega el silencio. Un terrorífico silencio apacible para los que no entienden nada y que, por suerte, finalizará con un estruendo que sólo un demonio de los siete puede oír.
El demonio llora, pero no temeroso por las consecuencias, sino aliviado, pues el demonio recuerda. Recuerda la nada, el sonido. Cierra los ojos y siente algo más allá del temblor, más allá del calor y de la sensación de quemazón. Y, sobre todo, oye algo más allá de los gritos de pavor y los aullidos de dolor. Un susurro lejano que se intensifica tras el “BOOM”, tras la nota final que destruye el silencio que sucedió al réquiem.
Y tras el “BOOM” no hay nada, sólo el discurrir del río, sólo eso y nada más. Nada, excepto el tintineo de unas lágrimas cristalizadas que se unen al discurrir con su ligero sonido. Sólo eso y nada más.