domingo, 6 de agosto de 2017

Un mar infinito


No es el mar, desde luego, pero se le parece tanto que puede llegar a ser reconfortante mientras él lo permita. Nadie es tan afortunado como para encontrar siempre el mar calmado, todo el que se aventura a navegarlo sabe que se la juega, que escapa a su control, pero cuando el mar se mantiene tranquilo, cuando te acoge con amabilidad en su vastedad, puedes llegar a ser feliz. Solo has de no asomarte para intentar mirar lo que oculta en su interior, disfrutar contemplando el horizonte sin preguntarte qué hay más allá.

Pero la tranquilidad del mar no es eterna, como parece serlo el propio mar, por ello es recomendable acercarse a la costa y bajar de tu embarcación para pisar tierra firme. ¿Os imagináis un mar en el que te veas obligado a navegar eternamente? Existe, me temo, o algo que se le parece demasiado, como decía. Algo tan inclemente como éste cuando se le antoja, tan bravo como bello, tan espeluznante como apacible. Es inabarcable, incontrolable e inesperado. Está lleno de vida, pero a su vez recibe gustoso a la muerte. No tolera a los desalmados, pero tampoco tiene piedad con los inocentes. A veces sacude los cimientos de nuestra civilización para segar las vidas que cree oportuno y llevárselas a la inmensidad del oscuro vacío que esconde en sus profundidades, donde yo ahora yazco, arrastrado por sus designios, los designios del caprichoso destino. El mar por el que navegan nuestras vidas, un mar que, de una u otra forma, siempre nos acaba engullendo y llevando al fondo de su ser, donde ya nada tiene sentido, donde espero el fin de algo que es infinito.