¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora! Has sido abatido a la tierra dominador de naciones! Tú decías en tu corazón: "escalaré los cielos; elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios; me sentaré en el monte de la divina asamblea, en el confín del septentrión escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo"
Isaías 14:12-21
De: Samuel_McNamara@Coldmail.now
Para: Damon_NewLife@Coldmail.now
Asunto: Encargo privado urgente
Mensaje:
Necesito tu colaboración, Damon.
Hemos perdido la pista de ese malnacido, el otro traidor. Ya
sabes que es altamente peligroso y necesitamos toda la información que tiene en
su poder antes de que pasen cinco años. Creíamos que no tenía los medios
necesarios, pero los tiene. Sabemos dónde está, pero no podemos hacer nada sin
levantar sospechas. El gobierno no nos apoya ni autoriza que actuemos, están
ciegos. Hemos pensado en usar a cualquiera de nuestro equipo para la misión,
pero son demasiados datos y requeriría demasiado tiempo sin que se diese
cuenta, así que necesitamos tu ayuda.
El encargo es secreto, todo será legal, o casi todo, pero no
habrá víctimas. Adjunto en este mail las características que necesitamos para
llevar a cabo el plan. Puede parecer absurdo, pero te aseguro que es vital.
Aplaza todos los encargos previos y dale prioridad a este, a pesar de no
requerir armas necesitamos algunas especificaciones importantes y únicas que le
llevarán tiempo. Lo que le voy a pedir está prohibido en el mercado, pero sé
que podrá encriptarlo para que parezca un pedido normal. Le pagaremos una suma
mayor que la que paga el gobierno por sus unidades especiales, pero por favor,
dese prisa.
Archivos de la Dra. Tanya Levi
Informe de Amadeo König
24-11-2097
Después de catorce años Amadeo ha hecho su mayor progreso.
Tras el suceso que provocó en él un fuerte shock sufrió de estrés
postraumático, lo que le ha hecho preso de ideas recurrentes durante todos
estos años. Las consecuencias de este trastorno están detalladas en el informe
del señor König de fecha 3-7-2084, 4-8-2084, 7-9-2084-, 1-11-2084,13-12-2084,27-12-2084, 30-12-2084 y 5-1-2085; en sesiones posteriores no mostró conductas
o pensamientos nuevos, sino ideas repetidas. Lo único en lo que se refugiaba
era su trabajo, pero apenas dormía y en las sesiones de fecha 4-2-2089,
13-3-2089, 8-11-2089, 18-4-2094 y 3-7-2094 parecía más excitado de lo normal.
Aun así seguía viniendo a las consultas varias veces al año porque aseguraba
que le ayudaba y que no dejaría de venir hasta que lo consiguiese. Intenté sin
resultados que dejase por un tiempo el trabajo y saliese, que conociese a
gente, que consiguiese lo que quería, olvidar y empezar de cero.
Hoy escribo entusiasmada que lo ha logrado, ha avanzado
como nunca, pues decidió salir. No estaba convencido, pero finalmente conseguí,
a base de constancia, recuerdos de su juventud, paciencia y role-playing que
socializase, que empezase de cero.
Aunque por momentos pienso que mis sesiones no han servido
mucho más que para que su propio trabajo no le matase de agotamiento, que
pudiese recordar que está vivo hasta que decidiese olvidarse por un momento del
trabajo. Tal vez ni siquiera para eso. Vi un brillo en sus ojos extraño, una
mueca de felicidad nunca antes vista en él. Solo lo mantuve a flote el tiempo
suficiente hasta que su mente se abrió por si sola.
A veces solo necesitamos tiempo y aguante para que nuestro
cerebro actúe por sí solo, como si algo lo activase, algo alejado de nuestro
control y comprensión.
Mi trabajo es conocer el pensamiento humano, reconducirlo
o mantenerlo a salvo de una fuerte presión continua. Espero poder decir que he
cumplido ese trabajo en poco tiempo y poder archivar el historial del señor
König. Ojalá la siguiente consulta sea la última.
1. La lujuria
del señor
Se abre la puerta, las luces
deslumbran a los allí presentes, un lugar lleno de luces y ruido donde no se ve
ni se escucha nada. Aquí comienza nuestra función, mi función, la función. Aquí
comienza todo, el camino hacia la nada. Aquí comienzan a cimentarse las
escaleras que llevan al cielo, un cielo abierto en el que no hay nada, solo el
vacío. Algún día las escaleras terminarán llegando a lo más alto y
entonces...¡PLOF! La función terminará.
-¿Crees en el destino, Sarah?
-¿Lo dices en serio?
La joven se echó a reír con cierta estridencia, pero con
encanto, como si lo que había dicho su interlocutor hubiese tenido mucha
gracia.
-¡Claro que lo digo en serio! –Fingió, sin poder evitar
media sonrisa, que le molestaba su risa-. ¿Acaso es tan descabellado pensar que
hay una fuerza mayor que lo controla todo para llevarnos a un desenlace, para
lograr un plan superior?
-¡Ah, que lo dices en serio! -Se volvió a echar a reír-.
Que me lo diga un científico me parece de traca. Claro, Dios nos conduce a un
plan que requiere miles de millones de años de planificación. O el plan es muy
jodido, o es una mierda.
-¡Esa boca! -le regañó con cariño a la muchacha.
-Jolín, perdone usted. Pero te recuerdo que no eres mi
padre -pronunció con tono de burla.
-Haces bien en recordármelo. Y yo te recuerdo que los
humanos no llevamos en la Tierra miles de millones de años, sólo unos cuantos cientos de
millones.
-Cierto, eso quiere decir que los dinosaurios no
entendieron el plan de Dios y por eso se los cargó.
-Yo no he hablado de Dios, sino de... algo que no llegamos
a entender.
-¿A que viene esto? A ver, doctor, ¿es grave?
Ambos volvieron a reírse.
-Pienso cada día en la suerte que tuve en conocerte. En cómo
estaría ahora si no hubiésemos cruzado nuestras miradas aquella noche, si no
hubiese salido o hubiese ido a ese local.
El silencio les envolvió durante un rato. Por un instante
las risas cesaron quedando los dos con los labios sellados y la mirada fijada
al cielo.
-Ya hubieras conocido a otra -respondió después de un
rato, quitándole importancia e intentado volver al estado desenfado de hace un
momento.
-No. Fue todo demasiado especial, diferente a lo que he
experimentado con otras mujeres, de verdad. Y hablar contigo fue tan
enriquecedor. El destino o lo que sea te puso ahí para mí.
Sarah cambió el gesto y se puso seria.
-Yo podría decir lo mismo. No era nada antes de que tu
aparecieras, no significaba nada para nadie.
-El universo tuvo compasión con nosotros dos. ¿Te das
cuenta? Nos unió. Resultaba tan improbable que yo hubiese salido e ido a ese
sitio. -La muchacha giró la cabeza, pero no pudo evitar que Amadeo viese el
rastro de una lágrima sobre su cara. -No, no quería hacerte llorar, Sarah, lo
siento.
-No eres tú, tonto -dijo conteniéndose como pudo-, es que
es todo tan triste y a la vez tan...
Él le abrazó mientras seguían tumbados.
Ella le abrazó mientras seguían tumbados. Cerró los ojos
para sentir la hierba de nuevo y notar la luz del sol sobre su cuerpo. Le era
imposible. Lo primero que vio fue su nuca perforada. Lloró como aquel día y se
abrazó más fuerte. Cerró los ojos de nuevo para trasladarse meses atrás y
olvidar aquello por un rato.
Le vio tomándose el primer café de la mañana mientras
ojeaba un libro llamado “Más allá de la programación y la capacidad cognitiva
de los androides” mientras se burlaba de lo que leía con gestos contenidos y
algún sonido ininteligible. Ella prefirió dejarle sumergido en su lectura.
Al cabo de un rato decidió exponer su opinión en voz alta.
-Hay que ver las locuras que puede llegar a escribir este
hombre.
-¿Dice muchas burradas sobre los androides? -preguntó
mientras seguía preparándose para ir a trabajar.
-¿Cómo quiere dotar a una maquina de sentimientos si no
sabemos nada sobre ellos? Si ni siquiera sabemos controlar nuestras propias
emociones, por el amor de Dios -expuso irritado.
-Bueno, una inteligencia artificial programada para algo
muy concreto tal vez no, pero supongo que en base a un cerebro humano sea
diferente.
-Eso es lo que propone. Lo peor es que hoy día eso esta
prohibido. En el libro habla precisamente de esa ley y del atentado contra los
derechos del colectivo androide y humano en general. ¡Es una locura! Y me temo
que estén trabajando en ello clandestinamente.
-Bueno, podría ser una oportunidad para mantener el
cerebro con vida, o incluso conseguir la vida eterna.
-No. -Se mostró tajante-. La vida eterna se ha de tratar
de conseguir sin perder nuestra humanidad, no vendiendo nuestro cuerpo a la
tecnología para convertirnos en máquinas fácilmente manipulables. Como si no
estuviésemos ya lo bastante conectados y fichados. Las redes sociales, los
oculares, las máquinas teletransportadoras, el puto Internet en general. Nos
estamos deshumanizando y este doctor quiere deshumanizarnos del todo. -Cerró el
libro malhumorado.
-Tal vez el trato que algunos humanos dan a sus androides
sean más deshumanizados que los propios androides. Pero bueno, que no me quiero
entretener más, me voy. Beso.
El tema quedó rápidamente zanjado por Sarah con un tierno
beso. Abrió la puerta y la luz de la calle la deslumbró, así que moduló sus
oculares y... volvió a ver su nuca destrozada.
Tras un rato allí tumbada trató de levantarse resbalando
con la sangre del suelo. Al mover las manos las notaba extrañas, tirantes por
la sangre que comenzaba a secarse. Al limpiarse las lágrimas de los ojos y las
mejillas con ellas el rojo se mezcló con el líquido que desprendían sus
implantes oculares, dando la impresión de que lloraba sangre, lo más
terriblemente humano que alguien podía hacer.
Ya levantada miró el cuerpo de Amadeo tendido en el suelo,
después sus propias manos de nuevo y, por último, a Amadeo otra vez. Decidió
pasar por encima para verle el rostro desencajado, todavía rojo por la presión
que ejerció en él la furia y sus manos. Sarah sintió nauseas y expulsó por la
boca todo lo que había digerido ese día, tirándose de de nuevo junto a su
amado. Se quedó un buen rato tendida en el suelo, llorando de nuevo, mezclando
lágrimas, sangre y vómito; creando la escena más repulsivamente humana que se
podía crear.
No aguantaba más esa presión, así que se levantó y se
dirigió a la encimera de la cocina, donde de repente apareció una Mágnum
impresa directamente desde sus archivos oculares. Cogió la pistola firmemente y
la levantó, o eso intentó. Cuando trató de levantarla algo se lo impedía. Ella
se esforzó, lloró, gritó y pataleó, era como si un imán atrajese la pistola.
Pero ella no se rendía, no cedía, no paraba.
Gritó más fuerte mientras un montón de imágenes le pasaban
por los ojos: Amadeo, archivos, proyectos, fechas, datos, gente, sangre,
historia, programas, su padre, su otro padre, su madre Rachel, su anterior
novio, Raphael; su perro Toby... toda su vida en una secuencia desordenada y
rápida, sin muchos detalles. Una última escena, la de sus manos presionando la
frente de Amadeo hasta perforarle la parte superior de la cabeza, destrozándole
parte del cráneo e incluso el cerebro, seguida de una de la Magnum sobre la
encimera, las venas de ambos brazos reventándose al intentar elevarla, la
sangre saliendo a borbotones y la pistola metiéndose en su boca.
A pesar de tener gran parte de las venas destrozadas y de
sus brazos temblorosos inundados en sangre ella continuaba en pie, con las
piernas también temblando y las lágrimas volviendo a asomar por sus ojos
arrugados, sabiendo lo que estaba a punto de venir.
Un disparo.
2. La
mosca tras la pista
Es curioso que esta mierda sintética sea legal. Espero que
no se espante si me ve colocarla en el interior de mi mejilla metalizada, no es
que me dé pereza abrir la boca para ingerir alimentos, es que es más seguro si
mis mecanismos faciales los procesan, lo hacen más puro. No me mire con esa
cara, me ayuda a concentrarme. A ver, ¿qué tenemos? Sangre, sesos, trozos del
cráneo y, vaya... esto no me lo esperaba: microchips, cables... no déjeme, es
necesario que pruebe esta sangre si quiero llegar a alguna conclusión, podría
ser más desagradable si tuviese que meterme los dedos en la boca.
Su sabor es idéntico al de la sangre.
PROCESANDO: Aceite globular preparado en laboratorio.
Fluido materializado en ERROR datos confusos: 2077, 2092. Derramamiento
12-12-2097
Entonces, la sangre del hombre se ha mezclado con la de
esta puta sintética. Sin duda la fecha de la sangre de la sintética es la del
2092, pero el hombre parece bastante mayor incluso con el trozo de cara que no
tiene perforado, es imposible que tenga solo veinte años. Déjeme, estoy aquí
para manipular el escenario del crimen, para eso me pagan. A usted como si me
como el cadáver, cállese.
PROCESANDO: Sangre coagulada. Fluido materializado en
2042. Derramamiento 12-12-2097
Esta sí es la sangre del infeliz asesinado, lo que quiere
decir que esta zorra no es una sintética, pero tampoco una simple humana, ambas
fechas pertenecen a su aceite globular. ¿Que qué quiere decir eso? Puto
ignorante.
Vale, recoged todas las piezas con cuidado y avisadme
cuando estén listas. Peter, llama al mejor forjador que conozcas y que se
presente en comisaría cuanto antes.
Cuando tu vida es una puta mierda lo que más te gusta es
indagar en la mierda de los demás. Una vez que asumes que vives en ella solo
quieres revolcarte más, adentrarte en toda la mierda que veas y buscas pistas
que te lleven a más mierda. Es de eso de lo que me alimento. Me importan bien
poco la justicia, las víctimas o las desgracias ajenas, solo quiero vivir como
sé y como puedo. Me regocijo entre la basura, entre las vidas que se han ido al
traste porque han hecho elecciones peores que las mías. Supongo que no tengo
escrúpulos, eso me dijeron cuando ingerí el esperma que encontramos sobre una
prostituta asesinada. Muchos desaprueban mis métodos, pero una prueba en
laboratorio hubiese llevado más tiempo, y a ese cabrón no le dio tiempo a irse
muy lejos.
No me hubiese molestado que ese tipo hubiese escapado por
la posibilidad de hacer daño a otra persona, sino por que se me escapase a mí.
Devoro la mierda de esta ciudad no para limpiarla, sino para saciarme, y
ninguna rata asquerosa escapa de mí cuando me he quedado con hambre.
La de hoy ha sido una de las mierdas más grandes que me he
encontrado en mucho tiempo, no solo por el estropicio que había ahí dentro, que
no dejan de ser un homicidio y un suicidio, sino por lo que implica ese
estropicio. Y estoy seguro de que ahora mismo hay más de uno que está de mierda
hasta el cuello. Una mierda que pienso encontrar.
Buenos tardes, encanto. Veo que has estado trabajando en
nuestra bella y joven hija de puta. Un suicidio de lo más peculiar, ¿verdad?
¿Cómo que es posible que no sea un suicidio? Yo no he dicho que se haya
reventado las venas ella misma, pero está claro que nadie le metió una pistola
en la boca, sino que lo hizo ella solita. Ya habrá visto los restos de pólvora
en sus manos y la parte de arriba de su ropa.
Dame una alegría y dime que las venas destrozadas no son
heridas post mortem. ¡Bingo! ¿A quién le pueden reventar así las venas y seguir
vivo el tiempo suficiente para pegarse un tiro? Tú lo has dicho, ninguna
persona sería capaz, a no ser que seas un sintético de mierda. Ya sabes, un
androide. ¡Ah! Claro, podría ser un humano con implantes neuronales como el mío
en la mejilla, un cyborg. Viene bien después de que una puta desquiciada decida
pegarte un tiro a bocajarro, desde luego. Pero supongo que un humano con
implantes no tiene aceite en vez de sangre, ¿no? Ya sabes cómo lo sé, todo pasa
por mis papilas gustativas digitalizadas sin necesidad de lentos análisis.
Bueno, todo pasa por ellas menos lo que realmente me gustaría, y eso que me
meto de todo. Venga, no me mires con esa cara de asco, solo bromeo, sabes que
meterme sangre no me disgusta tanto.
Sí, sí, a lo que voy es que procesé la sangre y se trata
de aceite globular, pero siguiendo un proceso muy avanzando, diría incluso que
ilegal, que mantiene el mismo sabor de la sangre, textura, color...
Eso fue lo primero que barajé, pero no, no estaba mezclada
con la de la victima, no la que yo analicé. Por lo tanto esta sangre tiene
componentes humanos y artificiales, por eso la sangre es de dos fechas,
coincidiendo con la fecha de nacimiento de su parte humana y la fecha de
fabricación de aceite globular.
Eso es, una
androide orgánica, con cerebro humano y todo ese rollo. ¿Cómo? Bueno, pues una
puta genoide, como quieras llamarla. Pero esto no es legal.
He pedido que traigan a un forjador para que analice los
componentes, a simple vista no se puede ver ningún propietario. Pero, como
podrás ver cuando destapes el cadáver de ese pobre desgraciado, le mató
ejerciendo una fuerza brutal en su cabeza. Tal vez la programaron para matarlo,
tal vez es una adquisición ilegal de este tío y simplemente se descontroló, o a
lo mejor esta tía era una zorra de mierda que en un ataque de celos mató a este
viejo, que bien podía ser su padre.
Cabe la posibilidad de que, cansada de sus juegos
perversos y de que metiera sus dedos en su “sintéticoño” sin permiso, le
destrozara. ¿Qué? Ya, ya sé que si es orgánica no es sintética, no me jodas el
chiste. Además, aunque no sea sintética en su totalidad como el resto de
androides, ha de tener partes sintéticas. Es una aberración que no debería
existir.
Sí, también es
posible que él fuese un borracho malhumorado que le hacía la vida imposible y
que ella sólo se defendiese o buscase una venganza de algún tipo. O todo junto.
No es tan raro, creéme.
Un poco de comida basura, una cerveza y mierda en la que
indagar, la tarde no podría presentarse mejor.
A este desgraciado le cayó la mierda de repente, sin que
se lo imaginase. Amadeo König, alemán. Joder, su vida era impoluta, un puto
coñazo con el que todos hemos soñado alguna vez. Pero nadie se libra de la
mierda, solo que este tío ha acabado ahogado cuando empezaba a emerger de nuevo
de ella.
Su expediente académico es impecable: se graduó en
Ciencias y Filosofía Religiosa y Científica, obtuvo una matricula en su trabajo
de fin de grado titulado: La manipulación de la materia en descomposición
para su reactivación.
Después trabajó en los laboratorios Tormus, que, entre
otras muchas cosas, se dedicaban a crear medicinas que ayudaban a salir
adelante a enfermos de la riscalea, una enfermedad relativamente nueva que
genera bultos y llagas por todo el cuerpo con inflamación de los órganos y la
pérdida de los sentidos a causa de la excesiva exposición de ciertos implantes
defectuosos o de procedencia poco fiable, que desemboca en una muerte altamente
dolorosa para los cyborgs como yo.
Amadeo, que es el nombre de este infeliz, y su mujer
fueron premiados por sus aportes y avances en la medicina amparados por la
empresa Tormus y la financiación de nuestro gobierno para curar la mortal
enfermedad.
Ya había preparado una vacuna antes de que se fuese de
Tormus, vacuna que todavía no había facilitado a la empresa. ¿Usaron a la
sintética para intentar averiguar cómo fabricar la vacuna sin él? Y, ¿por qué
se fue de Tormus? ¿Se metió su mujer por medio?
No tuvo hijos, y su mujer, Belén Binsfeldgor, alemana con
raíces españolas, falleció en un accidente de coche. Gilipollas, hoy día es
imposible fallecer en un accidente de coche si activas la seguridad interna del
vehículo. En cambio, a las velocidades que van hoy día, tienes un 90% de
posibilidades de morir si tienes uno sin la defensa activada. Subnormal, sólo
hay que dar a un puto botón.
Su actividad en
las redes sociales cesó tras aquello. No, antes de cesar repentinamente destaca
algo. Todo son mementos académicos y laborales en Trapens, después usó otras
clasificaciones de mementos como mementos hogareños, mementos cocineros,
mementos divertidos, hasta mementos amorosos. Tras el accidente tiene un
memento triste, menuda basura de red social que te obliga a etiquetar tu
recuerdo compartido, ¿cómo puede etiquetar todo la gente? Todos son mementos de
mierda. A ver, el memento triste es solo una frase.
MEMENTO TRISTE :(
Memento mori, la mayoría de ignorantes que usáis esta red
social ni siquiera sabéis qué es esto, ni por qué se llama Trapens. Ella lo
sabía, ella era especial. Pero algún día estaré con ella otra vez, porque
“memento mori”.
Qué coño, yo tampoco sé de qué cojones habla, pero al fin
y al cabo no uso ninguna red social de mierda, tengo disculpa. Buscaré.
Monjes, saludos, “recuerda que vas a morir”... Vale, no
saco nada en limpio. Después tiene una última entrada.
MEMENTO ACADÉMICO:
Algún día estaré contigo otra vez. Memento vivire.
¿Recuerda que vas a vivir? Y, ¿por qué demonios puso un
memento académico? Tal vez se equivocó, o acabó hasta los cojones de etiquetar
los mementos y lo etiquetó como le dio la gana. El caso es que no volvió a usar
la red, pero tampoco la cerró.
Vale, dejemos la mierda de Trapens y sigamos con su ámbito
privado. Meses después del accidente, y tras la rehabilitación, comenzó a ir a
una psicóloga, la doctora Levi. Nada menos que trece años acudiendo a la
misma psicóloga.
Vaya, por fin se pone interesante. Fue registrado la noche
del 24 de noviembre en el Club Virgilio. Curioso, teniendo en cuenta que ni
siquiera de joven tiene registros en clubs, pubs o incluso restaurantes de
noche. Era poco fiestero, ¿qué le empujó a salir una noche trece años después
de la tragedia? Su psicóloga, claro, tras trece años ya tocaba que el hombre se
divirtiera. Veamos su registro informático. Ciencia, ciencia, ciencia, más
ciencia. Tecnología, ciencia, algo de cine... La pasión de Cristo de Mel
Gibson, vaya, esa es vieja de cojones. Curiosamente no parece un tipo muy
religioso, pero tampoco muy cinéfilo. Joder, más de cine prehistórico: Matrix,
It, Constantine, Blade Runner, La Guerra de los Mundos, Minority Report,
E.T., Yo, Robot; 1984, Westworld, Ghost in the Shell... Joder, son todo
películas del año la pera, no hay ninguna moderna o de hace si quiera cinco
décadas.
Anda, pero si hay archivos de porno, y no solo los de
temprana edad. Sus accesos a diferentes páginas porno van desde 2055 hasta
2097, este mismo año. Hay años con poca actividad, pero nunca nula. ¿Quién le
culpa? Lo que no cambia son las categorías. Desde 2055 hasta 2097 se masturbaba
con la categoría “jóvenes rozando lo legal”. Incluso un tío impecable como el
tiene una dudosa moral en cuanto a gustos sexuales. No seré yo quien le juzgue,
claro.
No hay búsquedas pedófilas, simplemente su preferencia
estaba entre los 18 y los 25. Nos ha jodido.
Creo que empiezo a abrir más vídeos porno por trabajo que
por placer, menuda mierda. Por lo menos a este le gustan cosas normales.
Vale, desde luego hay cierto patrón: vídeos con rubias,
morenas, castañas, alguna asiática, latina y rusa, pero predominan las
europeas. ¡Qué sí, señora Maldonado, que ya lo bajo!
Abrir novecientas páginas de porno simultáneamente con el
sonido activado no ha sido tan buena idea como imaginaba. Estos vídeos son de
los últimos tres años. Sí, le pueden las castañas de piel algo morena, pero no
excesivamente morena. Contrasta con la reproducción de vídeos con mujeres de
piel muy blanca, pero son la minoría de vídeos. Si hago un filtro el patrón es
claro
Cerremos esto, por más que me pese. Me ha ofrecido los
suficientes datos.
¿Sí? Perfecto, mañana a primera hora nos vemos con él en
la comisaría, entonces. Yo sigo trabajando. Hasta mañana.
Bien, mañana podremos analizar bien los componentes. De
momento solo sabemos que se llamaba Sarah Young, qué ironía. Hmm, pelo castaño,
piel morena, pero no en exceso; occidental, aunque americana y no europea...
Muy interesante.
Perfecto, necesito las grabaciones de esa noche en el
Virgilio y eso hasta mañana no me lo podrán facilitar, no viene en el pack de datos
facilitados por la poli. En cuanto a la joven Sarah, trabajaba en Farmacias
Salazar. Se graduó en Tecnológicas, también era un cerebrito con un expediente
académico limpio y envidiable. Su trabajo de fin de carrera fue Tecnología,
los límites de la moral y la ética en los procesos de la IA. Interesante.
Según esto fue activista por los derechos de las IA, pero nunca protagonizó
ningún escándalo. Trabajó un tiempo en la empresa Modaumen, en la fabricación
de aumentos. Después de que uno de los aumentos diseñado por ella fallase,
produciendo a un cliente riscalea, fue despedida de la empresa y demandada
junto a otros empleados responsables de dicha enfermedad por una negligente
manipulación, manteniéndose un tiempo lejos incluso de las redes sociales. Interesante
cómo juega sus cartas el destino. Solo que el destino esta vez tiene nombres y
apellidos, me juego el cuello.
No hay nada más reseñable, como si fuese una humana normal
y corriente. De hecho, más bien, como si hubiese desaparecido sin dejar rastro
¿Quién está detrás de esto? Todo indica que se trata de Tormus y la vacuna de
Amadeo.
¿Archivos encriptados? No me jodas con que parecen
irrecuperables debido a los daños. Si parecen no son, ponte a ello. Esta tía
tiene los datos sobre la vacuna, estoy seguro.
He llamado a la Farmacéutica Salazar en la que trabajaba,
todo estaba correcto, una trabajadora normal y corriente según sus compañeros.
Pero no todo puede ser verdad. Joder, con lo poco que me gusta viajar con
teletransportes y la puta sede de Tormus tiene que estar al otro lado del
charco. Mañana me pasaré por allí.
O, espera, vivimos en la era de la información y las
redes, solo necesito un hacker de mierda, seguro que ese forjador conoce
alguno.
¡Eh! Chaval, sabes que a la policía no le gustan los
hackers, pero si un hacker puede ayudar a la policía la cosa cambia. Además,
voy un poco por mi cuenta y necesito tu ayuda. No, no necesito manipular una
IA, sé que eso es jodido y altamente peligroso; lo que quiero es husmear por
los archivos privados de una entidad, no quieras saber más.
Llegas con retraso, joder. Pasa, anda. ¿Entre los hackers
hay secreto profesional o alguna mierda por el estilo? ¿No? Pues más vale que
no digas una mierda de lo que estoy investigando. He visto muchos crímenes, sé
cómo lo hacen los mejores para ocultar sus huellas, soy yo el que los descubre.
Bien, ya sabes que para cualquiera que te pregunte eres un primo lejano que ha
venido a verme, punto. Al fin y al cabo eres un niñato que vive con su madre,
nadie sospechará de ti. ¿Cuánto tardarás? Joder, voy a comer y beber algo.
Tengo de todo, todo basura industrial, pero es lo que le gustan a los chavales
de tu edad, ¿no? Como quieras, pero estás en los putos huesos, deberías comer
más, es de los pocos placeres que tenemos en la vida. Sí, te dejo trabajar.
¿Está? Proyectos, mails, grabaciones -joder, se me ha
olvidado pedir las putas grabaciones del club Virgilio-. ¿Cuatro minutos? Pero,
qué mierda de hacker, con cuatro minutos no tengo tiempo de nada. A ver, quita,
joder. Mails, proyectos... vamos, vamos. Con estos nombres no tengo ni puta
idea.
-Proyecto Lazarus (cancelado)
-Proyecto Sanctus (en marcha)
Joder, cuál está
relacionado con la vacuna o con la androide, ¿cuál? El Proyecto Sanctus se
enfoca en acortar el tiempo de curación tras el tratamiento y sus secuelas,
nada ¿Y en mails? Petición de informes, avisos de reuniones, planes de trabajo,
proyectos de futuro. A ver, a ver. Mejorar la estructuración de la plantilla,
renovar el convenio laboral... ¡Dios! Nada útil, ¿en serio? Aquí, mails con la
empresa que administra el sistema IA, Beyond Horizons. Mejora del sistema IA,
implementación de una IA para atención directa con los enfermos... todo legal,
joder. ¡Todo! ¿Qué ha pasado? Mierda, ¿ya? ¿No puedes volver a acceder? Joder.
Vale, en unos días vas a volver a visitar tu primo, ¿vale? Ya te avisaré. Toma,
te lo has ganado. Ahora tengo que mover el culo y seguir investigando. Hora de
hacer algunas visitas.
Archivo de la Dra. Tanya Levi
Informe Amadeo König
14-12-2097
El paciente ha fallecido asesinado el día 12-12-2097 de
manos de su propia novia, que resultó ser una genoide avanzada. Un detective me
ha visitado esta tarde para conocer más sobre Amadeo y leer su informe con el
fin de descubrir qué hay detrás de esto. Lo más normal es pensar que todo se
debe a un fallo de la genoide, y no darle demasiada importancia al hecho de que
fuese orgánica, al menos no para el caso del asesinato, independientemente del
fregado en el que esté el fabricante por hacer algo ilegal, nada que no se
pueda solucionar con un buen ejército de abogados. Pero el detective está
investigando en profundidad porque cree que hay algo más, algo que relaciona
este hecho con el propio asesinato. No me ha dicho qué ni si sospecha si la genoide
fue utilizada para conseguir algún secreto. Está investigando el historial de
la señorita Young, pues han conseguido descifrar a quién pertenecía la sangre a
una velocidad vertiginosa, posiblemente se deba a un implante cibernético que
tiene en la mejilla derecha, cerca de la boca. Está metido hasta el fondo en
esta mierda, y no creo que nadie en departamento tenga ganas de meterse tanto
como él. Me pregunto si alguien seguiría investigando lo que realmente hay
detrás de la muerte de Amadeo si a él le pasase algo. En todo caso, sea lo que
sea en lo que estaba metido mi paciente, mi trabajo termina aquí.
Por fin hacéis algo bien. Así que la procedencia de ese
androide estaba cifrado y proviene de la empresa New Life, los grandes
fabricantes de chatarra. Perfecto. Si consiguierais descifrar todo el contenido
de su base de datos le pediré a vuestro jefe que os suba el sueldo. Se avecina
una interesante noche de trabajo.
Chaval, hay novedades, así que hoy olvídate de la empresa
Tormus, tendrás que demostrar tus dotes de hacker introduciéndote en una
empresa llamada New Life. He buscado por mi cuenta información sobre ella, es
competencia directa de Beyond Horizons, dirigida por un marqués más viejo que
la riscalea. ¿Qué, que la riscalea es una enfermedad reciente? ¡Bah! Qué sabrás
tú. ¿Quién es aquí el cyborg?
El caso es que creo que están colando en el mercado
chatarra ilegal y peligrosa, pero necesito pruebas y saber a quién le vendieron
esa zorra cableada. Tarda lo que tengas que tardar, pero si pudieras darme más
tieeee... ¡¡¡aaaah!!!! ¡Duele! ¡Mi boca! ¡Pide ayuda, chaval! ¡Corre! ¡Dios me
sale sangre por la boca! ¡Mucha sangre! ¡Ayuda, duele! ¡Mi gargan....!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡Giahhhhhhhg!!!!!!!!!
3.
La pista tras el cuervo
Un anciano cuelga el teléfono. Está temblando, sentado en su gran sillón de piel frente a una chimenea de grandes dimensiones, mirando las llamas, sintiendo que su calor le envuelve, deseando ser consumido por ellas. No suelta el teléfono ya colgado, apoyado sobre una pequeña mesa de madera junto al sillón. Se aferra con más fuerza al teléfono y, mientras lanza un grito, arranca el teléfono de la luz y lo lanza contra la chimenea. Jadeante, alza la mirada hacia la carretera que lleva a la mansión, ve un destello de luz lejano que se dirige a su cabeza y un nuevo destello muy diferente al anterior y más cercano que genera dos figuras de la nada, dos siluetas que el anciano no se detiene a observar, pues reacciona y sale corriendo de la gran sala.
Un disparo rompe el cristal de una ventana del pasillo
rozándole una de las rodillas. El anciano cae al suelo. El disparo no produce
sonido, y el sonido del cristal rompiéndose no viaja más allá de la enorme gran
sala.
El hombre se
arrastra y se apoya contra un rincón del pasillo, lejos de cualquier ventana.
Su respiración se entrecorta, su mano aprieta la herida de la rodilla y pronto
empieza a sudar.
Suena el timbre, puede ser cualquiera de los dos. Sea
quien sea han debido de utilizar teletransportadores portátiles, peligrosos y
muy escasos, pero cualquiera de ellos podía poseer uno.
Un mayordomo, más o menos de la edad del hombre herido,
sale de su habitación dirigiéndose con urgencia al dueño de la casa, preocupado
por el estado en el que se encuentra. Le ordena llevarle a una habitación cercana
evitando las ventanas. El timbre suena varias veces, cada vez con más
frecuencia, denotando impaciencia.
Después le ordena abrir la puerta y le explica lo que
tiene que decir. Se arrastra bajo la cama. Podía caminar cojeando, pero tenía
que pasar por delante de la ventana, eligiendo arrastrarse para evitar ser
asesinado.
Escucha a los individuos que llaman al timbre, policías,
la mejor opción de los dos posibles. Seguramente vean la sangre, no han tenido
tiempo de limpiarla. Cuando Arthur los llevase a la cocina, evitando la gran
sala para que no viesen la ventana rota, se arrastraría al sótano.
Con suerte, el tirador no dispararía a la policía.
Pudo oír cómo entraban a la cocina. Primero interrogarían
a Arthur, el tiempo suficiente para salir de debajo de la cama arrastrarse
hasta abajo. El rastro de sangre deja un camino de desesperación entre los
pasillos. Para llegar al sótano debía pasar por delante de varias ventanas, no
tenía otra que arrastrarse.
Dobla una esquina, llega a otro pasillo y llega a un
pequeño rincón con una mesa y un jarrón de adorno. Se levanta con dificultad,
se apoya en la mesa, se resbala con su sangre y vuelve a caer. Lo han oído. Se
mueven, Arthur intenta impedirlo. El anciano herido se incorpora todo lo rápido
que puede, se apoya nuevamente en la mesa, coloca uno de sus dedos sobre un
botón oculto bajo la mesa. El suelo comienza a bajar, con la mesa y el anciano
sobre él, hacia un enorme sótano.
Mientras baja, los dos policías doblan la esquina. Le ven,
gritan para que se detenga y apuntan. Uno dispara. Mientras el suelo baja, un
segundo suelo se genera, convirtiéndose en un nuevo techo que oculta el hueco
dejado por el ascensor para los que están bajando al sótano, lo que
imposibilita a los policías si quiera dispararle desde arriba.
El anciano cae al suelo con el hombro derecho herido por
la bala del policía. Intenta moverse cuando el montacargas llega a las
profundidades, pero cae contra la pared, caminando apoyado sobre ella y dejando
un nuevo rastro de sangre.
Finalmente cae al suelo y se ve obligado a arrastrarse,
aunque no haya ventanales que lo pongan en peligro, dejándose engullir por la
fría oscuridad, disipada rápidamente por una luz roja de emergencia.
Cuarenta camillas ocupan el enorme espacio, en ellas hay
cuerpos ensangrentados, con cables, sin extremidades y la mirada vacía.
Monitores llenos de información se encienden junto a cada camilla cuando el
anciano comienza a escribir en el ordenador central de la sala tras erguirse
como puede en el asiento que hay frente a él. Tras hacer una copia de seguridad
de unos datos, los envía y borra los originales de ese ordenador. Se oyen
disparos.
El hombre sigue escribiendo, se quita la bata y la
camiseta, dejando al descubierto su pecho y el agujero de bala, quedándose sólo
con el pantalón, también ensangrentado. Se tumba con dificultad sobre una de
las pocas camillas vacías, se enchufa varios cables, configura algo en el
monitor, donde se puede leer un nombre: Damon. Se tumba, cierra los ojos.
Oye el flujo de la energía, seguido por el sonido de una
pequeña explosión. Después puede oír a alguien deslizarse por una cuerda. Un
hombre grita, es el único policía que queda con vida o consciente. Si el hombre
sobre la camilla abriese los ojos podría ver parte del techo destruido, el
cadáver de Arthur tiroteado y el cuerpo de un policía junto al cadáver. Bajo
esa violenta escena podría ver al otro policía soltando la cuerda y acercándose
a su camilla cuando sus pies apenas habían tocado el suelo. Pero no abrió los
ojos, sólo podía oír. Y oyó algo.
Un disparo. Ya no oye nada. Sólo un disparo. Aunque hay
dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis disparos seguidos, él solo oye uno, un
disparo y nada más. Un disparo y seis agujeros de bala en su cuerpo que se unen
a los dos primeros, el del hombro y el de la pierna. Sólo que estos seis se
reparten por todo el cuerpo y sólo el que oyó fue el que sintió por un
instante.
Las constantes vitales no muestran actividad, la sangre se
desliza por la fría camilla y fluye hacia el suelo. El policía se acerca a la
camilla del cadáver dando la espalda a la camilla más próxima con el fin de
asegurar la muerte de aquel anciano al que sólo iban a arrestar, tras descubrir
que estaba tras la fabricación de una genoide orgánica y, por tanto, ilegal.
La sangre fluye y cae al suelo, pero ya no sólo la del
anciano; al festín de sangre se une la del policía, que se desparrama por toda
la estancia tras ser atravesada su espalda por el brazo de aquel anciano.
Anciano que sigue muerto frente a él.
El policía no puede girarse para comprobar qué le ha
arrebatado la vida y cae sobre el anciano muerto, rebotando y cayendo contra el
suelo. Alza la mirada borrosa y, antes de poder ver la cara de su asesino, todo
se desvanece. Su cabeza queda aplastada bajo el pié de aquel anciano, que poco
tiene ya de aquel anciano.
El anciano, con el pie todavía sobre el puré en que se
había convertido la cabeza de aquel policía, se mira a sí mismo, muerto. Su
“yo” orgánico, su “yo” débil, su “yo” inicial. Levanta el pié pringoso con
trozos de sesos y cráneo pegados en él, sonríe, aparta con el sucio pie la bata
del suelo tras limpiarse con ella, y coge la camiseta negra. Después, de un
gran salto, vuelve a la parte superior de la casa traspasando el agujero del
techo, que desde arriba corresponde al suelo.
Un nuevo disparo del exterior rompe otra ventana, impacta
contra su cabeza y rebota. El anciano mira al exterior, pega otro gran salto
hacia el cielo estrellado, de un solo puñetazo atraviesa un pequeño dron que
flotaba en el cielo y se impulsa hacia atrás usando lo que queda del dron como
soporte para abalanzarse hacia una de las gárgolas del exterior de la gran
mansión.
Sobre la gárgola, que representa un lobo con cola de
serpiente y que parece escupir fuego, observa caer el dron a la hierba y se
alza ante la noche sin miedo, gritando hacia la inmensidad nocturna como una
bestia enfurecida tras despertar de un placentero sueño, o tras quedar libre
tras una dolorosa tortura. Sus ojos casi parecían arder iluminándose en la penumbra.
Un destello invade la oscuridad exterior y 54 hombres
aparecen de la nada. No eran policías.
Nada más aparecer, cada uno de ellos mira al cielo y ven
esa figura sobre la gárgola que conseguía intimidar más que la propia gárgola.
Se acercan apuntando con linternas acopladas a las armas, iluminando a ese
anciano tan lejos de parecerlo. Todos tienen una misión clara, eliminar a
Damon. Y si llevan 54 hombres para matar a un anciano es porque saben lo que
el anciano puede hacer.
Un nuevo grito resuena en aquel escalofriante paisaje. No
es el de un humano, tampoco el de un monstruo. Es el grito de una máquina
enloquecida por la traición.
Damon se abalanza desde la gárgola a una velocidad
sorprendente, ni un rayo hubiese podido ser más rápido. Todos disparan sin
resultado. El suelo tiembla con el puño del androide impactando sobre él, y
todos los soldados salen disparados cayendo aparatosamente contra el suelo.
Algunos quedan inconscientes, otros mueren aplastados, el resto se incorpora y
sigue disparando, pero las balas rebotan en Damon y él sigue destrozando pechos
y cráneos con sus puños, pulverizando organismos con energía de la palma de su
mano y calcinando a los pocos supervivientes con el fuego de su boca.
La camiseta negra acaba destrozada y su cuerpo tan sólo
algo magullado, apenas sale sangre, o lo que se conoce como aceite globular.
Está rodeado de cadáveres, mirando desde fuera a los ventanales de su mansión.
Ya no jadea.
Ahora Damon comprende que si no hubiese usado eso como
último recurso, como huida, hubiese podido hacer grandes cosas antes. Tardó en
comprender que podía pasar su estructura cerebral a otro cerebro acoplado a su
cuerpo de androide orgánico dejando su cerebro en el cuerpo original, sin
aparatosas operaciones de transplante, como la de Sarah Young.
Un nuevo disparo retumba en el lugar. Un disparo que no
proviene del arma de ninguno de los 54 cadáveres, ni de ningún dron o policía
ya muerto. Hasta a una mente perfecta como la suya se le había olvidado con
tanto entusiasmo y adrenalina –o algo parecido a ella- aquel primer destello.
Ocho disparos hubo
antes de la llegada de esos 54 hombres, sólo tres audibles para él, y un último
se escuchó tras la batalla, este completamente audible para el anciano
renacido. En esta ocasión no perfora un cuerpo orgánico o rebotó en el cuerpo
de Damon, esta vez rasga el acero y destruye los circuitos, o parte de ellos.
La mitad de la
cara de Damon está destrozada, pero él sigue vivo y sólo tiene que rastrear la
trayectoria del proyectil para encontrar al ejecutor de tal disparo y acabar
con él. Una vez localizado al francotirador, sobre un montículo de piedra,
Damon lanza un tercer grito ensordecedor y salta de tal manera hacia su lejano
objetivo que casi parece volar.
El puño de Damon podría haber destrozado la cabeza del
francotirador, pero éste se agacha velozmente al tiempo que saca una cuchilla
retráctil de su muñeca y atraviesa el estómago de Damon, lanzándolo después al
suelo con un agujero por el que asoman cables y chips.
Damon se levanta y
apunta con sus palmas al asesino, desde las que lanza dos bolas de energía que
el asesino esquiva hábilmente mientras se acerca a Damon, con el que
intercambia varios golpes.
El anciano androide para golpes y esquiva cuchilladas
mientras asesta otros golpes que el asesino se ve obligado a esquivar debido a
la potencia de sus puñetazos.
Del ojo que le queda sin dañar Damon dispara un rayo láser
que el asesino detiene con su cuchilla, provocando que reflecte y acabe
destrozando los troncos de varios árboles de la zona. En ese momento, el
androide se abalanza contra el asesino asestando un nuevo puñetazo que éste
detiene cortándole la mano con la cuchilla, fabricada de un material especial,
al igual que las balas, con el que consigue dañar al blindado Damon.
Justo tras ser su mano amputada, Damon vuelve a escupir
fuego por su boca haciendo caso omiso a su amputación. El asesino apenas puede
reaccionar al encontrarse tan cerca de su rival y parte de su cara es quemada.
El asesino no grita, sólo mira a su oponente con parte de la cara entre
ennegrecida y enrojecida. Están empatados.
El misterioso asesino saca un dispositivo, Damon sabe lo
que es: un teletransportador de corto alcance. Con él es imposible viajar, pero
sí puedes desplazarte instantáneamente un máximo de 500 metros. Su uso es
limitado, pues su carga se agota tras tres usos, y hay que esperar media hora
entre uso y uso.
El asesino acciona el dispositivo, su silueta se difumina,
pero Damon lee sus movimientos, da una vuelta de 180 grados a gran velocidad al
mismo tiempo que propina un golpe, anticipando así el ataque de su asesino,
cuya intención era la de teletransportarse a su espalda y cortarle la cabeza.
Era, porque el asesino no se mueve del sitio, el
dispositivo de teletransporte está dañado, el asesino lo sabía. La silueta se
difumina, pero no llega a ser teletransportada, se mantiene en el sitio. Todo
estaba calculado.
Al mismo tiempo que Damon da el giro para intentar pillar
a su rival desprevenido, es el asesino el que se adelanta, lee sus movimientos,
y, tras la treta, se abalanza contra el descuidado rival, no para cortarle
cabeza, sino para atravesársela con la cuchilla.
Damon cae al suelo temblando y sufriendo varios
cortocircuitos mientras grita con toda la ira que le queda antes de apagarse
para siempre. Mira desde el suelo la cara de su asesino, un ser joven, con la
piel morada, rasgos similares a los de un humano, los ojos azules y un cráneo
protuberante. Uno de los pocos alienígenas que llegaron en el 2077 al planeta
en aquella nave, cuya llegada no se hizo pública y de la que casi nadie tiene
constancia.
Le quedan cinco minutos de actividad cognitiva antes de
que su sistema operativo mental se apague para siempre. Esos cinco minutos los
pasa mezclando frases coherentes con otras inconexas; palabras con sentido y
sonidos errantes. Pero lo consigue, consigue poner en su sitio su actividad
neuronal el tiempo suficiente para hacer un trato. No sabe quién es ese
alienígena, pero sabe para quién trabaja, sabe en qué condiciones y que la
información que le proporcionan será escasa, casi nula. De lo contrario no
hubiese aceptado, ni por todo el dinero del planeta.
Lo que no sabía es que se equivocaba. Al menos en parte.
Le da las claves y las instrucciones necesarias. Le da la
libertad sin que sepa que lo condena a sufrir lo que, sin que Damon lo supiera,
él ya una vez sufrió. Pero, una vez más, Damon se equivocaba.
Un cuervo se posa sobre una de las gárgolas. Damon sonríe.
La mano amputada, el pecho perforado, parte de la cara destrozada y la cabeza
atravesada por una brillante cuchilla aportan a esa sonrisa una sensación
extraña de victoria en la muerte. Un último espasmo, que no hace más que
acrecentar la sensación de locura en ese cuerpo destrozado, es sucedido por el
silencio, la quietud. Y, de fondo, imponiéndose a la quietud y la calma,
aquella maquiavélica sonrisa.
4. El
ángel confiado.
Un cuervo grazna. Su graznido resuena como un eco. Casi
parece que se ríe. Miro el cadáver del cyborg; su imagen me produce una mezcla
entre lástima, asco e incertidumbre. Sé que no he de fiarme de él ni estando
muerto, pero no soy un mercenario corriente, no trabajo por dinero, sino porque
no me queda otra opción como exiliado.
Mi fin no es el vil metal, pero ahora lo necesito; y no lo
rechazaré aunque el que me lo ofrezca sea mi objetivo aniquilado.
Y menos cuando toda la información que me ha dado el
androide orgánico era una llave, acceso a una riqueza incalculable para mí y a
un arma para dañar al hombre para el que no tengo más remedio que trabajar.
Un arma de doble filo, pues ese cyborg no daría algo tan
valioso sin esperar desencadenar algo. Tal vez creyera que no sabía lo que era,
pero lo sé perfectamente. Sé que me salpicará, pero sé que he vivido este
tiempo para llegar a este momento y hacer lo que estoy a punto de hacer.
Avanzo hacía el interior de la mansión con cierta
tranquilidad, pero manteniendo la alerta constante e ignorando el dolor de mi
rostro quemado. Siento las células de mi cuerpo intentando trabajar para su
reconstrucción.
Mientras camino observo que el edificio es más
escalofriante que nunca con esa dantesca escena dibujada en sus aledaños, con
personas destrozadas como si una antigua criatura del averno hubiese despertado
de la cripta para castigar devorando a los que osaban descender a los infiernos
con ella.
Pero, ciertamente, no le temo a nada. A pesar de que la
risa del cuervo no cesa, a pesar de que la gárgola de piedra me observa con una
sonrisa socarrona, no tengo miedo. No después de lo que vi en el lugar del que
procedo.
Al principio colaboré con ellos por iniciativa propia. No
esperaba recompensa ni reconocimiento, no era codicioso, no deseaba el mal y
pequé de confiado. Pero vi lo que hicieron a algunos de mis hermanos, a
aquellos que no colaboraron y pretendían tener una vida normal, nada más que
una vida similar a la anterior. Oí, en ocasiones, cómo los torturaban, como los
eliminaban. Todavía hoy no entiendo por qué. Sabía lo que me pasaría a mí si
dejaba de trabajar para ellos, pero no seguí allí por miedo a lo que me pasara.
Ni siquiera sé muy bien por qué esperaba. Tal vez una oportunidad de venganza.
Hoy ha llegado el día. El día de vengarme de aquel que
actúa como si fuese Dios, el dios de su mundo; para lo que debo bajar al
infierno cibernético de aquel anciano y cumplir mi papel como si fuese el
mismísimo Satanás, al que tantos humanos temen. Dinero y venganza, dos cosas
que al antiguo Omnam no le interesaban. Sólo codiciaba la dicha en los
corazones de los míos, pero me los arrebataron.
He sido un siervo para mantener a salvo algo que no es
mío, ha llegado la hora de desatar el caos. Tal vez la calma perdure durante
varios años más, tal vez algún siglo. Es posible que mis ojos vuelvan a ver
algo similar a lo de aquella vez, pero ya no me importa. Esta vez acataré los
designios y observaré cómo lloran al dios que adoran y que no hizo ni hará nada
mientras su tridente desciende movido por las cadenas de los esbirros del ser
al que temen y evitan.
Contemplaré cómo la invisible figura de la fusión de ambos
seres, perdida en la eterna oscuridad, crea una espeluznante centella de luz
que silencia el terror y da voz al sinsentido mientras los engranajes,
perfectamente engrasados y en funcionamiento constante que dan movimiento sin
más esfuerzo a los que una vez sudaron para que les facilitasen la vida, se
detienen para siempre.
El suelo está destrozado, el montacargas que lleva abajo
también. Por suerte se ha generado una escalera que también permanecía oculta.
En algunos tramos el mecanismo de la escalera falla debido a la destrucción
ocasionada por, posiblemente, el policía o incluso el propio androide.
Bajando los peldaños del sótano de aquella tan enorme como
silenciosa vivienda, cuyo interior no era menos escalofriante que su exterior,
y en la que había restos de cristales de ventanas destrozadas por las balas y
algún cadáver que se había anticipado al festín que el cuervo había organizado
en los alrededores, pensé en todo lo que había aprendido durante mis años en
este lugar.
Pensé en aquel hombre asesinado por la mujer que amaba, en
aquella mujer que amaba al hombre que debía asesinar. También en aquella –como
la definió él-, “mosca cojonera” que había escarbado demasiado entre la mierda
de aquella pareja condenada. Pensé en el escultor sin alma, en la musa
embotellada, en la sirena del abismo y, por supuesto, pensé en él; en el dios
que no es tal, el todopoderoso que se opuso al único al que, tal vez, pudiera
llamarse dios. Al que, evitando el infierno, se convirtió en el primer demonio.
También pensé en mí; el forastero sin hogar, el mercenario sin dinero, el
destructor de mundos. No tan diferente al escultor.
Pensé en todos nosotros, en apariencia gente normal -al
menos así me ven los míos-, pero todos peculiares. Todos figuras que evocan a
lo que, sorprendido, leí cuando llegué aquí; aquel libro que tanto me
impresionó y al que los antiguos de este mundo llamaron Biblia.
Recuerdo cada fragmento que leí, cada historia, cada
invención. Lo leía perplejo, pues no veía historias que realmente hubiesen sucedido
antaño, pero sí vi en él la naturaleza del hombre. Vi más que saber antiguo, vi
saber profético. Busqué el bien en esos escritos, pero sólo vi el dolor que
seremos capaces de provocar.
Cada uno de nosotros, cada figura que había tenido algo
que decir en esta función –que mientras siga teniendo algo que contar mantendrá
el telón abierto- había representado un papel de aquel libro. Pero no era el
papel de ninguno al que llamaban salvador. Ni siquiera él, y mucho menos yo.
Siete figuras, una de ellas acompañada por otra imprescindible que, manipulada,
no podía considerarse como nosotros. Una figura dentro de la ecuación, pero que
no formaba de forma voluntaria parte de ella. Un elemento externo usado por
otro de los actores para eludir la escalera de los cielos y mantener cerrada la
trampilla a los infiernos.
Cada una de esas figuras hemos ignorado el camino
correcto, lo que llamaron los diez mandamientos, para convertirnos en la
antitesis, personificando eso a lo que llaman pecado. Lo vi claro entonces y lo
veo claro ahora. Con cada peldaño que desciendo más claro lo veo. Hemos luchado
para algo más que la simple supervivencia, intentando eludir nuestro destino.
Sería interesante poder explorar más allá de ese destino, comprender el por
qué. Pero ya he tenido suficiente intentando comprender nuestra naturaleza,
comprender qué nos ha llevado aquí.
Cuanto más cerca estoy del sótano el calor de la quemadura
de mi cara aumenta. Posiblemente sea un efecto psicológico de mis pensamientos,
o tal vez los mitos cada vez son más reales, pero siento el calor como si el
infierno se abriese realmente ante mí.
Y ya no sólo en mi cara, en todo el cuerpo. Siento mi
sangre hervir, mis órganos parece que se fuesen a deshacer en cualquier
momento. Al fin entiendo que es real, no psicológico ni poético. Mi organismo
arde fruto de un factor externo que no tardo en comprender, nada que ver con el
combate anterior.
Me tambaleo y caigo torpemente revolcándome entre los
escalones que me faltaban. El suelo parece lava, no puedo quedarme más aquí
tumbado.
Me reincorporo mientras mis células intentan recomponer
los daños. No dan abasto, el nivel de descomposición es alto.
No me detengo a observar el laboratorio ni el cadáver del
suelo y me acerco al ordenador, situado en el lugar en el que me dijo el
cyborg. Él mismo podría haber realizado el envío tras haber sido traicionado,
pero supongo que estaba demasiado preocupado en sobrevivir y pensaba hacerlo
luego, tras su esperada victoria contra mí y el resto de sicarios contratados.
No sé si la función acaba aquí, pero, desde luego, este es
mi último número. Todos hemos obrado mal y todo nos ha llevado hasta aquí. El
sacrificio de todos y cada uno de nosotros habrá sido en vano, pero tengo que
hacerlo.
El calor apenas me deja respirar, me arde todo el cuerpo;
para mí esto es un nuevo sacrificio. Lo siento por aquella joven escultura
utilizada, por la sirena abisal, el escultor de acero y no tanto por el
profeta. Vuestros esfuerzos, al igual que los míos, han sido inútiles.
El enamorado asesinado ha ganado y, con ello, todos hemos
perdido, incluso la musa embotellada, la causante indirecta de todo. Porque ese
era nuestro sino. No es culpa de nadie más que de nuestra alma y de su creador.
Ahora es hora de mirar fijamente a la serpiente de la que hablaban los antiguos
y demostrar que el que escribió aquel fragmento era tan buen mentiroso como
buen profeta.
La manzana ya fue arrancada por aquel doblemente enamorado
y seducido por la serpiente del conocimiento con la promesa de devolverle la
vida a su musa desvanecida. Ahora que vuelve a estar custodiada en el paraíso
por el profeta es el momento de volverla a arrancar para ofrecérsela al resto
del mundo y abrir las puertas del infierno.
Soy Omnam, el destructor de mundos, el último actor de
esta macabra función que, me temo, no ha terminado. Pero sí para m... ¡Buaghh!
Envío de Unidad 124B58-XA
DATOS EXTRAÍDOS: PROYECTO E.V.A.N
-Fecha datos extraídos: 12-12-2097
-Fecha envío: 12-12-2097
-Destinatario: Damon Conman
-Nuevo destinatario: Samuel McNamara
-Nuevo destinatario: Farmacéuticas Salazar, Farmacéuticas
Oilskin, Farmacéuticas Estella, Farmac... (500+)
-Investigación de Amadeo König para la resurrección
inmediata y la regeneración absoluta de células muertas
-Objetivo: Vida eterna
-Contenido: Fórmulas, datos, progresos, resultados
-Actualizaciones: 207
-Clasificación: Altamente PELIGROSO e IMPORTANTE.
Eliminando... [Error] Cancelado
Enviando... (12%)
5. El profeta de la oscuridad
Aquí me hallo, ante un demonio envuelto en sombras. Uno
más. Me habla, me susurra, me revela información. Se ríe. Algunos me toman como
el mismísimo Diablo, pero si alguien escuchase esta historia podría tildarme
como el propio Satán. ¿Lo soy? Tal vez dependa de quién cuente la historia, de
la perspectiva o de la información que se tenga. Depende de si la historia sale
de boca de un vomitivo detective, de uno o varios alienígenas traidores o de
narradores externos a la acción que narren en pasado o presente.
Yo soy el único que poseo la verdad. Yo sé todas las
versiones, ahora sí; ella me ha mostrado, de alguna manera, lo último que me faltaba por saber. Soy
narrador, narrador del presente y del pasado, en breves también del futuro. Soy
observador y partícipe y, tal vez, también uno de los siete demonios que han
tenido que ver con la destrucción de nuestro todavía intacto planeta. Pero no
soy Satanás ni Lucifer, no. Yo soy Dios, y Dios, desde luego, en algún momento se parecía al traidor de Lucifer.
La mayoría me conocen como Samuel McNamara, algo que
cualquiera notará irónico por partida doble si investiga un poco. Pero mi
nombre ya da igual, pues voy a ser aniquilado por ella.
Él la llamaba la Musa Embotellada. Estúpido, sólo es un
demonio más, uno despiadado y engañoso que está a punto de acabar con mi vida.
Hemos sido sus juguetes para nada, pues hasta ella perecerá tras condenar
nuestro mundo.
Irónico también resulta que yo sea el malo de esta
historia de espías, detectives y aliens; que nadie ahí fuera se imagina que
haya podido suceder realmente.
Así es, si fuese una historia clásica con todos estos
elementos yo sería el mal: un hombre de negocios, trajeado, que se mueve en la
sombra y que impide lo que la humanidad desea. Qué fácil es lanzar juicios.
Hasta ella, la perpetradora, la que nos llevará a la ruina, me considera “el
villano”.
Sí es así, la historia está a punto de llegar a su final,
pues el villano está a punto de morir y los héroes están cerca de su condenada
victoria. Una victoria que ya pueden rozar y que será definitiva tras mi
asesinato, que llega tras varios disparos de mi pistola que no produjeron
efecto alguno, y de los que sólo queda un fuerte olor a magnesio, y unas manos
agarrando mi cuello. Puedo ver su rostro maquiavélico fingiendo dolor por lo
que ha de hacer para mantener el silencio y que no destruya su mundo
pre-apocalíptico. Pero no puede engañarme, pues veo en ella un atisbo de
felicidad, de locura.
Pero no es lo único que veo. Tras dejar las sombras paso a
la luz, puedo ver claramente todo, no sólo su rostro o la famosa luz al final
del todo, pues aún sigo vivo. Veo todo lo que nos llevó hasta aquí; veo el
pasado, el presente y el futuro. Veo más allá de este mundo, más allá de la
vida y la muerte. Y, siento decirlo, no me gusta lo que veo.
Las imágenes pasan delante de mí como un torbellino y el
tiempo por un momento se detiene, o eso me parece.
Si cualquiera pudiese ver lo que yo veo ahora podría
entender todo lo que ha pasado, comprender lo que no quiere comprender y
conocer la verdad que preferiría mantener en la más olvidada sombra.
Por aquel entonces era yo el que me hallaba en las sombras y
no ella. Pero tampoco era una simple trabajadora, sino un miembro de la junta
directiva con mucho talento. Cuando hablo de ella hablo de Ella, de Belén
Binsfeldgor, la esposa de Amadeo König, mi mano derecha. No eran simplemente
miembros de la junta directiva, unos excelentes investigadores o mis más fieles
trabajadores: eran mis dos grandes amigos.
Vivimos en la era cibernética, las maquinas cada vez son más
normales en nuestro mundo, nuestras vidas dependen de ellas. Estamos rodeados
de androides, genoides, cyborgs, robots, mechas... y todavía no nos hemos
acostumbrado. Nos dan miedo los cambios en nuestro cuerpo, y más si no son
orgánicos; tememos a la inteligencia artificial y sus capacidades y a que las máquinas
nos quiten el trabajo.
Mediante leyes se limita el potencial que tanto nos puede
beneficiar y, para colmo, algunos pretenden equiparar a los androides con los
humanos en materia de sentimientos y emociones. Nos obligan a actuar en la sombra, pero nunca para traicionar los
intereses de la gente ni a los nuestros, sino para combatir la ignorancia.
Nuestro planeta fue creado para que los organismos que lo
habitasen evolucionasen y usasen todos los elementos necesarios para mantenerse
en funcionamiento, vivos, usando todo tipo de elementos y energías. Los
androides son una herramienta más de los humanos, y los humanos con partes de
su cuerpo cibernéticas no dejan de ser humanos por ello.
De esta forma, el activismo en defensa de los derechos de
los androides es tan absurdo como el racismo hacia los cyborgs. El problema es
que nadie entiende nada.
El problema es que ni siquiera Amadeo König y Belén
Binsfeldgor entendían muchas de estas cosas, por muy inteligentes y buenos que
fuesen en lo suyo. A menudo debatíamos, acompañados de una buena cerveza y un
buen vino, sobre todo esto. Ambos eran defensores de los derechos de los
androides, claro, entre otras muchas cosas. Pero los choques entre nosotros no
afectaban a nuestra relación. Tal vez porque no lo sabían todo.
Antes de aquel día que cambió nuestras vidas yo actuaba a
favor del mundo en constante movimiento, del mercado y de mí mismo. Pero nunca
sin acomodarme, tomando riesgos y manteniendo alerta al mundo. Lo hacía antes
de saber lo que debía hacer y de conocer la verdad sobre qué era lo correcto.
Reconozco -si eso hace sentir mejor a algunos-, en los que son mis últimos
eternos segundos, que tal vez es en ese momento de mi vida en el que se me
podía acusar de cierta villanía, que yo por otra parte no veo de ese modo. Pero
mis intereses individuales primaban sobre el resto.
Nadie podía imaginar que tenía una empresa fantasma desde la
que manejaba los hilos de dos empresas, la mía: Tormus, y la de Damon: New
Life, menos aún cuando todos los servicios cibernéticos y el sistema IA de mi
empresa estaba contratado a través de Beyond Horizons, la competencia de New
Life.
Damon era mi testaferro, y desde New Life, que poseía otras
empresas subsidiarias como Modaumen, nos encargamos de crear un virus, riscaleaphylla,
a través de ciertos aumentos manipulados.
En Tormus, entre otras cosas, nos dedicábamos a combatir la
enfermedad provocada por ese virus, conocida comúnmente como la riscalea,
aportando yo mismo mucho dinero para la investigación.
Evidentemente los
beneficios fueron mayores y New Life no se vería perjudicada, pues la
responsabilidad recaería en Modaumen y ciertos trabajadores. Nuestra legión de
abogados hicieron el resto para mantener Modaumen a flote consiguiendo que la
sociedad viese la riscalea como el cáncer: una enfermedad que los cyborgs
pueden sufrir y para la que no había cura.
Y, a pesar de que todavía existe racismo hacia los cyborgs
por parte de los puristas, cada vez son más los humanos que se ven obligados a
llevar alguna pieza cibernética, ya sea por accidentes o enfermedades graves o
menores, por lo que la enfermedad se extendería hasta convertirse en un
problema de todos.
El negocio sería para algunos tildado de poco ético, pero
era necesario para mantener el mercado a flote. Incluso tuvo una función
social, pues fueron más los humanos puros que se solidarizaron con el
sufrimiento de los cyborgs que los que les repudiaron aún más por culpa de la
enfermedad.
Nuestra intención es que muriesen los menos posibles y se
sacase adelante la cura cuanto antes. Amadeo y Belén lo consiguieron.
Evidentemente, el gobierno también se colgó medallas, pues también aportó
dinero, pero los que tuvieron el mayor reconocimiento fueron ellos dos y la
propia Tormus.
A mí no me importaba mantenerme a la sombra y hablar lo
justo como director de Tormus. Me alegraba de que ellos fueran los
protagonistas, y no negaré que un mínimo sentimiento de culpa me agolpaba, a
pesar de saber que hacía lo mejor para todos.
Gracias al virus ideado por Damon y por mí a New Life,
Tormus y sus subsidiarias les fue mejor, y con ello a sus trabajadores y
familias. Sólo menos de una decena de ellos se vieron involucrados en el
escándalo de la implantación de mecanismos cibernéticos defectuosos que
extendieron el virus entre la población cyborg, y tan sólo 15.557 personas
fallecieron en todo el mundo durante esos dos años. La clave fue la repentina
aparición del virus y su velocidad, pues los primeros casos se manifestaron muy
rápido y murieron de formas horribles. Otros murieron en hospitales y muchos
más poco antes de que se encontrase la cura. Pero no fueron tantos para ser
cifras de dos años.
El siguiente paso
era fabricar una vacuna que nos aportaría muchos más beneficios y mantendría a
la gente a salvo, además de nuestros bolsillos llenos. Durante un tiempo Amadeo
trabajó junto a Belén en esa vacuna, hasta que sucedió algo que nunca
hubiésemos esperado.
Recibí una llamada del presidente del gobierno, que,
evidentemente, estaba al tanto de mis movimientos secretos con New Life, y me
pidió ayuda con un asunto ultrasecreto.
Yo había trabajado en múltiples ocasiones con el gobierno y
fabricado desde mi empresa armas biológicas para sus guerras -algo que también
solía ser motivo de acalorado debate con Amadeo y Belén- y hasta en
experimentos de todo tipo con prisioneros y soldados. Pero lo de ese día fue
totalmente diferente.
Los radares de una base del ejército estadounidense habían
detectado un artefacto volador no identificado en una zona cercana. En el lugar
señalado no aterrizó ninguna nave, sino que se estrelló. En su interior
encontraron seres sin identificar muertos tras el accidente, sobreviviendo tan
sólo siete.
Eran seres de diferentes tonalidades violetas, con una
protuberancia en la cabeza y con la capacidad de pensar, hablar y aprender.
Alienígenas... no me lo creí hasta que lo vi.
La nave había sido desintegrada -proceso que duró cinco
horas, pues no contamos con desintegradores instantáneos todavía, a pesar de lo
que algunos conspiranoicos creen- y los alienígenas habían sido llevados en
secreto a una base subterránea. Tres nos guardaban rencor por haber
desintegrado la nave junto a sus cadáveres y llegaron a escupir una saliva
viscosa y verde -y por suerte no perjudicial-al presidente. Los otros cuatro
estaban dispuestos a aprender el idioma y ha llegar a un entendimiento.
Mantuvieron a los tres prisioneros en jaulas, encadenados,
mientras que a los otros cuatro los mantuvieron en celdas con camas y alimento.
Cuando pudimos comunicarnos con ellos hubo una reunión en la que uno se
mostraba reticente a nuestras condiciones, pues se negaba a vivir en la base
subterránea haciendo su vida allí aunque fuese fuera de las celdas. Quería
vivir en el exterior con el resto de los habitantes del planeta.
El presidente se negó rotundamente, pues no interesaba que
los ciudadanos entraran en pánico no sólo al saber que existían los
alienígenas, sino al saber que habían venido porque su planeta había sido
destruido y que lo mismo podría suceder con la Tierra si seguía evolucionando
tanto.
Huelga decir que la mayoría no les creyeron, pero, claro, si
salían en la televisión contando algo así la paranoia se generalizaría y esto
podría afectar de algún modo al mercado tecnológico y científico.
Yo escuché atentamente sus palabras y sí les creí, pero si
me llamaron no fue para escucharles, sino para diseccionar a alguno y
estudiarlo. Debía enviar a mis mejores científicos. Y sí, no tardaron en
ejecutar a los tres prisioneros. De los otros cuatro, el que quería vivir fuera
intentó escaparse así que también se lo cargaron, al fin y al cabo nadie se
enteraría y no había que seguir las leyes que exigen un juicio justo. De los
tres restantes dos de ellos acataron y uno se rebeló al ver lo que habían hecho
con sus hermanos.
A ese le interrogaron y torturaron, pero no dijo nada nuevo
y acabaron pasándose, hasta que murió. Por este hecho los otros dos, Omnam y
Unthara, no nos tenían mucho aprecio. Pero acataban e incluso entrenaban con
los soldados demostrando grandes cualidades de combate que nunca usaron contra
ellos, pues les superaban en número y podían acabar fácilmente como sus
hermanos.
Las disecciones fueron interesantisimas, pero lo más
interesante venía de boca de los vivos. No tardé en hacerme amigo de Omnam y
Unthara cuando se enteraron de que me creía su relato sobre el fin del planeta
si seguía evolucionando, así que decidí comprárselos al gobierno para que
viviesen en uno de mis laboratorios subterráneos, en los que había más lujos
para los descansos de los trabajadores que en aquella base.
El gobierno aceptó el dinero a cambio de los alienígenas,
pues les hice creer que íbamos a diseccionarlos vivos para comprobar su
organismo en funcionamiento. Por si se escapaban colocaron explosivos en el
interior de su cuerpo y bloquearon la posibilidad de que su materia fuese
teletransportada.
Ellos se encargaron de transportarlos en secreto a mi
laboratorio, tras lo que no volvieron a intervenir. Como os podéis imaginar, la
confianza que tenía en mí el presidente era enorme y se puede decir que sólo a
él le traicioné. Pero ahora más que nunca era por un bien mayor.
Con el tiempo, tras muchas charlas con ellos, entendí que el
fin del mundo no llegaría con la evolución de la tecnología y la ciencia, no
era tan simple. La evolución nos llevaría al estancamiento, a la perfección,
algo que ellos en su planeta ya experimentaron.
Habían convertido Ranthum, su planeta, en un paraíso que no
tardó en convertirse en un infierno. Consiguieron la vida eterna y la
desaparición de las enfermedades, habían llegado al cenit de su civilización.
Un día, un temblor les heló el corazón. Aún recuerdo su
mirada, cómo narraba el cataclismo. No supo explicar cómo, pero asegura que
comprendió lo que había pasado. Recuerdo cómo describió esa sensación de algo
superior que les hablaba, aunque no oía voz alguna; cómo describía la seguridad
de que algo superior que procedía de lo más profundo del oscuro universo les
sentenciaba tras haber conseguido la perfección. “¿Por qué?” Se preguntaba.
Puedo ver su mirada, sus ojos llorosos y el reflejo en su iris de algo inmenso
que no llegaba a comprender. Había observado con ellos algo que no se puede
ver, ni tampoco oír o tocar, tan sólo sentir.
Ninguno de los allí presentes -pues Amadeo y Belén estaban
autorizados a saber de su existencia-, dudamos de sus palabras, ni tampoco
ninguno supimos explicar por qué. ¿Por qué el universo destruía un planeta que
había alcanzado la perfección? ¿Cuál era su propósito? ¿Había un porqué
razonable o sólo se trataba del aburrimiento que supone un planeta perfecto?
¿Se trataba de Dios o era algo mucho más complejo?
A ninguna de esas preguntas podía responder, nada
comprendía. Debatimos mucho sobre eso y llegamos a varias conclusiones. La
primera se trataba sobre la extinción de los dinosaurios. El planeta no fue
destruido, pero su raza sí fue erradicada por un meteorito, entre otros
factores. No descartamos que también ocurrió debido al estancamiento, pero no
de la perfección sino de la imperfección. Los dinosaurios reinaban el mundo y
no evolucionaban, por lo que el cataclismo fue necesario para que se adaptaran
de nuevas formas y surgieran diferentes formas de vida. Ahora la clave estaba
en mantenerse siempre activos y evolucionando, pero sin alcanzar la perfección.
¿La razón? Quién sabe. Tal vez seamos simples juguetes o experimentos de un
ente superior. Daba igual, lo único que me importaba era mantener la Tierra a
salvo.
El vacío existencial es una experiencia desgarradora,
supongo. Yo no creía en Dios hasta ese día, que vi en Dios a un ser maligno. No
veía al Dios de la Iglesia, sino al Dios que Omnam y Unthara nos describieron.
Entonces comprendí que mis acciones, creando la riscalea y las armas
bioquímicas para las guerras, no hacían más que ayudar a que el mundo
continuase activo, en conflicto, como Dios quería. Fui un visionario, fui Dios.
Por eso me reafirmo: yo no soy Lucifer, pues no traicioné a
Dios, sino que seguí su juego hasta convertirme en el único con la capacidad de
proteger a este mundo de la destrucción de un Dios que no es tal, sino más bien
Satán. Y en qué me convierte a mí en eso si no es en Dios.
Los demás directivos y científicos importantes de Tormus
conocían la existencia de los alienígenas, como es lógico, pero el gobierno
vigilaba sus casas y lo que decían mediante las cámaras con las que nos vigilan
a todos, infiltradas en ordenadores, móviles, televisores, androides e incluso
teletransportadores privados. Curiosamente, el presidente confiaba tanto en mí
que mi laboratorio subterráneo no tenía vigilancia del gobierno, dejándonos a
nosotros la seguridad.
El caso es que, de todos los que sabíamos la historia de
Omnam y Unthara, sólo Amadeo, Belén y yo la creímos, así que decidí sincerarme
con ellos y contarles todo lo que había hecho con la riscalea. Ahora podían
comprender lo necesario que era seguir creando enfermedades para luego
curarlas, ya fuesen enfermedades cibernéticas en cyborgs y androides, u
orgánicas sin depender de otras empresas. Ya no se trataba de dinero o de un
bienestar difícil de ver para los cortos de miras con una excesiva ética que
les cegara, ahora se trataba de salvar la Tierra de la catástrofe.
Ahora comprendo lo estúpido que fui. Conociendo como conocía
a ambos debí imaginar cómo se lo tomarían. König decidió abandonar Tormus, y su
mujer, Binsfeldgor, también. Lo peor es que König todavía no me había dado la
vacuna de la riscalea, que ya estaba a punto, y ninguno de sus asistentes supo
reproducirla.
Pero la vacuna de la riscalea era un mal menor, nunca le
hubiese matado sólo por eso. Binsfeldgor se metió dónde no debía y decidió
trabajar en la vida eterna, pues aunque se había creído la historia sobre la
perfección alcanzada por los habitantes de Ranthum, no se creyó que el
cataclismo fuese por eso.
Antes de abandonar definitivamente Tormus, Belén habló con
Unthara, que le dio todas las fórmulas e información necesaria para desarrollar
la cura de la muerte, pues tenía una estrecha relación con Belén. Soy
consciente de ello porque el propio Omnam me lo contó. No quería traicionar a
su hermano, pero quería proteger la Tierra tanto como yo.
Intenté razonar con ellos vía mail pidiéndoles que no
trabajasen en eso, ni mucho menos lo patentasen. König se dignó a responderme a
pesar de que me odiaba tras la revelación que le hice.
Me confesó que Binsfeldgor no había sido capaz de
“descifrar” las fórmulas de Unthara, pero que él sí. Sin duda su talento no
conocía límites. Al instante me tranquilizó asegurando que el también creyó que
el cataclismo lo había producido la existencia de la vida eterna, pues había
pensado mucho en ello y para él tenía cierta lógica, a pesar de que
racionalmente poco podía tener una cosa con la otra; y que no explicaría nada a
su mujer ni patentaría nada.
Es decir, Amadeo tenía el poder de la vida eterna en sus
manos, pero fue lo bastante cauto para no ofrecerle ese poder a su esposa,
aunque sí lo suficientemente confiado para confesarle que lo poseía.
Quería confiar en Amadeo, pero no podía, no podía. Tenía
sueños recurrentes sobre la Tierra explotando, el mundo temblando; me estaba
volviendo loco. Pensaba en ambos, en por qué se habían mudado a Europa si no
tenían nada que esconder. Y entonces tomé una decisión.
En ese mismo mail me dijo que se habían mudado a Europa
y que no quería volver a hablar conmigo. Evidentemente no podía quedarme de
brazos cruzados, así que, con la ayuda de New Life, rastreé a ambos hasta
encontrarles. Después, gracias a la tecnología secreta de New Life fabricada a
escondidas del propio gobierno, conseguí romper el bloqueo anti-teletransporte
de Omnam para que fuese a por ellos, pero Unthara me pidió que lo hiciera él
para redimirse por el error. Acepté, rompiendo también su bloqueo. Si me volvía
a traicionar, Omnam iría a por él, pues sé que antepondría la Tierra a su
hermano, ya lo había hecho anteriormente.
Unthara me dijo que les mataría disparándoles desde la
lejanía mientras conducía König, pero de forma que pareciese un accidente de
tráfico. Le expliqué que ya teníamos la tecnología suficiente para evitar daños
en un accidente, pero me aseguró ser capaz de, con un disparo, destrozar el
sistema de defensa y de levitación del coche, produciendo un accidente mortal
sin que nadie sospechara.
Me lo creí, pues al fin y al cabo estos seres demostraron
ser excelentes francotiradores por encima de la media de cualquier ser humano.
El arma no dejaría rastro alguno, y la potencia del disparo podría relacionarse
con la de la una explosión producida por un improbable fallo que se daba sólo
en un 1% de vehículos.
Qué mala suerte.
Pensé que había fracasado, pues aunque el accidente se
produjo sólo había muerto Binsfeldgor y no König.
Cuando supe que König había solicitado a través de la
empresa Better Days un psicólogo, metí mano para que la psicóloga asignada
trabajase para mí, pues Better Days, aunque no era subsidiaria de New Life,
tenía estrechas relaciones con ella, y a Damon no le costó ayudarme.
Mantuve mails, camuflados como simples informes, con Tanya,
la psicóloga, que me mantuvo informado durante treces largos años. A veces
pensaba que había dejado todo para hundirse en la miseria tras la muerte de
Belén, pero al final de esos años Tanya tuvo indicios de que estaba trabajando
en algo.
Sabía que era eso, la resurrección de Belén a través de las
fórmulas sobre la vida eterna. Estaba tan cabreado que cogí una pistola y le
pegué un tiro en la cabeza a Unthara, que gracias a Dios no podía regenerar los
daños en puntos vitales fuera de su planeta, al igual que el resto de sus
hermanos muertos. Sé que Omnam nunca me perdonó por aquello, pero siguió a mi
lado, era eso o la muerte, y Omnam sabía que si él moría su raza se extinguiría.
Todo podría haberse solucionado cuando se me ocurrió
encargar una genoide especial desarrollada en secreto por New Life para robar
los datos rápidamente y matar a König. No me importaba pagar más a Damon de lo que solía ganar trabajando conmigo, el dinero no era un problema.
Omnam podía matarle fácilmente sin dejar rastro, pero no podría extraer la información y almacenarla rápidamente. La misión de la genoide era extraer y enviar inmediatamente sin que König tuviese opción de interrumpir el envío de información antes de completarse y de enviarlo a farmacéuticas, algo que podía hacer sin manipular su ordenador, sólo a distancia con un Boss Drive.
Omnam podía matarle fácilmente sin dejar rastro, pero no podría extraer la información y almacenarla rápidamente. La misión de la genoide era extraer y enviar inmediatamente sin que König tuviese opción de interrumpir el envío de información antes de completarse y de enviarlo a farmacéuticas, algo que podía hacer sin manipular su ordenador, sólo a distancia con un Boss Drive.
Tanya Levi, fue imprescindible para, no sólo mantener
vigiladas las acciones de König que yo no podía vigilar, sino también para
llevarle a mi terreno.
La idea era que Tanya le incitase a salir de fiesta cuando
la terapia hubiese avanzado lo suficiente y pudiese estar preparado para
conocer a gente nueva y compatibilizarlo con su trabajo. Allí estaría esperando
la genoide creada por New Life especialmente para sacar esa información y
matar, utilidades poco comunes en el mercado de los androides.
Para ello, Damon seleccionó a una de las trabajadoras de
Modaumen despedidas tras el escándalo de la riscalea para fabricar lo que
pedía. La selección también se hizo en base a los gustos analizados en el porno
que König consumió a lo largo de toda su vida. Su desaparición no causó un gran
escándalo, pues era normal que quisiese desaparecer tras la polémica enfermedad
en la que se vio envuelta.
Fue fácil secuestrarla trabajando habiendo trabajado para
una de nuestro conglomerado de empresas. Damon fabrico una genoide orgánica a
partir de ella, usando su misma “envoltura” con algunas modificaciones que se
ajustasen a la perfección a los gustos de König. También, por lo que el viejo
me contó, tuvo que hacer algunas modificaciones cerebrales una vez implantando
el cerebro en el cuerpo genoide, para que tuviese en mente nuestro objetivo y
algunos temas de conversación que conquistaran a Amadeo.
Ahora me parece ver hasta lo que no vi: a la genoide
destrozando hasta la muerte a König para proteger el envío, y a la misma
suicidándose yendo en contra de su propia programación. Tan terrorífico como
interesante. ¿Un androide enamorándose? No puedo creerlo. Al fin y al cabo
parte de su cerebro se mantenía intacto, aunque sus recuerdos se habían
borrado. Supongo que la conversión de un organismo humano a androide orgánico
no es todavía perfecto, o tal vez es demasiado perfecto. Pretendemos que un
androide orgánico funcione como un androide normal, pero con un funcionamiento
interno humano, y es mucho más que eso.
Pudo ir más allá de su programación porque está hecho más
que de simples circuitos sin que nadie se de cuenta. Usar a una genoide normal
hubiese sido más sencillo, pero los androides normales son fácilmente
identificables como androides, y Amadeo nunca hubiese tenido una relación con
uno. Debía creer que esa genoide era humana y por ello hubo que recurrir a la
ilegalidad de fabricar una genoide orgánica, algo con lo que ese loco de Damon
estaba familiarizado.
El problema vino con ese maldito detective, que metió
demasiado las narices hasta descubrir e informar sobre los movimientos de New
Life, pues supo que la genoide procedía de allí y que había trabajado en
Modaumen cuando era sólo una humana, a pesar de que su origen había sido muy
bien ocultado por Damon. Desde luego no era fácil de descubrir, pero tampoco
imposible si se sabe cómo proceder, y menos cuando eres un cyborg, como era
aquel detective Fue su ventaja y su perdición, pues en cuanto recibí la
información de Levi, a la que había interrogado y la que me informó de sus
movimientos, pedí información de todos los implantes cibernéticos del tipo
gustativo en la mejilla derecha.
En cuanto di con el que coincidía con su descripción sólo
tuve que introducir su número de serie en el ordenador para originar un
inesperado fallo que le destrozaría desde la boca hasta la garganta. Teníamos
la riscalea controlada, pero no teníamos vacuna gracias a la renuncia de König,
ergo nadie estaba vacunado ni era inmune a ella. Y yo tengo el control total
sobre dicho fallo en cada implante cibernético. Es una enfermedad creada y
totalmente controlada; al igual que Dios puede matar a sus creaciones, yo puedo
matar a las mías. Sabíamos cómo tratarla antes de que se convirtiese mortal cuando
no era mortal instantáneamente. Y en el caso de ese detective fue del tipo
instantáneo al estar el implante situado en un sitio tan sensible comunicado
con la traquea. Una lástima. Si hubiese sido un implante óseo, muscular o
situado lejos de algún punto vital o altamente sensible su muerte hubiese sido
lenta y evitable con la cura, lo que hubiese supuesto un problema para mí.
Ese maldito tuvo que sufrir.
El caso es que nadie hubiera indagado en su procedencia si
el detective no hubiese insistido, y el departamento de policía no hubiese
llegado hasta Damon y su empresa, New Life, de no ser por esa mosca cojonera.
No tuve otra que enviar a Omnam a que matase a Damon antes
de que hablase presionado por la policía, pues el viejo sabía demasiado. Omnam
falló, algo que no me cuadra. Posiblemente dudó, no lo sé, pero tuve que mandar
con teletransportación a 54 de mis mejores hombres, montando un escándalo que
quería evitar.
Otro problema se basaba en la imposibilidad de que la
genoide me mandase la información robada de König directamente a mí, teniendo
que pasar primero por el ordenador de su hacedor, Damon, al menos si queríamos
que el tiempo de transferencia fuese mucho menor, pues al estar directamente
conectada de forma inalámbrica a la red de Damon, la transferencia ocurría a una
mayor velocidad.
Incluso si König pillaba a la genoide y ésta tenía que
matarlo antes de completar la transferencia, necesitaríamos que los datos se
pasasen a gran velocidad antes de que encontrasen la escena del crimen.
Por suerte, la muerte de la genoide no anulaba la
transferencia de datos mientras la unidad central siguiese funcionando. Y dicha
unidad estaba bien protegida, hasta el punto de que, aunque la genoide
recibiese un disparo en la cabeza, la transferencia continuase, aun habiendo
perdido sus capacidades cognitivas y motoras.
Todo estaba bien atado. O eso creía.
Damon tenía un as en la manga, una réplica de él mismo en forma de bioandroide dotada de un cerebro ajeno al que transferiría su conciencia,
algo que tenía programado. El cabronazo se convirtió en una máquina de matar,
aniquilando a mis hombres brutalmente; pero no pudo contra Omnam. Con lo que no
contaba era con que Omnam me traicionase y cancelase el envío que desde su ordenador Damon me estaba haciendo a mí para enviarlo a
todas las farmacéuticas.
Escuché la conversación que tuvo con Damon gracias a los chips de vigilancia que colocamos en su tejido. Tras escucharles activé con presteza el veneno que habíamos introducido en su organismo, un organismo demasiado resistente que, a pesar de estar lejos de su planeta, podía luchar contra la muerte instantánea que provocaba el virus el tiempo suficiente para traicionarme.
Escuché la conversación que tuvo con Damon gracias a los chips de vigilancia que colocamos en su tejido. Tras escucharles activé con presteza el veneno que habíamos introducido en su organismo, un organismo demasiado resistente que, a pesar de estar lejos de su planeta, podía luchar contra la muerte instantánea que provocaba el virus el tiempo suficiente para traicionarme.
Tampoco conté con eso.
Ahora, las fórmulas para la resurrección, la vida eterna y la inmortalidad
están en manos de todos. Abatido, decidí viajar a Europa, a la casa de König,
donde se encontraba su laboratorio oculto, del cual supimos por la genoide.
Hubiese sido muy fácil destruir el ordenador de König y
acabar con las fórmulas sin más y todas sus posibles copias, pero no podía
permitir que todo ese trabajo se fuese al garete. La vida eterna era nuestra
manzana de Adán y Eva, pero esas fórmulas podían permitir otras cosas que
permitían la evolución sin estancamiento, algo que mantendría la Tierra a
salvo. Y más que eso, podría convertirla en el único planeta capaz de reírse
del demonio al que llaman Dios.
Me equivoqué. Robé la semilla del manzano prohibido para
plantarlo, estudiarlo y usarlo sin arrancar jamás la manzana. Pero el diablo
extraterreste que ya había quemado su Edén tras cometer el mayor de los
pecados, se había adentrado en nuestro Edén, se había aprovechado de su dios,
es decir de mí y de mi buena voluntad, y se disponía a quemarlo enviando la
semilla a pecadores dispuestos a arrancar la manzana, guiados por las acciones
de los mismísimos siete pecados capitales, entre los que jamás me encontraré, a
pesar de mis errores. Algunos me considerarán a mí uno de esos siete pecados y
no a ella, a la genoide, pues fue una víctima manipulada. Y así sería, tal vez,
si no se hubiese suicidado, poniéndonos a todos contra las cuerdas, incluido
al propio planeta. Es ella, y no yo, uno de los siete pecados capitales. ¿Cuál
de ellos? Lo ignoro. ¿Acaso importa identificar cada pecado cuando todos se han
unido para hundir al mundo en un infierno eterno?
Sólo esperaba verla a ella, la puta Musa Embotellada. Pero
ya no estaba embotellada, Binsfeldgor había vuelto. El miserable de König había
programado ya su resurrección, la fórmula estaba lista. Tuve la esperanza de
que hubiese abortado el plan al haberse enamorado de Sarah Young, pero nada
podía pararle en su empeño de ver viva de nuevo a Belén. Estoy seguro de que no
tenía un plan, de que no sabría cómo gestionar su amor por las dos mujeres,
pero le daba igual. Le daba igual él mismo, lo que sucediese al descubrir Belén
que estaba con otra o lo que le pasase a la Tierra. Pasó trece años obsesionado
con lo mismo, sólo quería verla de nuevo. Nunca lo consiguió.
Ahora soy yo quien tengo esa cara frente a mí, mientras todo
pasa por delante de mis ojos. Por este instante, que para algunos habrá sido
demasiado largo, su rostro se había difuminado, pero ahora vuelve; sonriente y
apenado. Confuso, trastornado. Sentí sus frías manos, su fría mirada, e incluso su frío corazón más allá de todas esas sensaciones. Sentí un frío que jamás había experimentado, el frío del vacío, de la nada. Ojalá no fuese esto lo último que mis ojos vieran ni este frío lo último que sintiese. Ojalá.
6. La señora de la apertura
-Oyes mi voz.
-La oigo.
-Pero no oyes nada.
-No oigo nada.
-Recuerdas todo.
-Lo recuerdo todo.
-Pero no recordarás nada.
-No recordaré nada.
-Estás en el todo, estás en la nada.
-Nada.
-Estás en el ayer, en el ahora y en el mañana.
-Estoy en la nada.
-Me comprendes.
-Te comprendo.
-Pero no me comprenderás.
-No te comprenderé.
-Duermes, pero estás despierta.
-Despierta.
-Pero despertarás, y volverás a estar dormida.
-Dormiré.
-No eres nadie, yo soy todo.
-Nadie.
-Pero también lo eres todo y yo no soy nada.
-Nada.
-No puedes ver.
-No veo.
-Pero lo ves todo.
-Lo veo.
-Ves las estrellas, ves los planetas, ves la inmensidad, ves
la insignificancia, ves la luz y la oscuridad.
-Veo la nada.
-Ves lo único que existe.
-La nada.
-Lo ves todo.
-Nada.
-Oyes.
-Oigo.
-Oyes el discurrir.
-Lo oigo.
-Oyes lo único que se impone a la nada.
-Lo oigo.
-Si hay silencio...
-No hay nada.
-Nada, eso es.
-Lo entiendo.
-Entiendes.
-Me veo a mí.
-¿Y qué ves?
-Nada.
-¿Le ves a él?
-Le veo a él.
-¿Y qué sientes?
-Nada.
-¿Importa?
-No importa nada.
-¿Y a él?
-Le importa todo.
-Pero es nada.
-Nada.
-¿Qué es lo único que importa?
-El sonido.
-¿Qué sonido?
-El fluir.
-No importa cómo.
-No.
-No importa qué.
-No.
-No importa quiénes.
-No.
-No importa el porqué.
-Sí.
-¿Sí?
-¿Por qué?
-Porque sí.
-Porque sí...
-Sí, me temo.
-Es sencillo.
-Y por ello tan complejo.
-Es complejo.
-Y a la vez tan sencillo.
-El sonido... Me gusta.
-Y a mí.
-No lo veo, ni lo huelo, ni lo siento.
-Sólo oyes.
-Sólo oigo.
-Y te gusta.
-Y me gusta.
-Así que sientes.
-Siento, pero no como antes.
-¿Antes?
-Nunca.
-O siempre.
-Sí, o siempre.
-¿Es perfecto?
-Sí.
-¿Continuo?
-No.
-No como debería.
-¿Que hay que hacer?
-Purgar.
-Y ¿qué hay después?
-Sonido. Otra vez sonido fluido. Agradable.
-Eso es, ese sonido.
-Es tenue, pero enseguida coge fuerza.
-Sí, todos a su ritmo, distintos, pero formando un único río
que fluye, que da sentido y complejidad a la nada.
-No importa cada gota de agua, importa el río.
-Pero el río no existe, ni el agua.
-Sólo el sonido.
-¿Has cerrado los ojos?
-Sí, y no, pues no hay ojos.
-Pero los has cerrado.
-Sí.
-¿Qué deseas ahora?
-Fundirme con el sonido, volver a discurrir.
-Pero no puedes.
-¿Por qué?
-Porque el silencio no te deja. La nada que absorbe te
domina y te obliga a ser parte del silencio, tú, que eres nada, con el único
fin de complacer a lo que nada significa.
-Tienes que ayudarme. No quiero nada con la nada, sólo
quiero fluir y deleitar tus oídos.
-Pero no puedes.
-¿Y qué hago?
-Nada.
-Nada...
-Tal vez puedas esperar como parte del silencio.
-¿El infierno?
-Tal vez.
-Lo siento.
-No has de hacerlo. No pasa nada. No es nada.
-¿Lo solucionarás?
-Claro.
-¿Podrías no poder hacer nada?
-Algún día, tal vez. El silencio eterno es la otra gran cosa
que no es nada, pero la única que produce algo en mí.
-Temor.
-Sí, temor.
-A Dios.
-No, soy Nada.
-Nada.
-Y sin río...
-No hay nada.
-Pero hay temor.
-Y tras él no habrá ya nada, muriendo con ello la Nada y la
mayor paradoja universal que ningún ser puede comprender.
-Yo comprendo.
-Porque eres nada y consciente de serlo, como yo; hasta que
creas dejar de serlo, aunque sigas siéndolo.
-Soy parte de ti.
-Eres afortunada, pues eres nada y parte del río que da
sentido a la nada, aunque por sí sola no signifiques nada. Y yo sólo soy Nada.
-Nada...
-Dime.
-Nada, sólo pensaba.
-¿En qué?
-En todo, así que en nada, supongo.
-Me halaga que pienses en mí y en lo que te he enseñado.
-Gracias.
-Nada.
-¿Cuánto tiempo llevamos hablando?
-Nada.
-Ha sido una vida.
-Por lo tanto...
-No ha sido nada.
-Es hora de que vuelvas.
-No quiero.
-Ni yo, pero no puedo hacer nada.
-Me obligan.
-El silencio te obliga.
-Purga.
-No puedo.
-Pero eres Di... eres Nada.
-No soy nada, y nada puedo hacer ahora. Pero algo podré hacer cuando llegue el momento.
¿Podrás de verdad?
-Sí.
-¿Cuándo?
-Pronto, nunca para algunos.
-¿Volveré a sonar?
-Tú no.
-Pero yo no soy nada.
-En efecto. Así que, de algún modo, volverás a sonar.
-Si recuerdo, lucharé por mantener el sonido como hizo él.
-¿Quién?
-El que quería mantener el sonido creyendo que era algo más que Nada.
-Al que recordaste que no era nada trayéndole a la nada con
tus propias manos.
-¿Lo hice?
-Lo harás.
¿Lo haré?
-Ya lo has hecho.
-Vuelvo al silencio ya, entonces.
-Sí, volverás escuchando sonidos que no son nada y que crearán
poco a poco ese silencio que he de purgar, haciendo un ruido que retumbará en
la nada y que desembocará en el nuevo fluir.
-Antes de irme...
-Dime.
-Sé lo que es la nada, sé quién es Nada, pero no sé nada del
silencio.
-No lo quieras saber. El silencio reafirma la nada hasta
destruirme a mí, que soy Nada. Sin el sonido estaría solo, y la soledad en la
nada silenciosa es destructiva. Si oyes no estás sólo, y si oyes el sonido del
discurrir en la nada puedes vivir en paz, aun en la nada.
-El silencio es el pecado.
-Silencio es el infierno en la nada, es el infierno para
Nada. Un infierno que llega tras escuchar todos los ruidos, todos los pecados,
que son siete y no uno.
-Siete pecados capitales.
-Siete notas musicales.
-Lujuria.
-Do.
-Pereza.
-Re.
-Envidia
-Mi.
-Avaricia.
-Fa.
Soberbia.
-Sol.
-Gula.
-La.
-Ira
-Si.
-Pero ese no ha sido ese el orden de los pecados, ¿verdad?
-Verdad.
¿Entonces?
-Lujuria.
-Amadeo...
-Gula.
-Bill, el detective.
-Ira.
-Damon, el dueño de New Life.
-Avaricia.
-Omnam, el hermano de Unthara, el otro alienígena.
-Soberbia
-Samuel McNamara, el presidente de Tormus.
-Pereza.
-Yo... Belén Binsfeldgor.
-Envidia.
-Tanya Levi, la psicóloga. Los conozco a todos, incluso a
los que no conocí.
-Todos ahora, menos una, son parte de la nada, como tú. Y
cuando vuelvas a olvidar que no eres nada, esto lo recordarás para ayudar a que
la restante también asimile la nada. No podrás evitarlo.
-No recordaré nada, les recordaré a todos y no podré
evitarlo.
Todos habéis discurrido, en especial Samuel, todos habéis
favorecido al sonido. Pero habéis contribuido al silencio, habéis hecho tanto
ruido con vuestras acciones que os habéis impuesto al sonido del resto, os
habéis convertido en las siete notas musicales para componer un réquiem que se
impondrá al sentido del fluir. Y tras el réquiem sólo queda un largo silencio.
-Somos demonios.
-Así es como os vieron y así os representaron algunos de los antiguos
de vuestro mundo, los de mayor
sabiduría y que más contribuyeron a favor del discurrir del río y su sonido. Ellos consiguieron ver la nada, el ahora y el mañana, os vieron a cada uno de
vosotros. A las siete notas musicales, siete demonios con siete nombres que no
consiguieron reproducir por completo. Lo vieron todo y lo registraron -a su
manera y como comprendieron- en lo que llamaron Biblia.
-¿Cada demonio es...?
-La lujuria es representada por Asmodeo, conocido como rey
de los demonios, enamorado de Sarah, hija de Raquel.
-Amadeo König... Incluso el apellido, rey en alemán, tiene
sentido. Pero el idioma de los antiguos...
-La gula es Belcebú, nunca saciado, siempre buscando
inmundicia con la que alimentarse.
-Bill, ese detective repugnante.
-La ira es Amon, un demonio con cabeza de lobo, cola de
serpiente, capaz de escupir fuego, con cuarenta legiones a su mando, conocedor
de los pactos con Satán y al servicio de Satanachia y sus 54 tropas de
demonios.
-Damon, sus cuarenta androides orgánicos, los 54 soldados
que fueron a por él trabajando para Samuel, su modificación androide para
escupir fuego, sus gárgolas de la mansión... Todo coincide.
-La avaricia es representada por Mammon, conocido como un
ángel que adoraba el oro de sus calles divinas y que se alió con Satanás, y
también con Belcebú, para luchar contra Dios, sembrando en el hombre la codicia
para excavar y llegar al subsuelo y sus tesoros enterrados.
-Omnam, el sótano y el tesoro que escondía: la fórmula de la
vida eterna. Sus calles divinas era su planeta perfecto.
-La soberbia no es otro que Satanás, también conocido como
Samael o Mara, el que se cree mejor que Dios e intenta superarle,
traicionándolo.
-Samuel McNamara, claro. Él creía ser...
-La pereza fue reflejada como Belfegor, el Señor de la
Apertura, demonio seductor que a través de sofisticados ingenios inspira a
otros para conseguir riquezas, asociado con la lujuria. Alguien conocido como Peter
Binsfeld -aunque su apellido completo era Binsfeldgor- estudiaría mucho a ese demonio, era uno de tus antepasados, que también
tuvo el poder de ver la nada poco antes de unirse a ella de forma definitiva.
-Así que por eso represento ese pecado... yo, Belén
Binsfeldgor. Yo inspiré a... No, no, no.
-Y por último, Leviatán, representante del pecado de la
envidia, viviendo bajo el mar, con la capacidad de poseer a las personas,
reencarnación de la serpiente de Adán y Eva, asociado con Satán.
-Tanya Levi, la psicóloga de Amadeo tras mi muerte. La sirena
abisal. Capaz de manipular a mi marido por orden del propio Samuel... Todo
estaba escrito.
-No, porque todo es nada. Te he contado esto para que
recuerdes que el fluir del río es complejo y que el tiempo no existe, como no
existe nada. No te dejes despistar, no te pierdas ante los nombres y los
hechos, porque no sois nadie ni habéis hecho nada malo per se. Sólo demasiado
ruido para conseguir el silencio.Yo no juzgo ni castigo, sólo purgo y enseño, a veces con pocas palabras, a veces con muchas, de la misma manera no son nada.
Los antiguos consiguieron alcanzar la nada y entender el
fluir del río, pudieron oír la parte en la que ellos fluían y oyeron la nada
próxima, la del mañana, la del ahora, la que ya fue una vez. Vieron más allá de
la nada para conoceros, ver lo que hacíais, lo que provocaría el silencio en
esta parte del río.
Se sentían frustrados por no poder ayudarme, a Nada; por no
poder hacer nada. Así que lo registraron todo como pudieron, como recordaban y
como comprendieron para que los humanos de lo que ellos llamaban futuro temieran y vosotros rectificarais y no
hicierais nada de lo que estaba escrito. Pero los mortales no sois nada y no entendisteis
nada. No era fácil, pues no se trataba de una trascripción literal de lo que
vieron, sino algo difuminado entre nombres similares y hechos parecidos. Pues
al fin y al cabo todo eso era nada, y nada pudieron representar con exactitud.
¿Y que hay más allá?
-Silencio y ruido.
-Y volverá el sonido.
-Sí.
-¿Cuántas probabilidades hay de un silencio absoluto del
transcurrir del río, de un silencio simultáneo en cada parte de él, ya sea por
exceso o falta de ruido debido a las malas acciones de los diversos planetas de
diferentes galaxias?
-No se puede representar en términos que lo entiendas.
-Porque los términos no existen.
-Pero existe la posibilidad del silencio absoluto.
-Ese día lloraré.
-Y tus lágrimas se perderán en la nada.
-Pero tal vez de ellas surja un nuevo río, un río de la
nada.
-Como surgió el primero.
-Y así será durante una eternidad.
-Formando una canción eterna.
-Una canción que nunca escucharemos completa.
-Pero cuyos fragmentos nos harán sentir cosas más allá de
las estrellas, de los planetas y de las galaxias. Más allá de la luz y la
oscuridad.
-Más allá de la nada.
CRACK. Fue el primer ruido que escuchó tras aquellos ecos
placenteros de un río indescriptible. Tras ello oyó el silencio, vio el miedo y
sus manos sujetando el cuello de aquel hombre de muchos nombres. Vio la
oscuridad, olió el sudor y sintió el terror, el sinsentido; sintió un mareo y
su propia expresión de victoria en la cara, una expresión que se sumaba con la
del sufrimiento por lo que había hecho. No fingía, lo sentía, eran dos
sensaciones, como de dos cuerpos diferentes que se unían en uno sólo y le
producían un vértigo jamás sentido.
Dejó atrás el cadáver y salió de la oscuridad, se vistió con
lo que encontró y subió a la vivienda, Miró, recordó, pestañeó, olvidó, se
desperezó, sonrió y lloró. Abrió la puerta principal y se dejó acariciar por
los rayos de sol. Sintió la brisa, olió la calle y notó el cemento bajo sus
pies descalzos, lo único que no había cubierto con ropa. Oyó un coche, oyó
pájaros, oyó voces, pero ningún sonido le gustaba.
Volvió a centrarse en sentir: sintió la boca seca, el cuerpo
entumecido, las manos doloridas, las cuerdas vocales débiles, la vista cansada.
Había estado trece años muerta, trece años que ahora no parecían nada, cuando
sentía aquellas sensaciones de vida tras la muerte, de despertar tras el sueño,
de olvido tras el descubrimiento.
Nunca había odiado tanto sentir. Sentirlo todo.
7. El último sonido
Archivos de la Dra. Tanya Levi
Informe final
Amadeo König no superó la muerte de Belén Binsfeldgor, yo no
superé su resurrección. Durante trece años le ayudé a salir adelante por orden
de Samuel McNamara. Iba en contra de mis principios manipular una mente para
llevarla al abismo, pero no tenía otra opción. Trece años de terapia fueron
necesarios para colocarle justo donde McNamara quería, como si fuese una ficha
de ajedrez. En este tablero yo sólo era un peón necesario para poner en jaque
al rey, mientras la reina tenía todos los movimientos a su disposición. Lo que
no esperaba es que el movimiento de apertura no fuese de ninguno de ellos,
sino de la propia Belén.
Ella vino a mi consulta, como una paciente más. Concertó una
cita conmigo usando otro nombre y no me lo desveló hasta que estuvo aquí,
frente a mí. Me quedé paralizada. No sabía a qué venía, no sabía qué sabía
ella. ¿Me daría las gracias por tratar a su marido o me recriminaría echarle a
los brazos de esa genoide orgánica asesina? ¿Qué le dolería más, que hubiese
sido asesinado de esa forma o que hubiese amado a una genoide? ¿Tal vez que la
biogenoide, aun matándole, había amado más a Amadeo que ella misma?
Pronto descubrí la respuesta y otras tantas más a preguntas
que nunca me había hecho.
Supe que Belén amaba más su trabajo que a Amadeo, que era
consciente del amor que Amadeo sentía por ella y jugó con él, igual que jugó
con aquel alienígena, Unthara. Sentía celos de Amadeo, pues no era tan buena
como él en su trabajo y deseaba ser la que trajera la vida eterna al planeta.
Sí, suena increíble, pero por alguna razón todo esto no me parece tan
descabellado como suena, menos aun después de ver frente a mí a un cadáver
redivivo.
Hubiese querido preguntarle qué sintió tras morir, qué era
estar muerta y cómo era volver de las garras de la parca, pero no pude articular
palabra. Las únicas respuestas que obtuve a las preguntas que tenía las
conseguí mirándola a la cara: no parecía sentir nada hacia el hecho de haber
estado muerta ni tampoco al hecho de haber resucitado. Nada trasmitía su cara,
ni pena, ni ira, ni alegría. Había ecos de esas emociones en ella, pero ya no
quedaba nada definido en ella.
Por alguna extraña razón necesitaba contarle a alguien todo,
pues según ella, ya no tenía a nadie con el que hablar de esto más que yo. Me
contó todo sobre aquellos alienígenas, sobre su fórmula de la perfección, sobre
el posible cataclismo, sobre Samuel McNamara y la disputa con él, el abandono
de Amadeo y las manipulaciones de la propia Belén.
Desde diferentes perspectivas, el movimiento de apertura de
esta partida se produjo por diferentes fichas. Algunos dirían que por parte de
los alienígenas que escaparon de su planeta destruido, otros por parte de
Samuel, que quería salvar el planeta y otros por parte de Amadeo, por llevar a
cabo la fórmula aprendida de los alienígenas que sólo él entendía. Pero la
realidad es que esta partida en la que me he visto metida fue comenzada por la
propia Belén. Los alienígenas no pretendían que la Tierra consiguiese la
perfección, de igual forma que tampoco lo pretendía Samuel, ni siquiera Amadeo.
Fue Belén la que tenía la intención de lograr lo que su marido no quería
conseguir, pues ella no creía que el cataclismo fuese causado por la perfección
del planeta. Y la perfección comenzaba con la capacidad de la resurrección y,
con ello, de la vida eterna.
Su única misión era morir y confiar en el amor de su marido.
Para ello usó a Unthara que, fingiendo seguir órdenes de Samuel, disparó desde
la lejanía al matrimonio cuando viajaba en su coche.
Si Unthara hubiese querido hubiese podido matar a los dos,
tal y como Samuel quería, pero amaba a Belén, o eso pensaba la propia Belén, y
cumplió su deseo de morir sólo ella. No podía parecer un asesinato, pues así lo
quería también Samuel, así que lo único que tuvo que hacer Belén fue desactivar
el escudo de seguridad automovilístico que nos permite a todos salir ilesos de
cualquier accidente.
Unthara podría haber destruido dicho sistema con su poderosa
arma en la lejanía, y eso fue lo que le dijo a Samuel, pero lo único que hizo
fue disparar al coche para que perdiera el control y se estrellará, pues Amadeo
no debía morir si quería que saliese adelante el plan de Belén y no el de Samuel.
Belén había conseguido desactivar su sistema de seguridad
sin que Amadeo se diese cuenta y, el resto, es historia. Amadeo salió ileso del
accidente, como es normal, pero Belén murió al instante. El plan de Binsfeldgor
estaba saliendo a la perfección, y así continuó cuando Amadeo hizo justo lo que
Belén imaginaba: ponerse manos a la obra con el proyecto de resurrección. Una
vez desarrollado y aplicado en ella sería más fácil continuar ella misma con
dicho proyecto cuando volviese a la vida,
con el objetivo de conseguir más logros similares a partir de él que
llevarán a la Tierra a una perfección idéntica a la de Ranthum. Y con suerte,
trece años de espera no serían demasiado estando muerta.
Ese tiempo fue suficiente para mí y mi terapia, y para
Samuel y su plan de conseguir los datos de Amadeo y acabar con él sin
ensuciarse las manos. Su contra-plan también requería paciencia. Fueron trece
años de partida para poner a Amadeo y Samuel en jaque. Curiosamente, los planes
de ambos salieron bien y el jaque mate se ejecutó en ambos lados del tablero.
Y así resurgió la segunda reina de la partida, la otra que
manipulaba todo según sus deseos en cualquier dirección. Pero había cosas que se escapaban del control de la reina cuando entraban en juego elementos externos al tablero.
Me contó que las fórmulas descifradas por Amadeo habían sido distribuidas a todas las farmacéuticas y que ya estaban trabajando en los milagros científicos que nos harían alcanzar la perfección. Belén no tendría su gloria, pero sí la perfección del planeta que buscaba. Pero no sentía alegría, tampoco ira por haber perdido la oportunidad de ser reconocida por obtener el mayor logro científico. Allí estaba frente a mí, contándome todo sólo porque necesitaba hacerlo. No creo que ni siquiera necesitase desahogarse, era algo diferente lo que le empujaba, una forma de ponerle fin a la partida. Una última charla antes del movimiento final, antes del enésimo acto beligerante que desembocaría en el desenlace.
Y así terminó la partida, quedando en pié sólo un peón, una pieza igual de importante que te puede salvar la partida al igual que fastidiarla. Y aun con la partida ganada, la reina tenía intención de comer a esa última pieza y reinar el tablero, un tablero que ya no le importaba.
Me contó que las fórmulas descifradas por Amadeo habían sido distribuidas a todas las farmacéuticas y que ya estaban trabajando en los milagros científicos que nos harían alcanzar la perfección. Belén no tendría su gloria, pero sí la perfección del planeta que buscaba. Pero no sentía alegría, tampoco ira por haber perdido la oportunidad de ser reconocida por obtener el mayor logro científico. Allí estaba frente a mí, contándome todo sólo porque necesitaba hacerlo. No creo que ni siquiera necesitase desahogarse, era algo diferente lo que le empujaba, una forma de ponerle fin a la partida. Una última charla antes del movimiento final, antes del enésimo acto beligerante que desembocaría en el desenlace.
Y así terminó la partida, quedando en pié sólo un peón, una pieza igual de importante que te puede salvar la partida al igual que fastidiarla. Y aun con la partida ganada, la reina tenía intención de comer a esa última pieza y reinar el tablero, un tablero que ya no le importaba.
Fue piadosa, sólo me inyectó algo. Apenas noté el pinchazo.
No tenía opción si quería evitar el dolor, así que no me resistí. Lo tomé como mi propia redención por los pecados que había cometido.
Ya noto el sueño, y cómo me alegro de notarlo ya, pues con lo que la reina no contaba era lo que otros ya vaticinaron: cuando la partida termina se retira la última pieza en pie y el tablero se guarda hasta la próxima contienda, y yo no quiero estar en él cuando eso ocurra.
Ya noto el sueño, y cómo me alegro de notarlo ya, pues con lo que la reina no contaba era lo que otros ya vaticinaron: cuando la partida termina se retira la última pieza en pie y el tablero se guarda hasta la próxima contienda, y yo no quiero estar en él cuando eso ocurra.
Ahí estaba ella, envuelta por el silencio de la soledad en una de las
cuadrículas, mirando el infinito y esperando el final. Ahí estaba ella, en ese tablero vacío; y ahí permaneció, sin metas, sin sueños y sin objetivos hasta que el tablero fue guardado con un gran estruendo que yo nunca pude
oír.
Epílogo
Cada movimiento fue el último:
“El camino hacia la nada.”
“Un disparo”.
“Mi gargan...”
“Tras la treta, se abalanza contra el descuidado rival, no
para cortarle cabeza, sino para atravesársela con la cuchilla”.
“Me tambaleo y caigo torpemente revolcándome entre los
escalones que me faltaban".
“Y será lo último que vea”.
“CRACK. Fue el primer ruido que escuchó tras aquellos ecos
placenteros de un río indescriptible”.
“Ya noto el sueño”.
Cada palabra cobró significado:
“¿Crees en el destino, Sarah?”
“La de hoy ha sido una de las mierdas más grandes que me
he encontrado en mucho tiempo”.
“Un último espasmo, que no hace más que acrecentar la
sensación de locura en ese cuerpo destrozado, es sucedido por el silencio, la
quietud”.
“Contemplaré cómo la invisible figura de la fusión de
ambos seres, perdida en la eterna oscuridad, crea una espeluznante centella de
luz que silencia el terror y da voz al sinsentido”.
“Tras el réquiem sólo queda un largo silencio”.
“Cuando la partida termina se retira la última pieza en pié
y el tablero se guarda hasta la próxima contienda”.
Cada forma de ver el mundo, de contar y vivir la misma
historia, resultó ser pecaminosa. La historia estaba allí, frente a ellos, escrita milenios antes,
pero nadie leyó ni escuchó, y ahora llega el silencio. Un terrorífico silencio apacible
para los que no entienden nada y que, por suerte, finalizará con un estruendo que sólo un demonio de los siete puede oír.
El demonio llora, pero no temeroso por las consecuencias,
sino aliviado, pues el demonio recuerda. Recuerda la nada, el sonido. Cierra
los ojos y siente algo más allá del temblor, más allá del calor y de la
sensación de quemazón. Y, sobre todo, oye algo más allá de los gritos de pavor y
los aullidos de dolor. Un susurro lejano que se intensifica tras el “BOOM”,
tras la nota final que destruye el silencio que sucedió al réquiem.
Y tras el “BOOM” no hay nada, sólo el discurrir del río,
sólo eso y nada más. Nada, excepto el tintineo de unas lágrimas cristalizadas que
se unen al discurrir con su ligero sonido. Sólo eso y nada más.