miércoles, 24 de junio de 2020

La escalera del sótano




(SPOILERS THE LAST OF US PARTE II)

Se apaga la luz y comienzo a sentir el frío. El frío de aquel día. Por más que lo intento y me arrimo a ella no puedo sentir el calor de Dina. Hace mucho frío, pero me asfixio. Me aferro con fuerza a las sábanas, me centro en mi Patata y en ella, en lo que da sentido a mi nuevo mundo, pero con la oscuridad sólo una imagen viene a mi mente.
La oscuridad me devuelve a aquella escalera, a aquel descenso a los infiernos. No quiero bajarlas, pero lo hago una y otra vez, cada noche, esperando cambiar el resultado, esperando poder hacer algo. Cada noche fracaso, cada noche se vuelve más oscura que la anterior, más fría, más asfixiante. Y lo veo una y otra vez. Lo veo a él, pero no es él. No, no es Joel él, al menos no lo parece. No es el hombre que conocí, no es el rostro que me daba paz en los peores momentos. Siempre temí que su rostro acabase devorado por el hongo, que la infección del cordyceps le convirtiera en otra cosa, pero esto era incluso peor.
Debajo de esas heridas, más allá de los bultos de su cara y la sangre, se le podía reconocer. Con dificultad y mucho esfuerzo podía ver un atisbo de quien era. Era más doloroso que ver a alguien infectado. Allí estaba, tirado, derrotado, dolorido, rendido, agotado, perdido, vulnerable. No era él. Y yo no podía hacer nada, no podía salvarle, ni abrazarle, ni consolarle. No pude pedirle perdón ni decirle que le perdonaba. Esa zorra Lobo me arrebató algo más que a un ser querido, me arrebató al hombre que lo dio todo por mí, que vendió su alma por mi vida. Me arrebato la oportunidad de compensarle por todo aquello, incluso por lo que le reproché.

Por un momento todo se funde en negro, escucho sólo el CRACK. No lo puedo sacar de mi cabeza. Otras veces veo solo la imagen, en absoluto silencio. Solo puedo ver ese palo de golf impactando en su cráneo, su sangre saliendo a borbotones. No puedo, no puedo. Quiero gritar como hice en aquel sótano. Quiero llorar mientras golpeo cualquier cosa. Quiero destrozar a Abby allí mismo, con ese palo de golf. Quiero despertar y que sea de día.
Pero de día no siempre mejora. Están Dina y mi Patata, pero también están los sonidos, la ansiedad, el miedo, los temblores, la culpa… Si una puerta se cierra de golpe sólo escucho el CRACK, si un chorro de agua se derrama en el suelo de madera sólo veo esa imagen. Incluso me he llegado a sobresaltar cuando se ha caído un cubierto al suelo.
Dina intenta tranquilizarme, me ofrece todo su amor, pero, y que me perdone, no es suficiente. Su amor no puede acallar la culpa, no puede silenciar esa voz que me dice que todo es por mi maldita culpa. Lo de aquel sótano, que el mundo siga siendo una mierda en el que no existe cura, la muerte de Jesse… Incluso me siento culpable por no poder ser feliz ni devolverle todo ese amor a Dina. No puedo sonreír como debiera, no puedo darle a Dina y nuestro hijo todo lo que merecen. Una vez más no puedo estar a la altura de las personas que me aman y me lo dan todo. Por eso sé que tengo que cerrar este capítulo, tengo que acabar con esto para poder pagar mis deudas afectivas con todos ellos, con los que siguen aquí y con los que no están. Tengo que recorrer el sendero que nunca debí abandonar, afrontar mi destino y mirar a los ojos a Abby. Tenerla frente a mí, luchar por lo que le debo, vender mi alma como lo hizo él para poder continuar. Debo alejarme de lo que amo y afrontar el odio para poder avanzar, para saldar las deudas, para poder mirar a los ojos a Dina y volver a ver el rostro del que fue como un padre sin heridas ni golpes. 

Tommy vino a vernos ayer. Mi voz interior se materializó en él. ¿Fue injusto? Eso piensa Dina, pero yo creo que hablaba un hombre dolido y esperanzado por hacer justicia, si es que queda algo de eso en este mundo. Tenía razón: juré acabar con ella y no detenerme hasta conseguirlo. No puedo vivir esta vida de ensueño apartada de todo, pues sin el sacrificio de Joel de Joel, sí de Joel, no tendría todo esto. No es justo que viva mi vida ignorándole a él y su perdida. Y mucho menos ignorando a la mujer que lo destruyó todo.
Tuve un enfrentamiento con ella y, una vez más, me dejó con vida. No me importa su piedad, no lo hubiera hecho de no ser por ese crío. Hubiese matado a Dina, estuvo a punto. Su odio destructivo no tiene límite, y el mío tampoco. Es hora de que esa oleada de odio y muerte que dejamos a nuestro paso impacte. Ha llegado la hora de la tormenta. En nuestro primer impacto yo fui derrotada. No puedo dejar todo así, sin más. No puedo rendirme, dejar que su vida no sirviese para nada y su asesina campe a sus anchas. No puedo dejar que mi último recuerdo sobre él sea en aquel frío sótano. La única forma de subir las escaleras, salir a la luz exterior y volver a sentir calor será arrojándome al abismo junto a Abby.
Si en ese choque resulto, una vez más, derrotada y todo acaba con mi muerte, al menos habré luchado hasta el final y habré pagado mi deuda con mi vida. Si soy yo la que venzo el combate a muerte podré pronunciar el nombre de Joel sin sentir ira ni vergüenza. Sólo sé que, acabe como acabe todo, tengo que irme, irme para volver como vencedora o no volver.

Me tiembla la mano mientras escribo, se me seca la boca, se me humedecen las manos y se me corta la respiración. No aguanto más esto, mañana es el día. Lo siento, Dina, sé que no lo vas a entender, no te culpo. Este es un camino que he de recorrer sola, sólo deseo que me esperes y que, si vuelvo, puedas perdonarme. Joel se manchó las manos por mí, para darme esta vida, ahora ha llegado el momento de que sea yo quien me manche las manos por él, para agradecerle esta vida, para vivir en paz y honrar su muerte.
Sé que lo que voy a hacer no está bien, pero para ver la luz antes hay que transitar las sombras, para ser feliz antes hay que enfrentarse a lo que te desgarra, para seguir viviendo es necesario afrontar la pérdida, para disfrutar del placer antes hay que conocer el dolor.
Este es mi mundo, Dina. No el mundo en el que quiero que viva nuestro hijo, pero uno que seré capaz de recorrer y soportar para protegerle como Joel hizo antes conmigo. Por eso mismo debo hacerlo. Sé que te veré llorar, pero eres fuerte. Sé que me esperarás y rezarás como a veces haces para que vuelva como una mujer nueva, como una mujer liberada de lo que me ata y me destroza día a día. 

Mañana atravesaré la puerta de casa y, mientras lo hago, volveré a bajar las escaleras de ese sótano, peldaño a peldaño, poco a poco, aceptando el miedo, aceptando el frío y escuchando aquel sonido. Lo haré sabiendo que esta vez me enfrentaré a ella y le salvaré a él, salvaré su recuerdo, conseguiré verlo de nuevo como hace tiempo no consigo verle. Y en ese momento podré desprenderme del peso del odio y del miedo. Podré tocar una última canción con su guitarra, lo último que me une a él más allá de ese sótano. Podré sacar el dolor con la música e incluso desprenderme de aquello a lo que me aferro por ser lo único bonito que me queda de él. Pues él volverá a estar allí de nuevo, frente a mí, sonriendo, mirándome, sin juzgarme, cuidándome. Como siempre lo hizo. Él me regaló esta vida y sólo él puede devolverme la paz.