jueves, 24 de noviembre de 2016

Vacío Redentor


Las llamas acorralaban en cada esquina a aquella mujer. Día tras día vivía en aquel infierno que solo ella veía, solo ella sentía. Con aquel abominable ser que parecía disfrutar haciéndola daño. No tenía escapatoria, sabía que un día la consumiría hasta acabar con ella. La destrozaría por completo. Caminaba por la calle queriendo pedir ayuda, pero sin poder hacerlo. Algunos la miraban, pero la mayoría la ignoraban. Cruzó la mirada con otra mujer, cuyo espejo ocular reflejaba un mundo sin fuego, bonito. Pero no tardó en esfumarse, pasando de largo, devolviendo las llamas a su sitio.
Cruzó la carretera sin importarla la caótica circulación y llegó al río. Pudo ver cómo entre las llamas algunos sacaban sus móviles para grabarla, otros solo la miraban, e incluso unos cuantos la gritaban para que tuviera cuidado cuando cruzaba. Apoyó las manos en la barandilla del puente y gritó de dolor al sentir el calor del metal en sus manos. Agachó la cabeza y miró al río en el que podía verse reflejada, podía ver reflejado todo lo que había junto a ella. No pudo decir que era bonito, pero era mejor que ese infierno de fuego. Agarró con fuerza la barandilla, sin importarla ya que quemase, y se dejó caer al espejo acuático que descansaba bajo ella. Se sumergió en ese mundo anodino, pero limpio, para dejar de sentir ese dolor. Cuando lo hizo, por primera vez en mucho tiempo, no se ahogó.

Paseaba por calles grises, con gente sin rostro, sin sonidos y sin olores. Incluso aquello era menos doloroso. Las figuras poco a poco se volvían más borrosas, pero no la importaba. Por fin tenía lo que quería.
-No tienes lo que quieres, mi pequeña. -No sabía a quién pertenecía esa voz- ¿Recuerdas cuando tu madre te leía esos cuentos? Había uno que te gustaba en especial. Sí, eres muy parecida aquella niña adentrándose más allá de espejos. -Seguía sin reconocer la voz o ver la silueta de la persona a la que pertenecía-. Sí, sí. Sé que sigues sin identificarme. Eso es porque no soy nadie. No tengo forma, pero puedo dar formas, muchas formas. Me encanta crear, construir, dibujar, pintar. A través de este espejo puedo dar rienda suelta a mi creatividad, crear yo el reflejo, pues aquí nada hay que se pueda reflejar más que lo que yo cree. ¿Cómo puedes crear sin brazos ni ningún tipo de extremidad? Te preguntarás. Pues no te preguntes, no te preguntes chiquilla. Para crear nada de esto necesitas, solo pensar precisas. -Todas las siluetas habían prácticamente desaparecido, ya casi no quedaban figuras en ese lugar- Pero estás a tiempo, ¡oh, sí! ¿Sabes lo mejor de mis creaciones? Que ellas pueden crear. Más allá del espejo no hay límites. ¿¡Y no te lo crees!? Pues vas a tener que volver a cruzar el espejo para comprobarlo. Deja que me deleite con lo que eres capaz de crear. -La joven comenzó a ver una figura formándose frente a ella, junto al gran espejo- ¡Oh, mira, mira! Estás creando.
Su madre, sentada en la cama, le contaba su cuento preferido. Lo había olvidado. Siempre había querido ser como la protagonista de ese cuento. Entonces las imágenes pasaron muy deprisa, con muchas personas cruzándose en ellas, tornándose todo más oscuro hasta que comenzó a arder.
-Igual que puedes crear, puedes deshacer. Ninguna creación puede imponerse a la tuya tras el reflejo, es lo bonito del reflejo, que hay lugar para cada destello. Ninguna imagen puede imponerse a otra, todas conviven. Hay muchos estilos, muchísimos. Elige el tuyo y comienza a crear. Y si no te gusta lo que creas deshazlo, ¡maldita sea! Tienes el poder, yo te lo di. Hazme caso y cruza de nuevo el espejo antes de que se acabe el tiempo. Tus líneas no se han borrado, no las borres tú. Y mucho menos dejes que te las borren.  No vengas al mundo de la nada, ¡crea, crea, crea, crea! ¡Crea! Nunca destruyas y aléjate del que está dispuesto a hacerlo para existir.

Creyó y creó. Cruzó con dificultad el gran espejo, abrió los ojos y respiró por primera vez en mucho tiempo. No había fuego, solo agua. El agua del río la rodeaba. Tampoco tenía calor, ni frío. Vio a un montón de gente observándola desde el puente mientras alguien intentaba ayudarla. Se oían sirenas, otrora chillidos de aves preparadas para devorar los restos orgánicos de un contenedor vacío, convertidos ahora en cantos de auténticas sirenas que cumplían las promesas que hacían y que iban a salvarla. Y entre esos cánticos de sirena podía contemplarse a una auténtica sirena que, desde tierra firme, observaba a su víctima flotando en el agua, invirtiendo la historia, lo conocido, lo preestablecido. Aquella sirena que la había llevado al abismo de la locura y la salvación. Aquella sirena que la hizo conocedora de la única verdad, de la mentira más absoluta, del vació redentor, del reflejo infinito. Del espejo vacuo que nada contiene y todo refleja.
Los demonios con tridentes no existen, el infierno es tan auténtico como el paraíso, Dios es una mentira tan grande como las sirenas, que no siempre engañan, y los reinos celestiales tan tangibles como los submarinos. Solo existe el reflejo del espejo, y tras el espejo no hay nada. No, nada no. Esta él, o ella, está el vacío. El vacío tiene un nombre, el vacío tiene una voluntad, y esa voluntad es ninguna, porque el vacío no tiene un fin sino un principio, y ese principio es nuestro, nosotros lo comenzamos. Por eso ya no es necesario llenar de letras el vacío de esta hoja, a no ser que queráis saber qué pasó con aquella visitante del vacío, aquel ogro que la destrozaba y su fortuita e inusual sirena terrestre. Os lo podría decir, pero no importa. Vuestro espejo ya está reflejando y, al final, vosotros llenaréis ese vacío convenientemente. Así que ¡vamos! Haced como ella y cread, cread, cread. ¡Cread! Y jamás os dejéis destrozar.

viernes, 6 de mayo de 2016

Los Cuentos Prohibidos(IV)



 ¡Ves! La muerte no significa nada, lo sabía. No sé porque se preocupan tanto los adultos. Pero el cuento de Translúcida y Transida no habla solo sobre la muerte, habla de más cosas, ¿verdad? ¿Cómo decía mamá? El ajo, por ajo o algo así. ¡Eso! Ojo por ojo ja,ja,ja,ja. A veces nos equivocamos, pero no por ello debemos ser siempre castigados. ¿Que el cuento de esta noche tiene también una relación con eso? Me he adelantado ji,ji,ji. ¡Me encantan estos cuentos! Que pena que solo queden dos. Ha venido una mujer como el hombre blanco, la llaman enfermera, y también la llaman 

Lucy. Es muy buena, aunque muy seria. Hoy el hombre blanco la regañó porque no debía llevar el pelo suelto y ponerse la cafia, o lacofia, no sé, una palabra muy rara. Es una pena porque tiene un pelo rubio muy bonito. Esta mañana se me olvidó quitarme el colgante que me dio Henry y ella me lo vio, no me preguntó nada, solo me dijo muy seria que lo guardase. Aunque creo que sonrió, un poco, casi ni se veía. ¿Por qué no sonreirá más a menudo Lucy?

No sé si cinco cuentos serán suficientes para todas las noches que a lo mejor paso aquí. Entré porque tenía heridas, pero el señor blanco me miro mucho y mamá lloró. ¿Por qué tendré que estar aquí? Bueno mejor, si no a lo mejor nunca me hubieses contado esos cuentos. Además, gracias a estar en este sitio he conocido a una niña que Lucy ha subido hoy aquí. Se llama Angela y va vestida como yo. Es muy sonriente, pero no habla nada, solo dibuja y colorea. He visto sus dibujos y son muy bonitos, usa muchos colores diferentes. Hoy dibujó un pueblecito muy bonito, con un castillo muy grande y un niño muy sonriente encima del castillo, no lo tocaba, como si estuviese flotando en el cielo. ¡Ojalá yo dibujase así!

Antes de la hora de dormir fui a ver a Angela a su habitación y la vi hablando con Lucy, cuando me vieron Angela sonrió mucho y Lucy se puso todavía más seria, a lo mejor hice algo mal. Lucy llevaba otra vez el pelo suelto ¡qué guapa es! Cuando salió de la habitación se lo recogió de nuevo y se puso la el sombrerito de enfermera. ¡Eso, la cofia! Tiene los ojos azules, que pena que sea tan poco expresiva. Por un momento no pude dejar de mirarla, que tonto. Vi como sacó un espejito de mano y se colocó bien la cofia para que el hombre de blanco no la regañara. Angela carraspeo ¡ja,ja,ja,ja! Espero que no la haya parecido mal que me despistase por un momento. Me dijo que si quería me podía dibujar, yo la dije que vale. Bueno, no me lo dijo, porque no habla, pero yo la entendí. Es fácil entenderla. Lucy la entendía, pero...yo creo que Angela sí que hablaba con ella. Bueno, a lo mejor le da vergüenza hablar conmigo.

Teníamos dos horas hasta la hora de dormir y ya solo queda una así que no creo que pueda acabarlo. O a lo mejor sí, dibuja con tranquilidad pero es muy rápida. ¿Dónde habrá aprendido? ¡Oye! Vamos a hacer una cosa, ¿porque no me cuentas el cuento mientras Angela me dibuja? Así ella también puede escuchar el cuento. ¿Qué te parece? ¿Sí? ¡Qué guay! ¿Qué cuento toca esta noche? ¿Glaena? ¡Qué nombre tan bonito! ¿A ti te gusta, Angela? Je,je. Lo suponía.



EL CUENTO DE GLAENA


  
A simple vista  era un pueblecito normal y muy corriente, con un castillo como otro cualquiera en lo alto y gentes como las de cualquier rincón del mundo, pero Vinablae era un pueblo especial. De noche era el único pueblo que durante todo el año se iluminaba con luz que no procedía de antorchas ni de la umbralita, pues sus habitantes, amantes de la cultura y el progreso, tenían su propia fuente de energía desconocida en el resto del mundo. En Vinablae la gente no era corriente, en Vinablae todo el mundo tenía una mente brillante. Había quien se dedicaba al estudio de plantas y de los animales, había inventores fantásticos, literatos, actores, malabaristas, pintores...Vinablae era por muchos considerado una ciudad, la capital del mundo, aunque ciertamente no lo era.

Todo esto, sus gentes, lo hacían con respeto, sin dañar el entorno, sin molestar a sus vecinos o incluso a extranjeros que les visitaran. Tenían una mente espléndida para crear y descifrar, pero también para convivir y respetar. Únicos en todo el mundo. La reina de Vinablae llegó a vivir doscientos dos años, algo habitual en ese pueblo, pues lograron crear un elixir que les hacía longevos. Fue una buena reina que quería aprender de todos y cada uno de sus habitantes. Durante muchos años, cada día visitaba a alguien para descubrir en qué estaba trabajando.

Todos allí trabajaban por pura vocación y descansaban cuando querían o lo necesitaban. Era considerado por muchos como un paraíso, un lugar único en todo el mundo. No se conocen bien las causas de porque la gente que nacía allí tenía esa mente y ese buen corazón, pero muchos extranjeros los envidiaban. Evidentemente, los vinablaenintumtrarum, conocidos coloquialmente como vinablaentinos por la dificultad del gentilicio, cuyo origen etimológico solo conocen los propios habitantes de Vinablae, no eran tontos a pesar de ser gente de buen corazón, y tenían muy bien defendido el pueblo, tan bien que nadie se atrevió nunca atacarlo para conseguir sus secretos.

Pero por todos es sabido que para cultivarse no vale con estudiar y leer mucho, también hay que viajar. Y a la reina la gustaba muuuuucho viajar. Pasó ciento dos años de sus doscientos viajando por todo el mundo, en un momento en el que sus habitantes no la necesitaban tanto para proteger el pueblo. Su primer viaje lo hizo a los cinco años, del que asegura haber aprendido mucho, pues viajó durante dos años con su padre sin cesar, hasta los siete. A los siete atendió sus obligaciones de princesa y se cultivó. Podríamos decir que tuvo a los mejores profesores, pero todos en Vinablae eran los mejores profesionales.

La princesa, ya convertida en reina, amaba el pueblo y sus gentes y la gente la amaba a ella, pero anheló seguir su viaje donde lo había dejado, así que cuando cumplió noventa y nueve años decidió emprender el viaje de su vida. Cuando tenía ya ciento noventa y siete años conoció a un hombre de tan solo cincuenta y dos del que se enamoró. Lo más interesante de la reina Lareiva, que así era como se llamaba, era que jamás envejecía, tal y como sucedía con el resto de habitantes de Vinablae. Simplemente un día su vida se apagaba cuando se acercaban a los doscientos años, algunos podían llegar a los doscientos cuatro años e incluso hay una persona que llegó a vivir doscientos nueve años.

El hombre de cincuenta y dos años no supo que era la reina Lareiva hasta que tuvo un hijo con ella. Le confesó que era el príncipe heredero y que debía crecer en Vinablae para conocer y ganarse a sus gentes poco a poco, además de cultivarse y beneficiarse del progreso del lugar. Su amado se negó, se tendría que criar en la ciudad en la que había nacido, lejos de Vinablae, su padre así lo exigía, y en ese rincón del mundo Lareiva no tenía ningún poder. Lareiva volvió a Vinablae sola y decepcionada, había visto grandes cosas en sus viajes, pero ya nada de eso la importaba. Creía que se había enamorado de un gran hombre que al final demostró ser egoísta, mirando solo por su ciudad y descendencia al que solo le importaba la belleza de Lareiva. Incluso le repugnó la idea de pensar que Lareiva tenía casi doscientos años.

Ella, ya en su hogar, pasó un año sumida en la tristeza, en el que ni los mejores inventos, ni los mayores espectáculos ni la mejor voluntad de la gente ayudaron para que mejorará. Pero había algo que la empujaba a seguir viviendo, volver a ver a su hijo algún día, que su padre le dejara viajar de vuelta a Vinablae. Por su mente llegó a pasar algo que nunca había pasado: la posibilidad de atacar la ciudad en la que el hombre que había amado retenía a su hijo. Pero enseguida se le quitó de la cabeza, su hijo correría riesgo, y Vinablae no era una ciudad belicosa.

A los ciento noventa y nueve años dejó instrucciones sobre nombrar rey a su hijo cuando, ya siendo adulto, volviese a la ciudad. Para eso hizo llamar a la gran pintora del pueblo, capaz de crear obras imposibles. Entre sus muchos logros en el campo e la pintura, era capaz de crear retratos del futuro según descripciones del presente. Era algo que no solía hacer, pues mostrar imágenes del futuro podía destruir la armonía de la vida, pero en casos de emergencia podía hacer tal cosa, y más cuando lo pedía la amada reina Lareiva.

Lareiva describió a su bebé, mientras la gran pintora trazaba y trazaba, de vez en cuando cerraba los ojos, otras veces se le ponían en blanco al tiempo que el pincel se movía con presteza y sutileza, con delicadeza. Era un pincel bañado en oro que lanzaba destellos con cada brochazo. Era magnifico ver a esa mujer pintar, utilizar ese pincel que desprendía magia en sus lienzos. Y así lo hizo una vez más. En el lienzo podía verse el rostro del príncipe a los veinte años, un rostro que hizo llorar de emoción a la reina Lareiva. Parecía estar allí.

Todos los días durante los tres años siguientes Lareiva vivió feliz, pues si existía un lienzo de su hijo con veinte años y era obra de aquella pintora, significaba que su hijo viviría hasta los veinte años. Además, el simple hecho de poder ver la imagen de su hijo todos los días la hacía sumamente feliz. Podría haber recompensado con algo a aquella pintora, pero nada necesitaba, pues en Vinablae lo tenía todo y era feliz con su hija de tres años, que había nacido poco después de que madre pintase aquel retrato del príncipe de Vinablae.

Un día, en plena noche, la reina Lareiva se despertó de golpe. Sintió algo. Se levantó de la cama, miró el retrato de su hijo colgado en la pared, lo descolgó, lo acarició y lo besó antes de caer en redondo. La reina había muerto a los doscientos dos años de edad.
Tras el funeral de Lareiva necesitaban a alguien, no para organizar el pueblo, no para que hubiese orden, ni dictar leyes, ni para repartir justicia, pues Vinablae funcionaba muy bien. El papel de Lareiva como reina, el mismo que tuvieron sus antecesores, era el de proporcionar felicidad, confort, seguridad. La realeza de Vinablae era sucesora de un linaje muy especial en aquel lugar, pues sus antepasados fueron los primeros hombres que poblaron aquel lugar, sus fundadores.

El lugar, sin que en aquel momento lo supiesen, emanaba algo, estaba comunicado de alguna forma a la Naturaleza, al Orden de las cosas, otorgaba una superioridad mental y moral a los allí nacidos inexistente en otros rincones del vasto mundo. Pero antes de poblar ese lugar tan especial existía un pequeño manantial del que los antecesores de Lareiva bebieron, manteniendo una conexión inexplicable a las plantas y animales de aquel lugar, por ello consiguieron construir ese pueblo sin dañar de ningún modo la Naturaleza, supieron como hacerlo. Cuando más gente comenzó a vivir allí no tardaron en estar conectado a esos primeros habitantes a los que nombraron reyes. Incluso estando lejos mantenía la armonía que antiguamente mantenía el manantial, que se había secado días después de que bebieran en él, algo que nunca hubiesen imaginado, pues no era su intención provocar cambios en aquel lugar virgen.

En definitiva, era importante que la monarquía tuviese descendencia si querían mantener la armonía, la alegría, la seguridad, la conexión. En esta ocasión sentían el eco de esa armonía, pues había un príncipe, pero se encontraba lejos de allí, y ni siquiera dicho príncipe conocía la existencia de los vinablaenintumtrarum. Sin esa conexión, aunque la gente siguiese siendo inteligente y bondadosa, sentiría tristeza, desprotección y dejarían de trabajar y producir, pues su única motivación para hacerlo habría desaparecido.

Se formó un Gran Consejo en el centro del pueblo. Dicho Gran Consejo fue representado por la persona más anciana del pueblo que hablaría en nombre de todos. Ordenadamente todos aportaron ideas, todas ingeniosas e impresionantes. Pero la más recurrente, lo que la mayoría había pensado fue en recurrir a la pintora. Con su magnífico pincel y su gran mente sería capaz de utilizar el retrato que hizo del joven siguiendo la descripción de la reina para encontrar la localización. Después solo tendría que pintar aquella ciudad y alguien a quien elegirían mediante votación entre varios voluntarios accederían a la ciudad mediante el cuadro de la gran pintora. Sí, hasta ese poder llegaban las artes de aquella pintora. Pero puesto que el joven rey era todavía un bebé y podían nutrirse del eco del poder de su fallecida madre y del eco lejano que desprendía el mismo, esperarían a que fuese mayor de edad, a que tuviese veinte años. Lo que no sabían en Vinablae era que el joven rey, en la ciudad en la que vivía, sería mayor de edad a los catorce años.


Mientras la pintora trabajaba en su nueva obra, una representación de lo más fiel de la ciudad en la que vivía el rey (lo que le llevó mucho más tiempo del que uno se podría imaginar), el mejor escritor del pueblo escribía con su magnífica pluma un texto para ser leído por el mejor orador que convenciese al joven a viajar a Vinablae y reinar como lo hizo su madre. Los quince años que sucedieron (pues Lareiva había muerto cuando su hijo tenía cinco años) fueron conocidos como El Desestabilizador Quindenio Vinablaenintumtrarum, al Borde de la Catástrofe Printaneantina del Falso Rey Venido de Printanea, conocida comúnmente como la Crisis de Vinablae. Sí, los vinablaentinos eran buenos en todo menos en escoger nombres, por algún motivo no buscaban ser prácticos en ese aspecto, sino descriptivos. De hecho no les agrada que en la cultura popular se conozca a este periodo como la Crisis de Vinablae, pues la crisis completa abarcó más de quince años y ha habido más crisis, e incluso puede haber más en el futuro.

Llegó el día. Gracias a las notas de la reina Lareiva y a los cálculos de los matemáticos pudieron calcular no solo el mes de su cumpleaños, sino el día, la hora, el minuto, el segundo e incluso el milisegundo. Un matemático llegó a calcular el nanosegundo y años después, por simple interés histórico, uno fue capaz de determinar el yoctosegundo del nacimiento del quinto rey de Vinablae. Ni siquiera debería hablar de estos términos matemáticos tan precisos en este momento, pero es imposible no empaparse de la cultura vinablaentina cuando hablas de ellos.

Como decía, todos sabían ya que el rey tenía veinte años, por lo que solo hizo falta comenzar el plan. Se colocó el cuadro, que era de un tamaño colosal, en el amplio salón de la reina. La gran pintora se puso frente al cuadro, puso los brazos en cruz, inspiró y dejó pasó a los elegidos que se metieron en el cuadro como si de un portal mágico se tratase para la misión de devolver al rey, cuyo nombre desconocían hasta que los grandes astrólogos, fisiólogos, psicólogos y ensayistas estudiaron el rostro del retrato, las notas de la reina sobre la personalidad del padre del chico y los nombres más comunes de gentes nacidas en ese momento y en ese lugar en otros periodos de la historia para descubrir el nombre con más altas probabilidades. Descubrieron dos, el nombre que debería llevar y el nombre que seguramente llevase. La pintora no pudo sacar tal información mediante el retrato, pues con su pincel podía conectar materia y sentimientos del pasado, presente y futuro, pero nunca algo tan vacío en ocasiones como un nombre.

Todos en el pueblo esperaban ansiosos mirando fijamente el cuadro. Pasaron dos horas, cuatro minutos y veinte segundos, nadie se molestó en calcular los nanosegundos o los yoctosegundos, cuando volvieron. Y menos mal, porque la gran pintora solo podía mantener activo el portal con el cuadro durante cinco horas, para la siguiente conexión había que esperar un día más. Ese día, en ese momento, cuando las figuras atravesaron el lienzo y volvieron a la salón de la reina, comenzó lo que los vinablaentinos llamaron La Catástrofe de Printaneantina del Falso Rey Venido de Printanea, Precedente al Pintoresco Período de Glaena y Werdan, lo que los demás siguieron conociendo como parte de la Crisis de Vinablae.

El primero en pisar el salón de la reina fue su antiguo amado, el zapatero printaneantino, padre del quinto rey de Vinablae, autoproclamado rey de Vinablae y conocido como el falso rey venido de Printanea. A su lado iba Reeogg, su hijo. Tras ellos cuatro soldados que “acompañaban” a los enviados a por el rey de Vinablae.
-¡Hombres de Vinablae!-el printaneantino alzó la voz para asegurarse de que todos le escuchaban-. Vuestra reina, mi amada Lareiva, no estuvo de acuerdo con mi decisión, pero firmó un documento que aseguraba la protección de Printanea por parte de Vinablae, pues os describía como un pueblo no beligerante que respetaba a los otros pueblos y ciudades. Vuestra reina firmó la aceptación de las condiciones, códigos y leyes printaneantinas sobre la estancia de nuestro hijo en Printanea hasta que fuera mayor de edad, le contase la existencia de este lugar y le dejase venir por su cuenta a Vinablae si eso era lo que decidía. Pero en vez de esperar habéis decidido interrumpir el cumpleaños de mi hijo sin dejar que esto suceda, invadiendo nuestra ciudad y rompiendo este pacto. Por ello, el rey de Printanea me nombra embajador de Printanea en Vinablae y rey en funciones hasta mi muerte, cuando pasará a ser rey mi hijo Reeogg, que vivirá aquí bajo la ley y enseñanzas printaneantinas, sin poder entrar en contacto con vosotros, gente de Vinablae. Si mi muerte es causada de forma sospechosa, la Gran Alianza-conocida por los vinablaentinos como la Gran Alianza de los Regentes Cetriraneos y las Mil Ciudades Exogeraneas de las Comunidades Tecnológica-Eruditas por la Protección del Muy Improbable Ataque Vinablaenintumtrarum-, tomará parte y castigará vuestra rebeldía atacando vuestra ciudad. Puede que con vuestra tecnología y vuestros conocimientos aguantéis invasiones menores que no se dan debido al respeto que os tienen, ya sea por miedo o admiración, pero La Gran Alianza os destruirá  aunque tarden algunos meses o incluso algún año. Sabéis que una taque de tal envergadura no se dará a no ser que haya una situación como esta, en la que os habéis mostrado peligrosos por primera vez.
Como castigo por vuestra invasión, durante mi gobierno yo decidiré como invertir vuestros recursos e importaré los que vea necesarios para la ciudad de Printanea.

Fue un parlamento exageradamente largo, interminable, pero los vinablaentinos eran muy respetuosos y, además, reconocían sus errores, nadie se quejó. Solo tendrían que esperar a que el falso rey printaneantino muriese, algo que con suerte sucedería pronto, pues ya tenía setenta y dos años. No fue así.

Once años después el rey seguía vivo, los recursos de Vinablae eran más escasos que nunca, la tristeza de sus habitantes los hacía menos productivos, y al rey cada vez más amargado y enfadado con aquellos habitantes que se debilitaban. Muchos empezaron a morir a los cien años, hubo vinablaentinos que incluso murieron de forma natural a los cincuenta y cuatro. Otros murieron por errores en ciertos trabajos de riesgo, algo que nunca había ocurrido, pues nunca habían cometido errores. El colmo llegó cuando el falso rey de Printanea ordenó matar a gente por no producir la materia prima que deseaba o como la deseaba, desde simple comida a predicciones compleja o minerales antes muy comunes. Las obras de teatro ya no divertían, ni los conciertos emocionaban, pocos libros mantenían buena calidad y los lienzos de la gran pintora no tenían la viveza de antaño.
-¡Estos cuadros ya no me gustan!-Gritaba exasperado el rey en funciones de Vinablae-.¡No trasmiten nada!
-¿Acaso has podido alguna vez captar lo que trasmiten mis cuadros?-La pintora se mostró arrogante y osada, dos cosas que jamás la habían caracterizado.
-¿Me estás llamando imbécil, acaso?
-No, solo me limito a indicar lo que deduzco en base a mis observaciones en todos estos años.
-Unos segundos me bastan a mí para deducir en base a mis observaciones que eres una impertinente, y que tu impertinencia te va a llevar al calabozo. ¡Encerradla!

La joven Glaena, que tenía ya 23 años, observó cómo los guardias del pérfido padre del no menos pérfido rey Reeogg arrastraban a su madre hasta los calabozos. Ella se quedó paralizada, sin poder hacer nada. Observó impotente cómo la persona que más quería en el mundo era encerrada en una lúgubre celda para que la poca energía que le quedaba le fuese absorbida.
Más impotencia sintió cuando fue ella la que fue arrastrada a los oscuros aposentos del rey en funciones, que le obligó a pintar el cuadro más hermoso para él.
Su madre le había enseñado a pintar, pero ante todo le había enseñado a gestionar sus emociones, a controlar sus impulsos y a no emplear nunca la violencia. La clave estaba en su corazón, en su alma. Ni siquiera en las palabras, solo en el arte. Agarró el pincel de su madre, ese pincel tan especial que funcionaba como canalizador del poder de creación que poseía su madre, y comenzó a pintar, a crear. La madre de Glaena, de nombre desconocido para nosotros, le enseñó a no ser impulsiva, no por lo menos en la vida real, con las otras personas. Pero cuando creaba...cuando creaba debía sentir el lienzo, debía traspasarlo y pintar sin pensar con precisión. Debía dejarse llevar por su habilidad innata y pintar justo lo que necesitaba. La inspiración es un bien muy preciado, es el poder por el que todos los artistas, sean o no de Vinablae, se mueven. Sin él, ni con un pincel de condiciones sobrenaturales se puede hacer arte. Y ella ese día lo hizo. Visualizó la luz, sintió la esperanza, buscó la verdad en su lienzo y en sus pinturas y encontró un paisaje tan bonito y bien recreado que el padre de Reeogg se quedó fascinado.
Glaena contempló su creación y sintió que podía atravesarla, sintió el sol sobre ella, escuchó el cántico de los pájaros ya desaparecido en Vinablae, el eco del viento y el olor del verdor de aquel lugar. Sintió un refrescante aliento, un hálito de esperanza. Contempló su reflejo en unos ojos cargados de vida.
-Hola, soy Werdan.


Glaena estaba observando el retrato de su madre pintado muchos años atrás para Lareiva, el rostro de ese joven olvidado ya por la mayoría. Estaba ante el mismísimo rey heredero de Vinablae y Printanea.
-Eres...eres él. Como Reeogg, pero diferente.
-Sí, Reeogg es mi hermano gemelo. Y sí, soy el rey de Vinablae.
Si Glaena se había quedado estupefacta al conocer a Werdan, más lo hizo al saber que él sabía que le pertenecía el título de rey de Vinablae.
-Pero entonces, ¿por qué no has venido a ayudarnos?
-Porque no podía. Ayudaros iniciaría una guerra entre Vinablae y el resto de reinos de La Gran Alianza. Tenías que encontrarme, demostrar que el poder de Vinablae no se había doblegado, recuperar Vinablae utilizando acciones artísticas y no belicosas. Si alguien podía encontrarme sin moverse de Vinablae podriá hacer que el equilibrio volviese a ese pueblo antes de que el mundo comezase a desestabilizarse.
-Ni siquiera mi madre podía hacer esto de esta manera. No sin ayuda de otros artistas y estudiosos de Vinablae. ¿Cómo he llegado a ti sin buscarte?
-Posiblemente porque tu poder sea mayor que el de tu madre. Ella te enseñó bien. No te has dejado apagar por  el abuso al que os somete mi padre, y eso es lo que te ha permitido desplegar tu poder en una situación extrema como este. Tu poder, Glaena, no tiene límites.
-¿Como sabes mí...?
-Estamos conectados, como lo estamos con todos los habitantes de Vinablae. Pero nuestra conexión es más fuerte, ¿no lo sientes? No puedo explicar el motivo, pero tu poder es único en Vinablae, como si descendieses del linaje de mi madre, de los fundadores de Vinablae.
-Pero yo solo soy una pintora como mi madre.
-Sí, y no. Las nuevas generaciones comienzan a mostrar un poder que las anteriores no han mostrado. Tu abuela no conseguía tampoco hacer las cosas que consigue hacer tu madre cuando pinta. Vinablae evoluciona, y tú eres la primera de una gran generación.
-Y ahora, ¿qué hacemos?
-Crear, Glaena. Crear.

Glaena y Werdan contemplaron los paisajes de aquel lugar que la propia Glaena había pintado en el salón del trono de Vinablae. Werdan viajaba por el mundo esperando que alguien de Vinablae le encontrase, y en ese momento pasaba por una de las tierras más hermosas, apartada de los grandes reinos. Subieron a lo más alto de una montaña juntos y Glaena respiró un aire nuevo, diferente. No mejor que el de Vinablae, pero igual de purificador, con sus toques. Era como si comparabas dos magníficos cuadros pintados por dos grandes pintores, pero cada uno con sus estilos. Contempló animales que no conocía, olió nuevos aromas, percibió nuevos sonidos, probó nuevos alimentos y, por encima de todo, sintió cosas que jamás había sentido con tan solo mirar a Werdan.
Werdan, precisamente, le enseñó a sentir. A empaparse de su entorno, a dejarse imbuir por la luz de aquel lugar, a conectarse con la energía que desprendía. Observaba cada árbol, cada rama, cada hoja. Todo eso lo había plasmado en su lienzo, pero no esperaba sentirlo de ese modo, conectarse a ello.
Y después de horas recorriendo aquel paraíso terrenal había llegado el momento de pasar a contemplar otra obra y a crear una nueva.

Glaena se materializó en el oscuro salón del trono frente al hombre que estaba sentado en él. Aquel que, desde luego, no era el rey. Éste sujetaba el pincel de su madre mientras la miraba, como si no le sorprendiese que hubiese desaparecido atravesando un cuadro y hubiese vuelto horas después del mismo.
-En Vinablae sois la pera.-Se burló el rey-.Todavía sois capaces de sorprenderme. Cosa que no consiguió tu madre, por eso está en el calabozo. Lugar en el que también acaban los que intentan escapar de mi mandato. Y tú, joven, me has sorprendido a costa de romper las leyes. Lo primero que has de saber es que no volverás a escapar, ¿o acaso no crees que sé que este es el pincel con el que obras tales milagros artísticos?
Tras su pesado discurso, esos que al falso rey tanto gustaban, rompió el pincel de su madre con una facilidad que nadie hubiese imaginado, pues que estuviese imbuido por el poder de Vinablae hacía pensar a muchos que era indestructible. Glaena se controló sin apartar la mirada.
-Tan osada como tu madre. Bien, te daré una oportunidad. Pinta de nuevo un cuadro, pero ahora sin ese pincel, claro. Ya no sirve para nada. Dudo que sin vuestros asquerosos trucos vinablaentinos podáis hacer nada digno de mención.
Le dieron a Glaena un pincel normal y corriente y comenzó a plasmar una imagen en el lienzo. Lo hacía más lenta y con mucha más tranquilidad que con el cuadro anterior. Tanto, que el falso rey empezaba a perder la paciencia. Y mientras el rey perdía la paciencia algo estaba sucediendo en Vinablae.

Lo primero que sucedió fue que el sol salió entre las nubes. Lo hizo con lentitud, con tanta lentitud como pintaba Glaena. Y después de aquello la gente dejó de trabajar, los enfermos se levantaron como si nada de sus camas, la gente comenzaba a mirar al cielo, a mirarse a ellos mismos. La gente comenzaba a recordar, a recordar lo que era la esperanza, la felicidad. También a olvidar, a olvidar lo que era el miedo y la pena. Comenzaron a caminar juntos hacia el salón del trono mientras los animales salían de sus escondites con seguridad.
Las puertas de la sala del trono se abrieron de un golpe, entrando en ella todos los vinablaenintumtrarum. No lo hicieron a gritos, ni a golpes, no corriendo. Todos, con seguridad y tranquilidad, miraban al rey decididos a intimidarle, a que abandonase Vinablae o, por lo menos, dejase de explotarlos.
-¿Creéis que esto es suficiente para quebrantar la ley? ¡Mi ley! ¡JA! ¡Ejecutadles! ¡A todoooos!
Glaena seguía pintando.


Entonces se oyó un estruendo. El rey salió con presteza y preocupado de la sala del trono, ignorando a la gente y a sus soldados, que no obedecían sus órdenes. Miró al cielo y contempló lo que ensombrecía a Vinablae ocultando el reciente sol aparecido. Se trataba de una flota de cien barcos voladores de la Gran Alianza comandados por el Gran Archiduque-maestre que había viajado a Vinablae solo para detener al padre de Reeogg. Entonces, el falso rey se giró y vio a Glaena pintando sin parar.
-¡No dejéis que siga pintando! ¡Paradla! ¡Matadla!
Los guardias del falso rey cogieron sus armas, se acercaron a Glaena-que no dejaba de pintar- alzaron alabardas, espadas y hachas y las depositaron después a sus pies.
-¿Qué hacéis? ¡Detenedla! ¡Y vosotros!-se dirigió al barco del archiduque-maestre y sus otros 99 barcos-estáis incumpliendo nuestro acuerdo. Pienso recurrir a la Asamblea General de los Reinos Circunscritos y vais a...
Glaena pintaba.

Los barcos voladores se retiraban sin que nadie hubiese hablado o bajado de ellos, la gente-incluidos los guardias-abandonaron la sala del trono y dejaron a Glaena pintando. Todos alzaron la mirada, el falso rey la mantuvo alzada. Nadie observaba a los barcos que se alejaban, sino a algo que se formaba sobre el castillo, algo que flotaba sobre él. Algo que un ciudadano que se quedó en el umbral de la puerta principal del palacio pudo observar que Glaena pintaba en ese lienzo, que representaba a Vinablae en su mejor momento. En la actualidad. Glaena sonreía mirando el último elemento que había pintado y que todos miraban cómo flotaba sobre el castillo.
-Mi hijo....Werdan.
Entonces Glaena desapareció del salón del trono y apareció volando sobre el palacio, junto a Werdan. Todos, menos el falso rey, aplaudieron riendo y silbándoles. Vinablae desde aquella perspectiva, con todo el mundo unido y dichoso, era el cuadro más bonito que se podía pintar. Un cuadro coronado por aquellas dos figuras conectadas como un artista lo está a su obra.

Pocos pueden explicar con exactitud y sin caer en contradicciones lo que ocurrió en Vinablae aquel día, por qué el rey abandonó el pueblo y dejó de explotarlo, por qué la flota de la Gran Alianza se manifestó allí dispuesta a arrestar al rey al que habían apoyado y se habían marchado después, qué pasó con Reeogg, qué hicieron Glaena y Werdan. Algunos intentan explicarlo desde una perspectiva política, otros filosófica, otros psicológica e incluso otros hablan tan solo del destino. Pero la única verdad es que la Crisis de Vinablae se solucionó sin guerras, sin muertos en un conflicto, sin armas. Tampoco sería exacto ni justo decir que el arte salvó a Vinablae de su crisis. Fue mucho más. Tal vez la esperanza, la creencia, el poder de lo imposible, la independencia, el dominio sobre uno mismo, el conocimiento, la evolución, la fe. Pero no la fe en un dios, sino la fe en uno mismo, en la gente. Y la comprensión. Ese día Glaena comprendió que ella podía pintar todo eso, podía crearlo pintando. Y gracias a Werdan comprendió que cualquiera, a su manera, sin necesidad de ser pintor, podía hacer lo mismo. Gracias al poder primigenio de Vinablae se había salvado Vinablae, por eso no era incorrecto decir que Vinablae había salvado a Vinablae. De la misma forma que tú te puedes salvar a ti mismo. Siempre. Solo necesitas ese poder que posees y no siempre sabes usar.

Glaena, la Gran Pintora de Mundos y Sueños Materializados y Salvadora de Vinablae y sus Gentes descansaba ahora sobre las montañas de Vinablae junto a Werdan, el Verdadero Rey de Vinablae, Heredero de Lareiva, Conocedor de los Reinos y su Sabiduría y Flujo de Energía Infinita Materializada y Conectada a Glaena. Sí, ese día los vinablaenintumtrarum aprendieron muchas cosas, pero no a poner nombres cortos.
Ambos, juntos, observaban a la nueva Vinablae, con una energía renovada que permanecería así durante muchos años en lo que fue conocido como el Pintoresco Periodo de Glaena y Werdan. Dos seres repletos de energía vinablaentina que ese día, en lo alto de esa montaña, conectaron sus respectivos flujos de energía formando uno solo que iluminaría eternamente, no solo a Vinablae, sino también a los reinos de la Gran Alianza, y a los más pequeños que no formaban parte de ella, al igual que a los Reinos Olvidados. E incluso a los Reinos Perdidos. Iluminaron los confines más naturales y salvajes, Y, por supuesto, también iluminaron aquel lugar en el que se conocieron en aquel confín del mundo. Iluminaron incluso mundos alejados, que no eran suyos y que no conocían. Lo iluminaron todo. Y en algunos mundos a esa energía se le llamó de una forma muy concreta. Amor.