domingo, 14 de abril de 2013

El Color del Amor



Comenzó a quitarle la ropa con ímpetu, rasgando la tela sin importar nada más que el contacto con la carne desnuda. Su piel, húmeda por el sudor, ardía. Una de sus manos entró en contacto con su mejilla izquierda, mientras la otra se deslizaba con destreza entre sus piernas. La mujer se sonrojaba y gemía al mismo tiempo. La huesuda espalda de la mujer impactó contra el suelo, mientras el hombre, ahora sobre ella, la acariciaba el cuello con la misma mano que había acariciado su mejilla. La mujer le agarraba del pelo, tirando de sus mechones con intensidad, al hombre no le importaba. Su venosa mano bajaba hacía el pecho de la mujer. Mientras le agarraba los senos, la mujer se erguía para morderle una oreja. Él la abrazó con fuerza, alargó uno de sus brazos hacia la mesa, como si quisiese agarrarse y comenzó a mover el miembro hasta sentir su interior. Ella aprovechó para clavarle las uñas en la espalda…a él seguía sin importarle. Fueron varias sacudidas en la misma posición, sacudidas acompañadas de alaridos y culminadas por el fluido que salió disparado salpicando a su cuerpo e incluso la pared. Se la extrajo con delicadeza mirando el rostro de la mujer que amaba, recordando el día que la había visto por primera vez.


No, no era un día gris, ni lluvioso. El cielo estaba completamente despejado y el sol brillaba con fuerza. Iluminaba las calles y los parques envueltos en un manto verde de frescor. Pero él no contemplaba, no olía, no sentía. Su interior estaba vacío. Se limitaba a caminar pensando, en nada en particular, en todo en general. No vivía, solo se limitaba a mantenerse con vida. Consumía energía y la reponía. Cumplía con  el deber, no su deber, sino el deber de una sociedad que se alimenta de la energía de los organismos que pueblan el mundo, para que, a su vez, esos organismos se alimenten de la sociedad y el trabajo de los demás. Esa era su vida. No tenía ningún sentido, o tal vez era lo único que lo tenía. A penas hablaba, significaba consumir energía para compartir ideas sin importancia, muchas veces estupideces. Leía mucho, en su día para entender, ahora solo para mantener su núcleo, el cerebro, en funcionamiento.
Conocía palabras, muchas palabras, también su significado, pero no su auténtico significado. Amistad, lealtad, honor, felicidad, amor…solo eran palabras. Desde pequeño había sido así y nunca se había esforzado en cambiarlo. Era la herencia recogida de sus progenitores, el resultado de unos antecedentes naturales y sociales. Debía ser así, la vida no había que entenderla, ni siquiera vivirla. Había que dejarse llevar por el camino que nos había preparado hasta su desenlace…Se equivocaba.

Un día lo vio. Vio el color verde, húmedo, proyectando destellos hacia él que le iluminaron más que cualquier rayo de sol. Un sol que no parecía hacer efecto en su inmaculada piel, blanca como la nada, lisa como el cielo de esa mañana. En cambio a él, los destellos de su mirada le sobrecogieron. Por primera vez en muchos años, en su camino al lugar de siempre para comer lo mismo de siempre, se detuvo. Por primera vez en toda su vida, sintió algo. ¿Qué era? Ni él lo sabía. Quiso acercarse, como hipnotizado, pero no lo hacía. Podía moverse, quería moverse, pero no lo hacía. ¿Por qué? Era una estupidez, no tenía sentido y siempre había huido de las estupideces y los sinsentidos, pero esa vez solo quería quedarse ahí, eternamente, contemplando esa mirada, a esa mujer.

Ella seguía caminando, pero no consumía energía al hacerlo, solo consumía su alma. La delicadeza de los movimientos de la mujer contrastaba con el frenesí de su corazón. Hablaba por el móvil mientras sus pasos la llevaban hacia él. Su voz no provenía de la vibración de las cuerdas vocales, no…su voz provenía del cielo, era como la brisa marina y lo que decía no llegaba en forma de información a su cerebro, sino que volvía a impactar en el corazón. También notó un impacto en el estómago. No había comido nada desde hacía seis horas, pero pareció alimentarse de las palabras que emanaban de su boca. El estómago se había cerrado. Los labios se movían, por ellos a veces asomaba una lengua que daba ganas de saborear y unos dientes que parecían no haber sido hechos para morder, sino para cautivar.
Hacía calor, mucho calor, más del que hacía hace escasos minutos, más que el que había sentido en toda su vida. No pudo evitar mirar las montañas que acompañaban ese bello paisaje, unas montañas que daban ganas de escalar para llegar al cielo. Sus blancas piernas, que se mostraban desnudas bajo un corto vestido, no dejaban de moverse. Parecían moverlo todo. Entonces llegó el momento. El olor a hierba mojada desapareció, o tal vez se camufló, no importaba. Su aroma le alcanzó. Un aroma dulce y más fresco que el de cualquier césped. ¿Un perfume tal vez? Daba igual, era su olor. Nunca había olido nada, nunca como aquella vez. Él no apartaba la mirada, ella miraba al infinito mientras hablaba, el lugar donde querría estar con ella. Entonces se cruzaron y fue en ese instante cuando su verdor le deslumbró por completo. Le estaba mirando. Sus piernas se pararon, los pájaros se detuvieron, los aspersores dejaron de funcionar…el día dejo de avanzar. La nada que había sentido todos estos años le rodeaba, solo existía una cosa, solo existía ella. Por primera vez, lo único que parecía tener vida era él. La mujer esbozó una sonrisa sin dejar de hablar ¿Una sonrisa para él? Por desgracia la realidad se impuso y ella, al igual que los pájaros y los aspersores, continuó su camino. Pudo ver la hilera de huesecillos que componían su marcada columna vertebral, sus caderas contoneándose suavemente, alejándose. Quería llamarla, seguirla…No lo hizo. Pero la observó hasta que se perdió en la lejanía. Aunque nunca se llegó a perder. Cuando prácticamente era solo un punto, el punto más bello que había tenido la suerte de ver, vio como se detuvo hasta entrar en un edificio de una sola planta.

Era de noche. La única luz que iluminaba la estancia no era la de la bombilla, la de las estrellas o la de la luna, era su luz. Apenas había comido nada y no había pensado en otra cosa. No tenía ganas de dormir, ni de trabajar, pero sí de vivir, vivir con ella. Por primera vez sintió miedo. Todo esto era nuevo. A veces se sentía estúpido ¿Por qué amar? Todo es un engaño, todo es química, necesidad de supervivencia. Cuando amas pierdes el control de tu cuerpo, de tus pensamientos, todo deja de tener sentido y al mismo tiempo todo cobra sentido de repente. Siempre le habían parecido estupideces que entorpecían la auténtica labor del ser humano. Somos carne, huesos, órganos, genes…somos cuerpos con una misión. Una misión que había dejado de existir para él. En ese momento, también por primera vez, sintió furia. Furia por no estar con ella, por no entender porque quería estar con ella. Apoyó la cabeza entre los brazos, cerró los ojos y vio su inocente y preciosa cara, sus delicados contoneos, sus suaves labios, su pulcro cabello castaño. Era una trampa ¿O era la vía de escape? ¿Y si era la vida, la sociedad, la realidad, las que no tenían sentido? ¿Estábamos hechos para amar? La lógica le decía que no, pero ya nada tenía lógica.

Si hubiese seguido la lógica no estaría frente a esa casa que el día anterior contemplaba en la lejanía mientras el precioso punto se adentraba en ella. La puerta se abrió para dejar ver ese verde sobre blanco de nuevo. Las palabras no salieron, no había nada que decir, y había tanto. El dulce sonido volvió a colarse en sus odios. Parecía preguntar algo, pero no respondió. Solo la observó, a ella y lo que había tras ella, su hogar, lo que la definía. El hogar del hombre que llamaba estaba sin decorar, con los muebles necesarios. Las paredes eran blancas y lo único que ocupaba sitio eran montones de libros por todas partes. El hogar de la mujer a la que llamaba estaba lleno de cuadros y fotos, paredes de vivos colores y estanterías también repletas de libros.

Las únicas palabras que salieron de su boca fueron “Te gusta leer”. Ella afirmó mostrando desconfianza, pero sin perder su belleza. Observó que en la mano llevaba un libro, un libro que él había leído hacía ya un tiempo. Un libro de fantasía en el que dos mundos totalmente contrarios se solapaban creando un nuevo y peligroso mundo. Sus protagonistas debían sobrevivir en él, sin saber nada sobre el origen de esa fusión ni sobre qué hacer para devolver todo a la normalidad. Pronto comenzaron a brotar sentimientos encontrados entre las personas de los diferentes mundos. Romances, guerras…los contrastes se atraían y se repelían a la par. Dos mundos perfectos se unieron para convertirse en un caos, siendo la única forma de detenerlo destruir el nuevo mundo y a sus habitantes.

Horas pasaron hablando de ese y otros muchos libros. No supo cómo, pero estaba en su sofá, contemplando los lugares donde dormía, comía, leía…vivía. No supo explicar lo que sentía, pero era maravilloso. El tiempo parecía no pasar, nada importaba y hasta los libros tenían ahora más sentido que nunca. Compartieron las historias que conocían, sus pensamientos sobre la vida. A ella le pareció triste su perspectiva pesimista. Vivía en uno de esos mundos perfectos en los que no pasaba nada antes de la fusión. En cambio él pudo conocer lo que la hacía feliz a ella, su perspectiva optimista. Viajar, leer, actuar sobre la marcha, exprimir la vida a tope con la gente que quería. Su mundo también era perfecto y muy diferente al suyo. Dos mundos que debían fusionarse. Quiso hacerlo, pero todavía era pronto. Le bastaba con hablar con ella, observarla.

Durante los días que siguieron no paraba de hablar con ella por el móvil y en persona. Quedaban en lugares que hasta ahora él consideraba una pérdida de tiempo como cafeterías o parques. Juntos viajan entre hojas de papel y tinta negra, pero por una vez, su viaje, su historia, le parecía más emocionante que todas las que había leído hasta ese momento. Un día, ella iría a su casa para ver su montaña de conocimiento. Ese día comenzaría la fusión de los mundos.

El traqueteo del tranvía iba en ascenso, como el palpitar de su corazón cuando la veía. Ese día sí era gris, las nubes lo cubrían todo y la lluvia abrazaba a la gente que caminaba por la calle. El agua traspasaba los tejidos y empapaba el pelo. Los paraguas se abrían y la gente comenzaba a correr. Pero de nuevo, nada le afectaba a él. Ni un rayo de sol se colaba por las nubes, pero a él no le hacía falta. El sonido del tranvía era ya muy fuerte, aunque él no lo oía. La lluvia le calaba, no le importaba. Quedaba solo un día. Tenía todo lo que hacía falta para iluminar el día, para que su cuerpo se mantuviese fuerte por mucho que se mojase. La tenía a ella. La tenía en sus pensamientos constantemente, la tenía…a pocos metros de él. Pudo ver sus rosadas mejillas entre la lluvia, su pelo castaño, revuelto; sus verdes ojos, cerrados; sus labios, humedecidos; su lengua, saboreando; una pierna levemente flexionada.

El corazón se encogió, un desconocido le había apuñalado con violencia en el pecho. Sangraba mucho, por los ojos. La lluvia le acompañó. Su cuerpo comenzó a temblar, dejó de tener hambre también esta vez. Su estómago no se había cerrado, se había revuelto. El sonido del tranvía era apenas perceptible, pero sonaba en su cabeza con fuerza. Sus piernas también se flexionaron, ambas. Sus rodillas se empaparon al impactar contra el suelo y sus manos sujetaron la cabeza que parecía estar a punto de explotar. Su mundo se desmoronaba…pero no podía permitirlo, tenía que realizar la fusión antes de que eso sucediera. En aquel libro nunca explicaban porque ambos mundos se fusionaron, en ese momento lo entendió…o eso creyó. Ella, que sujetaba el puñal húmedo y rosado de aquel desconocido, no le vio salir corriendo.

Seguía sin tener hambre, pero cenarían. Un viaje entre mundos e historias siempre daba hambre. Y, ya con el estómago lleno, podían llenar sus vidas, sus corazones…podían realizar la fusión. Un nuevo mundo estaba a punto de nacer. Él mismo cortó la carne. Con cada golpe que asestaba con la macheta estaba más cerca de conseguirlo. La lógica y la razón hicieron una última aparición. Ese animal había muerto para dar energía a dos seres humanos…era el camino que le había preparado la vida. Pero ahora lo veía diferente. La carne de ese pobre animal se despedazaba como preludio de la unión de dos carnes. De alguna forma, sería parte de ese nuevo mundo, esa nueva vida. Pasó la noche entre fogones, libros de receta y comida. Tenía que ser especial.

En la estancia no necesitarían más luz que la suya, así que se limitó a encender una sola vela y junto a ella, los platos, los cubiertos, las servilletas y la macheta, que había olvidado guardar, junto a la carne. Ella apareció tras la puerta, sonriente, como siempre, bella como nunca…perfecta. Sus verdes ojos se movieron con disimulo para contemplar la mesa, la vela, la cena. La voz le tembló por primera vez y se apresuró a hablar de los libros que tenía. Hablaron largo rato  sin apenas interrupciones, no más de las que precisaba una cena como la que se estaba preparando. Llegó el momento de cenar, de alimentarse. Ella se mantuvo distante, pero él la sentó en la mesa. Solo era una cena. La carne despedazada, ahora cocinada y condimentada, rozaba sus labios, su lengua la humedecía y sus dientes machacaban, aún con todo, seguían siendo cautivadores. No dejaba de sonreír, de hablar, pero sobre todo: de iluminar. La cena se terminó, pero la noche no había hecho más que empezar.

Él se acercó, puso una mano sobre la suya. La miró, no a los ojos, sino al alma. Su cuerpo se movió con suavidad hacia el de ella. Mientras lo hacía cerró los ojos y, por fin, acarició sus labios. Pero solo los acarició. Ella se apartó repentinamente. “Creo que te estás confundiendo” le dijo. “eres perfecto, pero no eres para mí y yo no soy tuya”. Se levantó, pero no avanzó. Él la detuvo. La deseaba más que a nada. Si la dejaba marchar su mundo se destruiría, la única forma de salvarlo era fusionándolo. Tenía que tomarla.

Comenzó a quitarle la ropa con ímpetu, rasgando la tela sin importar nada más que el contacto con su piel desnuda. Su piel, húmeda por el sudor, ardía. Una de sus manos entró en contacto con su mejilla izquierda mientras la otra se deslizaba con destreza entre sus piernas. La mujer se sonrojaba y gemía al mismo tiempo. La huesuda espalda de la mujer impactó contra el suelo, mientras el hombre, ahora sobre ella, la acariciaba el cuello con la misma mano que había acariciado su mejilla. La mujer le agarraba del pelo, tirando de sus mechones con intensidad, al hombre no le importaba. Su venosa mano bajaba hacía el pecho de la mujer. Mientras le agarraba los senos, la mujer se erguía para morderle una oreja. Él la abrazó con fuerza, alargó uno de sus brazos hacia la mesa, como si quisiese agarrarse y comenzó a mover el miembro hasta sentir su interior. Ella aprovechó para clavarle las uñas en la espalda…a él seguía sin importarle. Fueron varias sacudidas en la misma posición, sacudidas acompañadas de alaridos y culminadas por el fluido que salió disparado salpicando a su cuerpo e incluso la pared.

Se la extrajo de su interior con delicadeza mirando el rostro de la mujer que amaba, un bello rostro adornado con verdes ojos, más abiertos que nunca. Su respiración era agitada, mientras que la de su amada inexistente. Él tenía en la mano la macheta con la que había empezado la noche, cubierta del mismo fluido que empapaba su cuerpo y las paredes, un fluido denso y rojo. Podía sentir su interior, sí, el núcleo de todo ser humano, el que parecía haber dejado de funcionar en él, el cerebro. La fusión dio como resultado el caos, y el amor y el odio aparecieron de golpe. La única forma de detener la locura era destruyendo el nuevo mundo, ambos mundos fusionados. Por separado, los diferentes mundos eran perfectos, la unión los había consumido. Unieron su carne y unieron su sangre. Aún sentía sus uñas en la espalda, sus cautivadores dientes en la oreja, de la que también emanaba mucha sangre. Sentía sus ojos clavados en él, vacíos, pero igual de deslumbrantes que siempre.
Se quedó abrazando su cuerpo inerte. Ambos estaban destruidos, pero se mantendría unido a ella hasta el final. Bañado no por el verde de sus ojos, el blanco de su piel o el castaño de su pelo, sino por el rojo de su sangre, solo rojo. El color del amor.


8 comentarios:

  1. Ha sido una auténtica sorpresa... :) Estoy impresionada y deseando leer la segunda entrega. Felicidades!!!!
    Un beso de tu primera seguidora :D (en cuanto añadas el gadget jeje)

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  2. Me alegra que te haya gustado...y sorprendido! ^^ Ojalá pueda meter todo lo que tengo pensado y lo poco que tengo escrito y ojalá te siga gustando :) A ver si me voy haciendo con las herramientas de Blogger para que quede todo lo mejor posible. Un beso Eva!

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  3. Oh, Dios mío... Al principio pensaba: "Uff... no lo estoy entendiendo muy bien" Pero ahora es un "¡¿QUÉ!?". Madre mía, Marcos, ¡me ha dejado muy, muy parada! Solo puedo decir que me ha encantado, por supuesto. Y, como me decían a mi: ¡¡no lo dejes nunca!!
    ¡Ya puedes ir poniendo gadget de seguidores que aquí tendrás a tu segunda seguidora! ^^

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    1. Me encanta haber conseguido confundirte y sorprenderte a la par ^^ Yo también quiero ver relatos tuyos que seguro que, con todo lo que sé que lees, son fantásticos :D
      He estado indagando ahora y creo que ya tengo los gadget ;)

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    2. jajajajaja ¿Podría asegurar que David te ha hablado de ellos? Y si =3, son todos (menos dos xD) fantásticos =D. La verdad es que estuve como dos años sin escribir nada... y pensé que se me habría acabado la creatividad que tenía hasta entonces u__u. Pero ahora he vuelto como a mis mejores años *-* ¡y estoy que no dejo de tener ideas! Por eso te digo que no lo dejes nunca, porque lo considero un don precioso y que jamás hay que perderlo.

      ¡Muchísimos ánimos y a escribir cada día un poco!

      PD: A ver si pillas sorteos literarios pequeñitos y vas probando, a ver si gusta a más gente en general =). Yo tuve suerte porque me pilló en 6º de primaria y en el instituto siempre hacían cosas así por Sant Jordi (Día del Libro).
      2PD: No sé yo si pasarte alguna de mis historias... xD Era una enana, y las leo ahora y siempre pienso que podría haberlo hecho mejor... u___u

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    3. Eso de que podía haberse hecho mejor se piensa siempre, incluso con los relatos más actuales, y es señal de que vamos mejorando poco a poco con la práctica y nos damos cuenta de nuestros errores o deficits. Yo quiero leerlas! ^^

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  4. Increíble, no puedo decir nada más, me he quedado sin palabras. Enhorabuena Marcos, no podía ser mejor.
    Espero más relatos.

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  5. Muchísimas gracias Diana! Ya tengo algunos preparados. Esta semana he escrito tres más, pero prefiero ir publicándolos cada semana para no saturar esto. Espero mantener el ritmo y sobre todo que te sigan gustando ;)

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