Comenzó a quitarle la ropa
con ímpetu, rasgando la tela sin importar nada más que el contacto con la carne
desnuda. Su piel, húmeda por el sudor, ardía. Una de sus manos entró en
contacto con su mejilla izquierda, mientras la otra se deslizaba con destreza
entre sus piernas. La mujer se sonrojaba y gemía al mismo tiempo. La huesuda
espalda de la mujer impactó contra el suelo, mientras el hombre, ahora sobre
ella, la acariciaba el cuello con la misma mano que había acariciado su
mejilla. La mujer le agarraba del pelo, tirando de sus mechones con intensidad,
al hombre no le importaba. Su venosa mano bajaba hacía el pecho de la mujer.
Mientras le agarraba los senos, la mujer se erguía para morderle una oreja. Él
la abrazó con fuerza, alargó uno de sus brazos hacia la mesa, como si quisiese
agarrarse y comenzó a mover el miembro hasta sentir su interior. Ella aprovechó
para clavarle las uñas en la espalda…a él seguía sin importarle. Fueron varias
sacudidas en la misma posición, sacudidas acompañadas de alaridos y culminadas
por el fluido que salió disparado salpicando a su cuerpo e incluso la pared. Se
la extrajo con delicadeza mirando el rostro de la mujer que amaba, recordando
el día que la había visto por primera vez.
No, no era un día gris, ni
lluvioso. El cielo estaba completamente despejado y el sol brillaba con fuerza.
Iluminaba las calles y los parques envueltos en un manto verde de frescor. Pero
él no contemplaba, no olía, no sentía. Su interior estaba vacío. Se limitaba a
caminar pensando, en nada en particular, en todo en general. No vivía, solo se
limitaba a mantenerse con vida. Consumía energía y la reponía. Cumplía con el deber, no su deber, sino el deber de una
sociedad que se alimenta de la energía de los organismos que pueblan el mundo,
para que, a su vez, esos organismos se alimenten de la sociedad y el trabajo de
los demás. Esa era su vida. No tenía ningún sentido, o tal vez era lo único que
lo tenía. A penas hablaba, significaba consumir energía para compartir ideas
sin importancia, muchas veces estupideces. Leía mucho, en su día para entender,
ahora solo para mantener su núcleo, el cerebro, en funcionamiento.
Conocía palabras, muchas palabras,
también su significado, pero no su auténtico significado. Amistad, lealtad,
honor, felicidad, amor…solo eran palabras. Desde pequeño había sido así y nunca
se había esforzado en cambiarlo. Era la herencia recogida de sus progenitores,
el resultado de unos antecedentes naturales y sociales. Debía ser así, la vida
no había que entenderla, ni siquiera vivirla. Había que dejarse llevar por el
camino que nos había preparado hasta su desenlace…Se equivocaba.
Un día lo vio. Vio el color
verde, húmedo, proyectando destellos hacia él que le iluminaron más que
cualquier rayo de sol. Un sol que no parecía hacer efecto en su inmaculada
piel, blanca como la nada, lisa como el cielo de esa mañana. En cambio a él,
los destellos de su mirada le sobrecogieron. Por primera vez en muchos años, en
su camino al lugar de siempre para comer lo mismo de siempre, se detuvo. Por
primera vez en toda su vida, sintió algo. ¿Qué era? Ni él lo sabía. Quiso
acercarse, como hipnotizado, pero no lo hacía. Podía moverse, quería moverse,
pero no lo hacía. ¿Por qué? Era una estupidez, no tenía sentido y siempre había
huido de las estupideces y los sinsentidos, pero esa vez solo quería quedarse
ahí, eternamente, contemplando esa mirada, a esa mujer.
Ella seguía caminando, pero
no consumía energía al hacerlo, solo consumía su alma. La delicadeza de los
movimientos de la mujer contrastaba con el frenesí de su corazón. Hablaba por
el móvil mientras sus pasos la llevaban hacia él. Su voz no provenía de la
vibración de las cuerdas vocales, no…su voz provenía del cielo, era como la
brisa marina y lo que decía no llegaba en forma de información a su cerebro,
sino que volvía a impactar en el corazón. También notó un impacto en el
estómago. No había comido nada desde hacía seis horas, pero pareció alimentarse
de las palabras que emanaban de su boca. El estómago se había cerrado. Los
labios se movían, por ellos a veces asomaba una lengua que daba ganas de
saborear y unos dientes que parecían no haber sido hechos para morder, sino
para cautivar.
Hacía calor, mucho calor,
más del que hacía hace escasos minutos, más que el que había sentido en toda su
vida. No pudo evitar mirar las montañas que acompañaban ese bello paisaje, unas
montañas que daban ganas de escalar para llegar al cielo. Sus blancas piernas,
que se mostraban desnudas bajo un corto vestido, no dejaban de moverse.
Parecían moverlo todo. Entonces llegó el momento. El olor a hierba mojada
desapareció, o tal vez se camufló, no importaba. Su aroma le alcanzó. Un aroma
dulce y más fresco que el de cualquier césped. ¿Un perfume tal vez? Daba igual,
era su olor. Nunca había olido nada, nunca como aquella vez. Él no apartaba la
mirada, ella miraba al infinito mientras hablaba, el lugar donde querría estar
con ella. Entonces se cruzaron y fue en ese instante cuando su verdor le
deslumbró por completo. Le estaba mirando. Sus piernas se pararon, los pájaros
se detuvieron, los aspersores dejaron de funcionar…el día dejo de avanzar. La
nada que había sentido todos estos años le rodeaba, solo existía una cosa, solo
existía ella. Por primera vez, lo único que parecía tener vida era él. La mujer
esbozó una sonrisa sin dejar de hablar ¿Una sonrisa para él? Por desgracia la
realidad se impuso y ella, al igual que los pájaros y los aspersores, continuó
su camino. Pudo ver la hilera de huesecillos que componían su marcada columna
vertebral, sus caderas contoneándose suavemente, alejándose. Quería llamarla,
seguirla…No lo hizo. Pero la observó hasta que se perdió en la lejanía. Aunque
nunca se llegó a perder. Cuando prácticamente era solo un punto, el punto más
bello que había tenido la suerte de ver, vio como se detuvo hasta entrar en un
edificio de una sola planta.
Era de noche. La única luz
que iluminaba la estancia no era la de la bombilla, la de las estrellas o la de
la luna, era su luz. Apenas había comido nada y no había pensado en otra cosa.
No tenía ganas de dormir, ni de trabajar, pero sí de vivir, vivir con ella. Por
primera vez sintió miedo. Todo esto era nuevo. A veces se sentía estúpido ¿Por
qué amar? Todo es un engaño, todo es química, necesidad de supervivencia.
Cuando amas pierdes el control de tu cuerpo, de tus pensamientos, todo deja de
tener sentido y al mismo tiempo todo cobra sentido de repente. Siempre le
habían parecido estupideces que entorpecían la auténtica labor del ser humano.
Somos carne, huesos, órganos, genes…somos cuerpos con una misión. Una misión que
había dejado de existir para él. En ese momento, también por primera vez,
sintió furia. Furia por no estar con ella, por no entender porque quería estar
con ella. Apoyó la cabeza entre los brazos, cerró los ojos y vio su inocente y
preciosa cara, sus delicados contoneos, sus suaves labios, su pulcro cabello
castaño. Era una trampa ¿O era la vía de escape? ¿Y si era la vida, la sociedad,
la realidad, las que no tenían sentido? ¿Estábamos hechos para amar? La lógica
le decía que no, pero ya nada tenía lógica.
Si hubiese seguido la lógica
no estaría frente a esa casa que el día anterior contemplaba en la lejanía
mientras el precioso punto se adentraba en ella. La puerta se abrió para dejar
ver ese verde sobre blanco de nuevo. Las palabras no salieron, no había nada
que decir, y había tanto. El dulce sonido volvió a colarse en sus odios.
Parecía preguntar algo, pero no respondió. Solo la observó, a ella y lo que
había tras ella, su hogar, lo que la definía. El hogar del hombre que llamaba
estaba sin decorar, con los muebles necesarios. Las paredes eran blancas y lo
único que ocupaba sitio eran montones de libros por todas partes. El hogar de
la mujer a la que llamaba estaba lleno de cuadros y fotos, paredes de vivos
colores y estanterías también repletas de libros.
Las únicas palabras que
salieron de su boca fueron “Te gusta leer”. Ella afirmó mostrando desconfianza,
pero sin perder su belleza. Observó que en la mano llevaba un libro, un libro
que él había leído hacía ya un tiempo. Un libro de fantasía en el que dos
mundos totalmente contrarios se solapaban creando un nuevo y peligroso mundo.
Sus protagonistas debían sobrevivir en él, sin saber nada sobre el origen de
esa fusión ni sobre qué hacer para devolver todo a la normalidad. Pronto
comenzaron a brotar sentimientos encontrados entre las personas de los
diferentes mundos. Romances, guerras…los contrastes se atraían y se repelían a
la par. Dos mundos perfectos se unieron para convertirse en un caos, siendo la
única forma de detenerlo destruir el nuevo mundo y a sus habitantes.
Horas pasaron hablando de
ese y otros muchos libros. No supo cómo, pero estaba en su sofá, contemplando
los lugares donde dormía, comía, leía…vivía. No supo explicar lo que sentía,
pero era maravilloso. El tiempo parecía no pasar, nada importaba y hasta los
libros tenían ahora más sentido que nunca. Compartieron las historias que
conocían, sus pensamientos sobre la vida. A ella le pareció triste su
perspectiva pesimista. Vivía en uno de esos mundos perfectos en los que no pasaba
nada antes de la fusión. En cambio él pudo conocer lo que la hacía feliz a ella,
su perspectiva optimista. Viajar, leer, actuar sobre la marcha, exprimir la
vida a tope con la gente que quería. Su mundo también era perfecto y muy
diferente al suyo. Dos mundos que debían fusionarse. Quiso hacerlo, pero
todavía era pronto. Le bastaba con hablar con ella, observarla.
Durante los días que
siguieron no paraba de hablar con ella por el móvil y en persona. Quedaban en
lugares que hasta ahora él consideraba una pérdida de tiempo como cafeterías o
parques. Juntos viajan entre hojas de papel y tinta negra, pero por una vez, su
viaje, su historia, le parecía más emocionante que todas las que había leído
hasta ese momento. Un día, ella iría a su casa para ver su montaña de
conocimiento. Ese día comenzaría la fusión de los mundos.
El traqueteo del tranvía iba
en ascenso, como el palpitar de su corazón cuando la veía. Ese día sí era gris,
las nubes lo cubrían todo y la lluvia abrazaba a la gente que caminaba por la
calle. El agua traspasaba los tejidos y empapaba el pelo. Los paraguas se
abrían y la gente comenzaba a correr. Pero de nuevo, nada le afectaba a él. Ni
un rayo de sol se colaba por las nubes, pero a él no le hacía falta. El sonido
del tranvía era ya muy fuerte, aunque él no lo oía. La lluvia le calaba, no le
importaba. Quedaba solo un día. Tenía todo lo que hacía falta para iluminar el
día, para que su cuerpo se mantuviese fuerte por mucho que se mojase. La tenía
a ella. La tenía en sus pensamientos constantemente, la tenía…a pocos metros de
él. Pudo ver sus rosadas mejillas entre la lluvia, su pelo castaño, revuelto;
sus verdes ojos, cerrados; sus labios, humedecidos; su lengua, saboreando; una
pierna levemente flexionada.
El corazón se encogió, un
desconocido le había apuñalado con violencia en el pecho. Sangraba mucho, por los
ojos. La lluvia le acompañó. Su cuerpo comenzó a temblar, dejó de tener hambre
también esta vez. Su estómago no se había cerrado, se había revuelto. El sonido
del tranvía era apenas perceptible, pero sonaba en su cabeza con fuerza. Sus
piernas también se flexionaron, ambas. Sus rodillas se empaparon al impactar
contra el suelo y sus manos sujetaron la cabeza que parecía estar a punto de
explotar. Su mundo se desmoronaba…pero no podía permitirlo, tenía que realizar
la fusión antes de que eso sucediera. En aquel libro nunca explicaban porque
ambos mundos se fusionaron, en ese momento lo entendió…o eso creyó. Ella, que
sujetaba el puñal húmedo y rosado de aquel desconocido, no le vio salir
corriendo.
Seguía sin tener hambre,
pero cenarían. Un viaje entre mundos e historias siempre daba hambre. Y, ya con
el estómago lleno, podían llenar sus vidas, sus corazones…podían realizar la
fusión. Un nuevo mundo estaba a punto de nacer. Él mismo cortó la carne. Con
cada golpe que asestaba con la macheta estaba más cerca de conseguirlo. La
lógica y la razón hicieron una última aparición. Ese animal había muerto para
dar energía a dos seres humanos…era el camino que le había preparado la vida.
Pero ahora lo veía diferente. La carne de ese pobre animal se despedazaba como
preludio de la unión de dos carnes. De alguna forma, sería parte de ese nuevo
mundo, esa nueva vida. Pasó la noche entre fogones, libros de receta y comida.
Tenía que ser especial.
En la estancia no necesitarían
más luz que la suya, así que se limitó a encender una sola vela y junto a ella,
los platos, los cubiertos, las servilletas y la macheta, que había olvidado
guardar, junto a la carne. Ella apareció tras la puerta, sonriente, como
siempre, bella como nunca…perfecta. Sus verdes ojos se movieron con disimulo
para contemplar la mesa, la vela, la cena. La voz le tembló por primera vez y
se apresuró a hablar de los libros que tenía. Hablaron largo rato sin apenas interrupciones, no más de las que
precisaba una cena como la que se estaba preparando. Llegó el momento de cenar,
de alimentarse. Ella se mantuvo distante, pero él la sentó en la mesa. Solo era
una cena. La carne despedazada, ahora cocinada y condimentada, rozaba sus
labios, su lengua la humedecía y sus dientes machacaban, aún con todo, seguían
siendo cautivadores. No dejaba de sonreír, de hablar, pero sobre todo: de
iluminar. La cena se terminó, pero la noche no había hecho más que empezar.
Él se acercó, puso una mano
sobre la suya. La miró, no a los ojos, sino al alma. Su cuerpo se movió con
suavidad hacia el de ella. Mientras lo hacía cerró los ojos y, por fin,
acarició sus labios. Pero solo los acarició. Ella se apartó repentinamente.
“Creo que te estás confundiendo” le dijo. “eres perfecto, pero no eres para mí
y yo no soy tuya”. Se levantó, pero no avanzó. Él la detuvo. La deseaba más que
a nada. Si la dejaba marchar su mundo se destruiría, la única forma de salvarlo
era fusionándolo. Tenía que tomarla.
Comenzó a quitarle la ropa
con ímpetu, rasgando la tela sin importar nada más que el contacto con su piel
desnuda. Su piel, húmeda por el sudor, ardía. Una de sus manos entró en
contacto con su mejilla izquierda mientras la otra se deslizaba con destreza
entre sus piernas. La mujer se sonrojaba y gemía al mismo tiempo. La huesuda
espalda de la mujer impactó contra el suelo, mientras el hombre, ahora sobre
ella, la acariciaba el cuello con la misma mano que había acariciado su
mejilla. La mujer le agarraba del pelo, tirando de sus mechones con intensidad,
al hombre no le importaba. Su venosa mano bajaba hacía el pecho de la mujer.
Mientras le agarraba los senos, la mujer se erguía para morderle una oreja. Él
la abrazó con fuerza, alargó uno de sus brazos hacia la mesa, como si quisiese
agarrarse y comenzó a mover el miembro hasta sentir su interior. Ella aprovechó
para clavarle las uñas en la espalda…a él seguía sin importarle. Fueron varias
sacudidas en la misma posición, sacudidas acompañadas de alaridos y culminadas
por el fluido que salió disparado salpicando a su cuerpo e incluso la pared.
Se la extrajo de su interior
con delicadeza mirando el rostro de la mujer que amaba, un bello rostro
adornado con verdes ojos, más abiertos que nunca. Su respiración era agitada,
mientras que la de su amada inexistente. Él tenía en la mano la macheta con la
que había empezado la noche, cubierta del mismo fluido que empapaba su cuerpo y
las paredes, un fluido denso y rojo. Podía sentir su interior, sí, el núcleo de
todo ser humano, el que parecía haber dejado de funcionar en él, el cerebro. La
fusión dio como resultado el caos, y el amor y el odio aparecieron de golpe. La
única forma de detener la locura era destruyendo el nuevo mundo, ambos mundos
fusionados. Por separado, los diferentes mundos eran perfectos, la unión los
había consumido. Unieron su carne y unieron su sangre. Aún sentía sus uñas en
la espalda, sus cautivadores dientes en la oreja, de la que también emanaba
mucha sangre. Sentía sus ojos clavados en él, vacíos, pero igual de
deslumbrantes que siempre.
Se quedó abrazando su cuerpo
inerte. Ambos estaban destruidos, pero se mantendría unido a ella hasta el
final. Bañado no por el verde de sus ojos, el blanco de su piel o el castaño de
su pelo, sino por el rojo de su sangre, solo rojo. El color del amor.
Ha sido una auténtica sorpresa... :) Estoy impresionada y deseando leer la segunda entrega. Felicidades!!!!
ResponderEliminarUn beso de tu primera seguidora :D (en cuanto añadas el gadget jeje)
Me alegra que te haya gustado...y sorprendido! ^^ Ojalá pueda meter todo lo que tengo pensado y lo poco que tengo escrito y ojalá te siga gustando :) A ver si me voy haciendo con las herramientas de Blogger para que quede todo lo mejor posible. Un beso Eva!
ResponderEliminarOh, Dios mío... Al principio pensaba: "Uff... no lo estoy entendiendo muy bien" Pero ahora es un "¡¿QUÉ!?". Madre mía, Marcos, ¡me ha dejado muy, muy parada! Solo puedo decir que me ha encantado, por supuesto. Y, como me decían a mi: ¡¡no lo dejes nunca!!
ResponderEliminar¡Ya puedes ir poniendo gadget de seguidores que aquí tendrás a tu segunda seguidora! ^^
Me encanta haber conseguido confundirte y sorprenderte a la par ^^ Yo también quiero ver relatos tuyos que seguro que, con todo lo que sé que lees, son fantásticos :D
EliminarHe estado indagando ahora y creo que ya tengo los gadget ;)
jajajajaja ¿Podría asegurar que David te ha hablado de ellos? Y si =3, son todos (menos dos xD) fantásticos =D. La verdad es que estuve como dos años sin escribir nada... y pensé que se me habría acabado la creatividad que tenía hasta entonces u__u. Pero ahora he vuelto como a mis mejores años *-* ¡y estoy que no dejo de tener ideas! Por eso te digo que no lo dejes nunca, porque lo considero un don precioso y que jamás hay que perderlo.
Eliminar¡Muchísimos ánimos y a escribir cada día un poco!
PD: A ver si pillas sorteos literarios pequeñitos y vas probando, a ver si gusta a más gente en general =). Yo tuve suerte porque me pilló en 6º de primaria y en el instituto siempre hacían cosas así por Sant Jordi (Día del Libro).
2PD: No sé yo si pasarte alguna de mis historias... xD Era una enana, y las leo ahora y siempre pienso que podría haberlo hecho mejor... u___u
Eso de que podía haberse hecho mejor se piensa siempre, incluso con los relatos más actuales, y es señal de que vamos mejorando poco a poco con la práctica y nos damos cuenta de nuestros errores o deficits. Yo quiero leerlas! ^^
EliminarIncreíble, no puedo decir nada más, me he quedado sin palabras. Enhorabuena Marcos, no podía ser mejor.
ResponderEliminarEspero más relatos.
Muchísimas gracias Diana! Ya tengo algunos preparados. Esta semana he escrito tres más, pero prefiero ir publicándolos cada semana para no saturar esto. Espero mantener el ritmo y sobre todo que te sigan gustando ;)
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