Acto III
Calamitosa Mercancía
Aquel hombre la miraba, desnudo en cuerpo y alma.
Tenía las manos llenas de sangre, no era la primera vez que se las manchaba. Lo
veía en su rostro, no era la primera vez que mataba, aunque sí la primera en
nombre de su padre. De su espada se podía ver poco más que la empuñadura, en el
rostro de su criada poco más que la pena y el dolor. Había sido un acto
despiadado, una ejecución sucia, deplorable, grotesca hasta para un caballero
de su padre. Aquel caballero era nuevo, pero no había tardado en acostumbrarse
a tal brutalidad, había mancillado su honor antes de arrebatarla la vida, y
todo por darla unos libros que ella había pedido. ¿Qué no haría su padre si
alguien la ayudase a escapar?
Ahora lo tenía claro, no había otra opción, tenía que
salir de allí, fuese lo que fuese lo que pusiese en esos libros, su padre había
cometido una salvajada con toda la corte como testigos. Ver morir de esa manera
a la criada con la que tantos buenos momentos compartía y a la que había
gritado y echado hace no mucho, la hizo sentir horriblemente mal. Se apartó de
la ventana intentando no llorar, intentando ser fuerte, pues desde ese momento
tenía que serlo más que nunca.
Se sentía culpable por todo lo que había pasado, si
hubiese hecho caso a la única amiga que tenía en ese lugar, si hubiese cumplido
con su cometido sin hacer preguntas, tal vez ahora ella siguiese viva, dándola
consejos, amenizándole la estancia en aquella torre. Si hubiese tratado mejor a
aquel caballero que parecía enamorado de ella tal vez siguiese allí y no le
hubiesen sustituido por ese asesino. El día anterior la criada le dijo que un
hombre le había dado esperanzas y que pronto ella encontraría las respuestas
que buscaba. Ese hombre, de alguna manera le había engañado para que confesase
lo de los libros. La violó y la mató en público, la atravesó entre las piernas
como si fuera un juguete, ignoró sus gritos, sus súplicas y sus lloros, y la
desgarró.
Solo de pensarlo le comenzó a temblar todo el cuerpo,
se acurrucó en la cama y comenzó a llorar. Pensó en el dolor que tuvo que
sentir entre las piernas y en el pecho. Pensó en la nota que le había puesto
aquella noche: "Bajo vuestros dedos, el placer; bajo vuestro experimento,
la pasión; bajo esa pasión, la verdad". "Y bajo la verdad tu
muerte". Pensó la princesa sollozando. Esa noche su criada también había
buscado placer, pero no entre sus dedos, sino entre las piernas de aquel
caballero, había buscado pasión y solo encontró sufrimiento.
En cualquier momento se llevarían el cadáver, no
sabía lo que harían con él. No esperaba un funeral digno de aquella mujer, pero
al menos debían enterrarla. Sin mucha fuerza se levantó de la cama para volver
a mirar por la ventana. El caballero desnudo ya no estaba, pero la gente seguía
ahí, su cadaver seguía ahí, colgado como si fuera un cerdo. Esperó sin dejar de
llorar, había sido la única que la había ayudado, e incluso querido. Dolía
verla en ese estado, pero lo menos que podía hacer era mantenerse en su torre observando
su cadáver, comprobando donde la llevaban. Pero lo que observó no le gustó
nada.
Sin desatarla la extrajeron la espada de entre las
piernas con la misma salvajidad con la que se la habían introducido. La sangre
salió a borbotones y la princesa no pudo menos que vomitar sobre la cortinas.
Cuando volvió a mirar vio a uno de los caballeros de su padre, un pelirrojo al
que ya había visto alguna vez en su habitación, desnudándose, no podía creer lo
que iba a hacer, pero lo hizo. Hizo lo mismo que el otro caballero, pero con
ella muerta, con todo desgarrado. No mostró ningún escrúpulo, se pasó varios
minutos violando el cadáver. Sintió más asco y rabia que cuando la violaron en
vida.
Sabía en que ciudad vivía, cómo eran los caballeros
de su padre, pero jamás había visto una cosa así, era vomitivo, repugnante,
cruel, despiadado...cuando vio como otro caballero, el calvo sin media oreja,
se acercó al cadaver imitando a su compañero, se derrumbó. Se apoyó contra la
pared llorando desconsoládamente, se dejó caer sobre su propio vómito. Las
arcadas eran continuas cada vez que le venían a la mente las imágenes. Quería
volver a mirar por la ventana, quería volver a verla, pero no podía, no así.
Era más de lo que podía aguantar cualquier persona. Se quedó tumbada en el
suelo sin importarla el intenso olor, ni sobre lo que estaba echada, no la
importaba nada. Se durmió llorando y maldiciendo, se durmió pensando en lo que
no quería pensar.
Cuando despertó estaba sobre la cama, se sentía
húmeda y olía bien. La vieja desdentada estaba allí, con su ropa, a punto de
vestirla. Cuando se giró comprobó que su princesa estaba ya despierta.
-¡Ah! Ya habéis despertado...bien, de todas formas os
vestiré yo, parecéis débil.
Cuando la anciana se acercó para ponerle uno de sus
bombachos, la princesa le agarró la muñeca con violencia.
-No se te ocurra tocarme.-Apretaba cada vez con más
fuerza.
La anciana la mantuvo la mirada.
-Soltadme pues.-La princesa lejos de hacerla caso, la
apretó con más fuerza y la acercó hacia la cama-.Si me hacéis algo ya seremos
dos en un día, a este paso os quedaréis sin criadas que os sirvan.
La princesa le dio un puñetazo con la mano libre
provocando que los pocos dientes que le quedaban a la anciana rodasen por el
suelo.
-Vieja de mierda, no permitiré que te mofes. Te vi
entre la multitud sonriendo, sé que disfrutaste con su ejecución más que
cualquiera de los caballeros que la violó.-Mientras hablaba se levantó-.Sigo
sin saber cual es mi cometido aquí, por lo menos no el que me impuso mi padre.-Se
acercaba todavía desnuda a la vieja jadeante, tirada en el suelo con el labio
sangrando-.Pero sé bien lo que debo hacer aquí.-Se agachó y la agarró del
canoso y descuidado pelo, tirando con toda la rabia que había acumulado.
-Malcriada...no hace falta que estés llena de tu
propio vómito para que me des asco, pero aún así cumplo con mi deber, mírate,
lavada, oliendo bien...Pero vosotras sois demasiado débiles para hacerlo, para
cuidar lo que os repugna, para cumplir vuestro cometido. Ella fue débil, hizo
lo que no debía y acabó con algo más que su honor destrozado...sigue atada,
pudriéndose y aún así hay alguno con valor para metérsela, el valor que os
falta a vosotras para hacer lo que se os pide...Podrida por dentro, así
acabarás tú si intentas hacer algo que no debes, as...-El golpe esta vez fue en
el estómago y el vómito esta vez fue de la vieja criada.
-Te equivocas, con vómito o sin él tú también me
repugnas, y aquí estoy, cumpliendo mí deber con la justicia, ensuciándome las
manos para limpiar lo que pone en peligro la ciudad.
La vieja comenzó a reir a pesar del dolor que sentía
-¿Acaso... vas a matarme por... cumplir con mi deber,
por lavarte? Je...je.
-Voy a matarte por tus palabras, por tus actos, voy a
matarte por ella y por mí, voy a matarte como la mataron a ella, voy a comenzar
mi venganza.-La tiró hacía atrás soltándola el pelo. Se levantó sin dejar de
mirar a la vieja que tanto odiaba. Su cuerpo seguía húmedo, pero no del agua
que había empleado la criada para lavarla, sino del sudor, el sudor que corre
por el cuerpo de cualquier persona que mata por primera vez.
La anciana se arrastraba hacia atrás, su cara por
primera vez reflejaba temor. Ella se acercaba lentamente, su cuerpo volvía a
temblar, su mandíbula con él, sentía miedo, pero ante todo odio. No pudo
detenerse. Se inclinó agarrando el cuello arrugado de la mujer y apretó
pensando en todo lo que había pasado allí, todo lo que la había dicho. Apretó
pensando en su padre, en cada uno de los caballeros que habían pasado por
aquella habitación, en el caballero que había huído, en el caballero que le
había sustituido y la había mirado, pensando en aquella pobre criada asesinada
injusta y bestialmente. Pensó en muchas cosas menos en parar. El rostro de la
anciana empezaba a ponerse morado. Pataleaba sin éxito, mirando a la malcriada.
-Jamás...serás...feliz...-Fueron las últimas palabras
de aquella vieja a la que la princesa tanto había odiado.
Cuando dejó de respirar, la princesa soltó su cuello
dejándola caer sobre el suelo, sentándose apoyada sobre la cama. Las lágrimas
volvieron a ella. Se miró las manos temblorosas, rojas, manos asesinas, como
las de todos los que estaban allí, ya no era diferente a ellos. Miró el cadáver
de la anciana sintiendo solo rabia, ni pena, ni arrepentimiento, pero sí rabia
y miedo, miedo a ella misma, a lo que se había convertido. Pero era la única
manera de mantener la cordura, matando, vengándose, luchando, no quedándose de
brazos cruzados. Aunque, realizar tales actos puede que la acabasen volviendo loca,
puede que ya lo estuviese. Matar a los caballeros no sería tan fácil,
seguramente fuese imposible, y escapar un sueño. Solo había una escapatoria,
una escapatoria con la que aceptaba la rendición. Tenía que luchar, morir
luchando.
Permaneció varias horas acuclillada en una esquina de
la habitación, todavía sin ropa, esperando con la mirada perdida. Hacía unos
días había sentido algo que hacía años no sentía: esperanza, ilusión... Estaba
emocionada, a unos pasos de descubrir la verdad, segura de sí misma, sabía que
las cosas iban a cambiar, que según lo que descubriese entre esas páginas
cumpliría un papel o se asignaría uno, pero las páginas que quería leer habían
sido arrancadas. En un principio pensó que fue el rey quien las arrancó, pero
su padre se hubiese deshecho del libro directamente y le extrañaba que la
criada que se los proporcionó lo hubiese hecho. Hubiese sido quien hubiese
sido, se había quedado sin respuestas y por lo tanto sin esperanza. Aún así,
había jurado que iba a haber cambios y los habría, ya había empezado a actuar.
Un caballero apareció tras la puerta, era el
caballero de pelo gris que la había agarrado cuando intentó matar a su padre.
No tardó en ver a su princesa desnuda y la criada muerta.
-Milady, que hacéis desnuda y...¡Por los dioses! ¿Qué
ha pasado aquí?-Esquivó el vómito de la anciana muerta para tomarla el
pulso-.Joder, espero que fuese en defensa propia. ¿Estáis bien?- Ante el
silencio de la princesa, impasible ante la presencia del caballero, éste salió
corriendo al exterior, cerrando la puerta de nuevo. Al poco rato volvió con el
desorejado-.Tú ocupate de vestirla, yo me llevaré el cadáver y llamaré a una
criada para que limpie esto.
-Bien.-Se limitó a responder su compañero mientras se
acercaba a la princesa-.¡A ver tú! Levantate y vistete, eres la princesa.-La
princesa no respondió-.¿Te ha atacado esa vieja loca? ¿Acaso empezaste tú la
pelea? ¡Por los putos dioses di algo, niñata!
-¿Te gustó?-Le preguntó sin mirarle.
-¿Que si me gusto el qué?
-Lo que la hiciste ¿Disfrutaste mientras violabas su
cadáver?
-Ja,ja,ja,ja. Así que me viste. Pues sí pequeña,
disfruté más que con muchas vivas, a pesar de que lo tenía destrozado.
La princesa movió lentamente los ojos para verle el
rostro, esta vez le faltaba, además de media oreja derecha, la oreja izquierda.
Le hubiera preguntado por qué lo hizo, si no sintió ni una pizca de
remordimientos, pero lo único que hizo fue actuar. Se abalanzó hacia la vaina
para robarle el mandoble, pero cuando apenas pudo sacar la espada de su funda,
el hombretón la cogió con sus enormes manos por la espalda y el pecho y la tiró
hacía atras.-¿Qué intentabas pedazo de puta? ¿Ya estás otra vez?
La princesa volvió a llorar. Odiaba llorar delante de
los caballeros o cualquier criada, pero no podía más. No era por el golpe en la
espalda, pues no sentía dolor, sino por lo inútil que se sentía. No podría
continuar con su venganza, con su nuevo cometido, no podía hacer nada. Con la
vista nublada pudo ver como aquel enorme hombre calvo se acercaba a ella y la
pisaba con sorprendente suavidad el abdomen.
-Sabes que no me tiembla el pulso si tengo que
abofetearte, malcriada. No vuelvas a intentar nada contra mí o contra tu padre,
tengo permiso para darte una buena paliza que te haga olvidar esas descabelladas
ideas.
-Vos también sabéis que no me temblará el pulso si os
tengo que cortar la media oreja que os queda.-La voz le era desconocida a la
princesa, aunque le gustaba, rebosaba confianza.
El calvo dejó de pisar a la princesa para darse la
vuelta.
-¿Qué haces tú aquí?
-Ayudaros, veo que lo vuestro no es tratar con las
damas. No os preocupéis, ya me encargo yo de que se vista y de que no me
mate.-El desorejado abandonó la habitación a regañadientes.
La princesa alzó la mirada. Era él, aquel hombre, aquel
caballero, aquel asesino. El hombre que había engañado a su criada, el hombre
que la había violado y la había matado en público, lo tenía a menos de un paso.
-Levantaos, por favor, no os conviene permanecer
desnuda en esta torre, los caballeros que dicen protegeros no piensan en otra
cosa que en el sexo y así no haceís más que provocarlos.
La princesa se levantó sin coger la mano de su
ayudante. No le quitaba la mirada, tenía muy claro lo que debía hacer. Sin
pensarlo le agarró del cuello con una sola mano.
-¿Me vais a estrangular a mí también, como a aquella
pobre y vieja criada?-El caballero no dejaba de sonréir.
-¿Me vais a violar a mí también, como a aquella pobre
y honrada criada? ¿vais a introducirme después vuestra espada?-El caballero
borró su sonrisa y se mantuvo en silencio-.¡Responded!
-Conmigo estaréis a salvo, princesa.
-Tan hipócrita como todos...-Con un rápido movimiento
le quitó la espada, que pesaba menos que el mandoble del otro caballero, y se
la puso sobre la garganta-.Juro que vas a morir. Te mataré por ella, solo
quiero saber, antes de atravesar tu garganta y no puedas hablar, si tú también
disfrutaste.-Apenas podía mantener el arma elevada hacia su cuello, pues a
pesar de ser más ligera, también pesaba y ella no tenía unos brazos demasiado
fuertes.
-No.-Fue rotundo con su respuesta.
-El otro por lo menos fue sincero.
-El otro es un descerebrado sin remordimientos.
-Y tú...¡Tú eres un violador y un asesino!.-La espada
comenzó a rajarle el cuello, la princesa apenas se podía controlar.
-Yo no fui quien decidió violarla y matarla, fue
vuestro padre.
-Y tú cumpliste gustoso...¡Te vi desde la ventana, vi
como lo hiciste, vi como le clavaste esta misma espada! Fue despreciable.
-Lo fue.
¿Y ya está? Destrozaste a aquella mujer, la
deshonraste, la humillaste, acabaste con la vida de una buena mujer que jamás
le hizo daño a nadie y reconoces sin más que fue despreciable.
-Matar siempre es despreciable y más cuando no se
hace por gusto. Atravesadme el cuello con mi propia espada y lo descubriréis,
descubriréis que vos no sois mejor que yo, pues nadie os ordena a vos matarme a
mí.
La espada temblaba apoyada sobre la carne del
caballero.
-Mi conciencia me lo ordena, mi honor me lo ordena.
-Pues cumplid la orden. Hacedlo y no encontraréis el
descanso, os torturaréis , os transformaréis en lo que todos nos transformamos
cuando matamos, hacedlo y jamás seréis feliz. Os lo dice alguien que tiene las
manos manchadas de sangre desde que es un infante. Pero si lo hacéis hacedlo
ya, cuanto más se tarda en matar a una persona cuya vida tienes en tus manos,
quiere decir que mas se tardará en olvidar el asesinato, y ya lleváis varios
minutos.
El silencio en la sala fue escalofriante. Bastaba un
movimiento de la princesa para acabar con aquel hombre que odiaba y que no
conseguía despreciar como a la vieja criada o al caballero desorejado. Esa
mirada tranquila, esas palabras serenas, esa seguridad en un momento como ese
la desconcertaban. En ese momento no vio alguien osado sino confiado. Alguien
que parecía aceptar su muerte como juicio por lo que había hecho. Un asesino
que iba a completar su transformación en asesina. Tal vez era eso lo que él
quería.
-Juré vengarme, destruir la ciudad que se supone mi
padre y yo debemos proteger y no pienso dejar pasar este momento. Aquí todos
merecéis morir...
-Aunque sea a costa de convertiros en una de
nosotros, a costa de convertiros en lo que tanto odiais, en uniros a la
vorágine de violencia que domina la ciudad, en dejaros destruir por ella. Así
jamas detendréis lo que intentaís destruir, solo lo alimentaréis. Es vuestra
decisión y mi cuello la está esperando.
Sabía que se arrepentiría toda la vida, sabía que el
cadáver de su querida criada se revolvería estuviese donde estuviese. Sabía que
debía matarle ahora que podía, pero lo único que hizo fue soltar la espada sin
dejar de mirarle. No se dejaría dominar por la locura de ese lugar. El
caballero sonrió levemente y la tapó con una manta sin que ella,
sorprendentemente, se opusiera. Recogió su espada, la envainó y se dirigió a la
puerta. La abrió para marcharse, pero antes de abandonar la sala se aseguró de
que no había nadie cerca y cerró la puerta sin darse la vuelta.
-Debéis saber que no la maté por honor, ni por
venganza, ni por diversión, ni por ganarme el respeto de vuestro padre o el del
resto de caballeros, debéis saber que no la maté de esa manera para disfrutar o
hacerla sufrir, debéis saber que si la maté, fue por vos.-Sin añadir nada más,
se fue.
No supo que decir, no supo si creerle o si lo que
decía tenía algún sentido. ¿Mató a la única persona que quería de ese lugar por
ella? ¿Con que fin? Se lo hubiese preguntado, pero el caballero ya había
abandonado la habitación. Tal vez hubiese sido al único caballero de ese lugar
al que hubiese podido matar, pues el resto tomarían más precauciones con ella a
partir de ese momento, pero le había dejado ir. Sus palabras, su tono de voz,
su mirada...y al fin y al cabo tenía razón en lo que había dicho.
La joven criada seguía en el patio, colgada desnuda,
limpia, tranquila. La princesa se encontraba frente a ella, quería desatarla,
liberarla, pero todos alrededor gritaban que la matasen. Podía liberarla, podía
soltarla, pero si lo hacía la encarcelarían a ella eternamente, lo sabía, por
eso empuñó la espada y se la clavó entre las piernas, la extrajo y se la volvió
a clavar, una y otra vez sin dejar de gritar "libertad". Se la clavó
unas veinte veces, pero ella no moría, solo la miraba fijamente. Cada vez que
le clavaba el filo de la espada en sus partes ella le clava su mirada. Al final
dejó el arma en su interior y soltó la empuñadura echándose hacia atras. Las
puertas del castillo se abrieron, era libre. Pero no podía dejar de mirar a la
criada que comenzaba a desatarse y a extraerse la espada de su interior. La
princesa comenzó a correr, más asustada que cuando estaba presa. Salió del
castillo, corrió por las oscuras calles de la ciudad, repletas de cadaveres
putrefactos, vivos más podridos todavía, suplicantes. Ella no se detenía
perseguida por la criada que caminaba sin dejar de seguirla, tan rapida como
ella a pesar de que corría. Se dio cuenta de que también ella estaba desnuda,
pero solo importaba escapar. Cruzó la puerta de la ciudad y huyó por la
llanura.
No sabía a donde ir, no sabía que hacer además de
correr y gritar. El agobio se hizo tan grande como la llanura, por un momento
echó de menos su habitación. Se dio la vuelta para comprobar que la criada,
todavía desnuda y con las piernas ensangrentadas, seguía caminando tras ella.
Corrío durante horas. Por el camino vio caballeros sin cabeza y caballos sin
patas, gente ahorcada que la miraba y un rio repleto de insectos y suciedad. Se
quedó en la orilla, agotada, observando como la criada se detenía. Se quedó
mirando como su cuerpo envejecía, su mirada se volvía más turbadura y su risa
burlona. Los dientes comenzaron a caerse, el pelo se volvió canoso y el cuello
se puso rojo, casi morado, igual que la cara. Seguía teniendo la entrepierna
destrozada.
-Jamás serás feliz.-La anciana comenzó a reir
escandalósamente.
-Déjame, por favor, déjame...yo no quería, yo no
podía hacer otra cosa, por favor.
-Je, je. Jamás serás feliz, morirás sola, sin tu
padre, sin tu madre, sin hijos, sin amigos, sin caballeros, sin libertad, sin
cordura...morirás pronto.
-No, por favor, no he hecho nada malo, solo quiero
vivir. ¡Solo quiero un poco de felicidad!- La princesa se tiró al rio
desesperada, olía mal, pero no peor que la vieja. Se sumergió para dejarla de
ver reir, en el interior vio cadaveres que la abarazaban, que la suplicaban,
que se reían. Emergió de nuevo gritando aterrada. La criada ya no estaba en la
orilla, se había metido en el río para obligarla a sumergirse de nuevo. Cuando
quiso darse cuenta estaba en el fondo del río, contemplando los cadaveres que
flotaban por encima de ella. El óxigeno se agotaba, empezaba a estar tranquila,
pero entonces, bajo los cadáveres, sobre ella, vio los ojos negros de la vieja,
enormes.
-Jamás serás feliz.- Una arrugada mano apareció de la
nada y empezó a apretar el cuello de la princesa que volvía tensarse. Intentó
gritar, pero no podía. El rio se desvanecía, los cadáveres, la vieja...sintió
un fuerte dolor que la hizo despertar repentinamente bañada en su fuerte sudor
que parecían gotas de esa putrefacta agua. El gritó resonó en toda la
habitación, pero no obtuvo respuesta de nadie, solo de la anciana en su cabeza
que no paraba de decir "jamás serás feliz". Observó la alfombra donde
la había matado, volviéndola a escuchar reirse. No volvería a dormirse jamás.
En los días siguientes decidió vivir como la joven
criada le había dicho que viviese, cumpliendo su cometido fuese el que fuese,
viviendo en esa torre sin dar problemas. Le atendieron nuevas criadas, pero
ella no dejaba de ver a su joven amiga y a la pérfida anciana. La primera la
miraba con mirada acusadora y la segunda se burlaba con su risa chillona.
Esperó volver a ver a ese misterioso caballero rubio, pero solo había visto al
desorejado, al pelirrojo y a otro rubio que la desnudaba con la mirada. Odiaba
a todos sin excepción, pero seguía sin poder hacer nada. Hasta que un día
volvió aquel enigmático caballero. Traía consigo algo envuelto en una manta
manchada de sangre.
-No miréis.-Le advirtió.
Tenía que haberle hecho caso, pues bajo la manta se
encontraba el cádaver de una de las criadas que la perseguía en sueños. Seguía
desnuda, tenía varios cortes en el pecho y desde su entrepierna hasta sus
tobillos se dejaba ver una hilera de sangre seca. Comenzaba a oler bastante mal
y a tener insectos en su cuerpo. Incluso con los ojos cerrados parecía mirarla
con desprecio. Cuando el caballero dejó el cádaver sobre la cama, no pudo menos
que gritar.
-¡¿Cómo te atreves?! ¿Acaso te estás mofando?
¡Enterradla de una vez! ¡Dejadla descansar! Tened piedad por una vez en la vida!
-¡Si está así es por vuestra culpa princesa, solo
quiero que comprobéis vos misma lo que pasa cuando intentáis utilizar a alguien
para ayudaros!-La dijo en voz muy alta y mirando hacia la puerta-.Ahora bajad
la voz...y no la miréis más.-La pidió en un susurro
Volvió a mirarla, para derrumbarse de nuevo.
-Ella...ella era tan guapa, tan agradable, tan
honrada...no se merecía acabar así, no merecía ese final, ese desprecio, ese
dolor...yo no merecía su compañía.
-Dejad de lamentaros y dejad que os envuelva con esta
manta.
-¿Qué pretendes?
-Esta torre tiene una nueva dueña y vos un nuevo
señor. Vamos, meteos.
-No pienso meterme ahí, no pienso hacer nada que tú
me ordenes.
-¿Véis ese cadáver? Pues así acabaremos los dos si no
lo hacéis.
-Dime que pretendes
-Liberaros.
-No voy a caer en las mismas mentiras que esa pobre
mujer se creyó.
-¿Que es lo que os puede pasar? ¿Que os viole? ¿Que
os mate? ¿Que os torture?
-Lo dices como si fuesen minucias.
-Lo digo como si fuese algo que pudiese hacer con el
permiso de vuestro padre. Haga lo que haga con vos tiene que ser lejos de esta
ciudad, seréis libre. Aquí toda la corte es vuesta enemiga, ahí fuera solo lo
seré yo. Podréis vivir o morir, no puedo convenceros de que os protegeré, pero
si aseguraros que viváis o muráis, lo haréis en libertad, lo único que ansíais
tener desde hace años.
La princesa no tenía mucho que perder, eso era cierto
y no creía que fuese nada consentido por su padre, él jamás la sacaría de la
torre.
-Pase lo que pase, lo que vas a hacer es una locura,
te darán caza, morirás y yo no lo lamentaré.
-Creedme, yo tampoco. Lo que si lamentaré es jugarme
la vida para nada, así que haced el favor de dejar que os envuelva en la manta
y manteneos en silencio y sin moveros.
La manta olía mal y daba mucho calor, pero bajo ella
su vida, para bien o para mal, cambiaría. Sintió como el caballero la colocó
sobre un hombro y la sacó de la habitación. Sintió cada escalón, sintió el
jaleo habitual del castillo, sintió la luz que entraba con fuerza por las
grandes ventanas. Oyó saludos y preguntas, frases que no acaba de oír con
claridad a no ser que hablase su peculiar salvador.
-Sí, siempre quise follarme a una moribunda traidora.
Las palabras la asqueaban, la daba ganas de golpear
al hombre que la llevaba. Después de un rato agitándose hacia arriba y hacia
abajo, el hombre que la llevaba como si fuese la mercancía de un vulgar
mercader se detuvo en la puerta.
-Sí, habia llevado patatas como mercader, pero nunca
un cadáver. Respondió el caballero a una pregunta que ella no llegó a oir-.
Llorar ¿qué va a hacer? Ya sabe que voy a matar a su amado y que todo es por su
culpa, han puesto en peligro el reino y deben pagar.
Continuó caminando para subirla sobre algo que se
movía. Cuando escuchó un relincho y olió la superficie sobre la que se
encontraba apoyada boca abajo, se percató de que era un caballo. El caballero
hizo moverse al caballo hasta que se detuvo de nuevo no pasado mucho tiempo.
-Os han tenido que llegar las órdenes del rey de
dejarme salir (...)Porque antes de darla caza se me ocurrió que podía dejar
este regalo en su cama, ver la muerte de la criada a la que le dejó los libros,
antes de recibirla él de manos de mi espada. Fue idea mía y al rey le encantó,
al fin y al cabo no sabía que hacer con el cadáver, mis compañeros ya se
cansaron de metérsela y que no gimiese de placer (...) Sí, es lo que tiene
estar muerto, que te quedas muy callado, así aprenderán el resto. También se lo
llevé a la princesa, así se lo pensará dos veces antes de arriesgar la vida de
otras personas pidiendo estupideces (...) No, no podéis verla, no pienso
desenvolverla hasta llegar a mi destino, huele demasiado mal como para andar
metiéndola y sacándola. Tranquilos, dentro de poco traeré el cadaver de ese
caballero y podréis verlo (...) Lo mismo digo, hasta pronto.
La montura comenzó a trotar con rapidez por lo que
suponía era la llanura. Decidió mantenerse callada hasta que el caballero
hablase, ni aunque tuviese hambre, sed o le faltase el aire abriría la boca.
Estaba confusa y un tanto emocionada, parecía cierto que se alejaban del
castillo y que el caballero había engañado a todos, parecía cierto que era su
salvador y que todavía quedaba esperanza. La hubiera gustado llevarse el
cadáver de su criada para enterrarla y no haberla dejado allí a merced de esos
bárbaros.
Pasaron varias horas en la más absoluta oscuridad,
sintiendo los rayos de sol traspasar la tela de la manta, y ese vaivén que la
hizo marearse un poco al ir tumbada boca abajo. Se llegó a dormir, pero poco
tiempo, pues en la torre ya había dormido mucho y ahora, cuando lo hacía, los
cadáveres de las dos criadas la seguían. Incluso ahora las veía detrás del
caballo. Una levantó la manta mientras caminaba junto a la montura, la otra, la
más joven, derrepente, cabalgaba sustituyendo al mercader, girando la cabeza
para mirarla. Jamás se libraría de ellas.
Cuando despertó se habían detenido. Habían abandonado
la llanura, pues ya se veía algún árbol, de hecho en ese momento se encontraban
bajo a uno. El caballero comía unas manzanas, cuando vio que la princesa
despertó, la ofreció unas cuantas. Agradeció comer algo y más algo que no fuese
de ese castillo.
-¿Me vas ahora a contar por qué?
-¿Ahora? no. Tal vez nunca, no importa por qué o
cómo, solo importa que sois libre.
-¿Ah sí? Si quiero irme libremente en otra dirección
¿me dejarías?
-¿Andando sin rumbo? Dejaros sería poco caballeroso
por mi parte y estúpido por la vuestra.
-Pero ¿y si quiero?
-Adelante, mucha suerte. Os puedo dar unos consejos
sobre cacería para cuando os canséis de la fruta, si es que encontráis siempre
por el camino. Y espero que corráis más que cualquier caballo, pues los
caballeros de tu padre ya estarán rumbo hacia aquí y no tardarían en
encontraros por mucho que os desviéis.
-¿Rumbo hacia aquí? ¿Pero no les habias engañado?
-¿Cuanto crees que dura un engaño como ese? Supongo
que, como mucho, una hora después de salir nosotros del castillo alguien
entraría en vuestra habitación, ya fuese un caballero de guardia o una criada y
verían el cadáver de la criada que debí llevar conmigo percatándose de vuestra
ausencia. Sabiendo que yo salí, en un principio, con ese cadáver bajo la manta,
no tardarán en suponer que os llevaba a vos. Ya habrán salido en nuestra
búsqueda, y antes de caer la noche puede que nos encuentren.
-Y ¿que hacemos?
-¿Por ahora? Correr, y analizar la situación, no
podemos hacer mucho más.
-Pero ¿cómo has planeado todo esto? ¿Cómo has podido?
¿Por qué lo has hecho?
-Los detalles más adelante, el viaje no es corto, así
que habrá tiempo, aunque me temo que mis compañeros de la Guardia Real nos
tendrán entretenidos durante un buen trecho. Vamos, monta.- Ella se deshizo de
la manta y subió tras él.-Antes coge la manta, dejar pistas no es muy
inteligente-.Tras hacerle caso, partieron de nuevo a toda velocidad.
Jamás había montado en caballo, era muy gratificante
sentir el aire en la cara, sentir la libertad mientras contemplaba como los
árboles se arremolinaban ante ellos. Más gratificante sería si no fuese con un
enigmático caballero asesino cuyas pretensiones eran desconocidas para ella. Y
más aún si los cerdos de su padre no les siguiesen tan de cerca, pero aún así
sonrió. La vieja se equivocaba, estaba cerca de sentir la felicidad, aunque tal
vez cuando el viaje terminase esa sensación cesaría. Al cabo de un rato comenzó
a dolerle un poco el trasero y a sentirse incómoda en la entrepierna, pero
evito agarrarse con más fuerza a su peligroso salvador, pues no quería parecer
débil y necesitada.
-¿A donde nos dirigimos?-La princesa deseaba ver
mundo.
-Por el momento solo sé que nos alejamos de la
muerte.
Pasaron más de una hora cabalgando a toda velocidad
entre los árboles de aquel bosque. La princesa contemplaba entusiasmada los
animales que había estudiado en los libros sin preocuparse demasiado por sus
posibles perseguidores. Más adelante, una preciosa ardilla apoyada sobre una
rama, comía con fiereza una bellota que había encontrado. La princesa comprobó
que estaba a la altura adecuada para cogerla con sus propias manos. necesitaba
un compañero de viaje y ese le parecía entrañable. Cuando alzó las manos para
cogerla, perdió el equilibrio y cayó del caballo. La ardilla, trepó asustada
hasta la copa del árbol y el caballero se detuvo en seco, bajando con preocupación
de su montura.
-¿Os habéis hecho algún daño?
-Ninguno no os preocupeis. Yo nunca me hago daño.
-Se nota que jamás habéis salido de esa torre.
-Se nota que no sabes nada sobre mí.
-Sé lo necesario.
-Pues deberías saber que este bosque es todo lo que
necesito y que no pienso volver a ese caballo si no me lo contáis todo.
-Os puedo contar que cerca viven unos campesinos y
unos cazadores que llevan años relacionándose únicamente con el ganado y los
animales del bosque. De hecho son más salvajes que algunos de esos animales.
Vos decidís, sois libre, y os demostraré que si os saqué de esa torre es para
daros esa libertad, aunque la libertad también puede haceros mucho daño si no
la usáis bien, es algo que aprenderéis con el tiempo.
-Seguro que no todo el mundo es como la gente que tú
conoces, estoy convencida de que fuera de esa asquerosa ciudad la gente es
agradable.
-Dejad que me ría ante vuestra ilusa perspectiva. Es
cierto que en vuestra ciudad había gente peculiar envuelta en un aura de locura
y salvajidad preocupante, pero el mundo es grande y, por desgracia, no somos
tan únicos como queremos pensar. Allí donde vayáis, en mayor o menos medida,
descubriréis que cuando no hay hambre, hay miedo, y cuando no opulencia bañada
en aburrimiento. El mundo está repletode miserias que hacen al ser humano
perder el control, algo que parece no estar destinado a poseer. Lo que sucede
es que vuestra ciudad era una mezcla de todas esas cosas.
-¡Y que te trajo a mí? ¿El hambre, el miedo, el
aburrimiento?
-Si os soy sincero, un poco de todo.
-Eso te convierte en un miserable con el que no
quiero seguir viajando.
-Bienvenida al mundo de los miserables, pues no
tardaréis en pasar hambre, en tener miedo e incluso en aburriros en este bosque
con la única compañía de animales que o huirán de vos u os intentarán comer, lo
que os convertirá en una miserable más.
Tras mirarle durante un instante, la princesa
comenzó a correr. No supo muy bien porque, pero era algo que siempre soñó,
correr sin que nadie la detuviese. Temió que el caballero la comenzase a seguir
o que las difuntas criadas fueran tras ella, pero era libre, ahora sí. Corrió
por el bosque cogiendo algo de fruta y contemplando maravillada algunos
animales que se dejaban ver. Pasó la tarde junto a un arroyo, cuando ya estaba
lo suficientemente lejos del camino principal de la llanura, lejos de su
captor. Bebió el agua fresca del arroyo y se comió las frutas que había cogido.
Se sentía rara, no tan bien como en la torre, pero no feliz como esperaba. El
miedo a afrontar el mañana empezaba a aflorar. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿A dónde
iría? Pensó que lo mejor era buscar a esos campesinos o a los cazadores, pero
fueron ellos quienes la encontraron. Tenía la punta de una flecha rozando su
frente.
-¿Quién eres?
-Soy...soy...-No sabía qué responder. Fuera de esa
torre no era nadie, no tenía más vida que la de princesa.
-No sabes quien eres o no quieres decírnoslo ¿eh?- El
hombre era alto y delgado, de pelo moreno, revuelto y sucio y una barba de tres
días. Sus ojos estaban bien abiertos, fijos en ella, tenía los ojos de un buen
cazador, unos ojos que veían más alla, que parecían analizar su objetivo.
-¿Qué más dará quien es?-El segundo cazador se
encontraba oculto y parecía despreocupado.
-En realidad no soy nadie.-Es lo único que se le
ocurrió decir.
-Mira que bien, mucho mejor. Así nos dará menos
problemas.-El segundo cazador, un poco más fuerte que el primero, y todavía más
desaliñado, con profundas entradas en el pelo y los dientes descolocados y
amarillos, salió de su escondite.
-¿A que has venido aquí? ¿Estás sola?
-Si no es nadie, nadie habrá con ella y nada hará
aquí.
-No seas estúpido, para empezar si no es nadie, es
alguien, y para seguir, todos tenemos algo que hacer estemos donde estemos.
Ella lo tenía, pero en ese lugar. Había renunciado a
su objetivo para ser nadie, hacer nada y seguir sola. Esa era su libertad, su
precio.
-En realidad tu amigo tiene razón, antes era alguien,
tenía compañía y tenía un objetivo, pero...me aburrí.
-Cambiar el aburrimiento por el hambre no es muy
astuto chica.-Le dijo el segundo cazador.
-Astuto o no...ahora forjaré mi propia vida.
-Que te acabará aburriendo tanto como la anterior.
-Pero me satisfará más.
-De momento estás en un bosque perdida con fruta como
único alimento que llevarte a la boca ¿Eso te satisface más?-Intervino el
primero sin apartar el arco.
-En cuanto me dejes de apuntar, puede que esté más
satisfecha.
-Ja,ja,ja,ja no te faltan agallas, muchacha.-El
segundo cazador se acercó a su compañero para pedirle que apartase el arma ¿qué
daño nos iba a hacer? Entre todos podemos compartir-.Sonrió mostrando los
sucios dientes a la princesa sin identidad.
Cuando cayó la noche, la princesa estaba comiendo lo
que sus dos nuevos compañeros habían cazado alrededor de una hogera que el
cazador más delgado había encendido.
-¿No tenéis hogar?
-¿No te parece el bosque el mejor hogar?
-Me parecería si no temiese por mi vida, sobretodo
cuando cae la noche.
-Por eso necesitas un arma.-El segundo cazador sacó
una daga del cinto y algunas flechas de
una bolsa.
-Y saber usarla, por supuesto.-Matizó el primero.
-¿Sabéis? Después de lo que he pasado no me
importaría vivir como vosotros vivís, al día, preocupados solo de la caza,
viajando por bosques, sintiendoos dueños de vuestras vidas.
-Pero no de nuestras tripas.-Añadió el cazador más
desaliñado.
-¿Quieres que te enseñemos a cazar?
-Espera, espera, espera...-Interrumpió el segundo
cazador.-Nosotros ya hemos compartido nuestra carne, es el momento de que
compartáis con nosotros la vuestra.
-Pero yo no tengo nada, no hasta que me enseñéis a
cazar.
-Os enseñaremos cuando nos enseñéis a nosotros
vuestra carne.
-Pero como os digo...
-¡Joder que lerda! Tu puta carne.-Gritó el de los
dientes amarillos y descolocados inclinándose hacia ella y tocándole una
teta.-¡Sacatelas!
La princesa se levanto agitada mirando al primer
cazador para que interviniese.
-Venga bonita, si no eres nadie no te importará que
retocemos, alguien que no es nadie no tiene honor ni vergüenza. En realidad
nosotros tampoco somos nadie.-Intentaba convecerla el segundo cazador.
-Sigues negando que es nadie, por lo que es alguien,
tú si que eres lerdo.-Es lo único que dijo el cazador más delgado
-¡Bah, mujer, un poquito!-El cazador con menos pelo
empezó a levantarse-.Mañana te daremos el conejo que cacemos si hoy nos das tu
conejo a nosotros.
-Por favor, no te acerques.
-¿Tienes miedo? Con lo valiente que eras hace unas
horas. Pero si no voy a hacerte daño. Estamos comenzando una entrañable amistad
que se sustenta en la solidaridad, en compartir. Todos vamos a disfrutar.
Además, lo que te comas gracias a nosotros lo disfrutarás solo tú, pero lo que
probemos nosotros de ti, tú también lo disfrutarás.
-Déjala, la estás asustando. ¿No sabes ser delicado?-El
primer cazador también se levantó y se acercó a ella. Ella dio un paso atrás,
pero él la agarró con suavidad la muñeca, la acarició una mejilla aproximando
sus labios con lentitud a los de la princesa. Ella notó una extraña sensación
en su cuerpo, como si perdiese el control. Oyó un sonido que parecía proceder
de su interior, como miles de cristales corriendo por su organismo acompañados
de la voz de una mujer. Se intentó apartar, pero parecía querer sentirlo, se
quedó inmovil, esperando el beso que nunca llegó, pues el cazador la comenzó a
lamer e incluso morder el cuello, hasta que la agarró con violencia con un
brazo, colocándola delante de él.
-Vamos, la tengo bien agarrada, desahógate rápido que
yo también tengo ganas...
La princesa se revolvía sin éxito mientras
contemplaba como el cazador se bajaba los calzones al tiempo que se aproximaba.
-No te quejes, yo solo te la meteré, él no se
conformará solo con eso, querrá saborearte hasta el final.Al fin y al cabo, en
esto consistía nuestro contrato verbal, tu carne por la nuestra.
-Mira que te gusta hablar para la cantidad de
estupideces que sueltas ¡Hazlo de una vez!
Cuando el segundo cazador estaba a punto de bajarle
los bombachos se detuvo. Ella sintió algo en su espalda.
-El primer hombre que la bese seré yo.
La voz le sonaba, la había escuchado alguna vez en la
torre. Sintió como el hombre que la agarraba se desplomaba tras ella. Lo
primero que hizo fue girarse con rapidez para comprobar que su salvador era un
caballero de la Guardia Real con el pelo rubio iluminado por la luna, pero el
rostro oculto en las sombras. Era él, que había vuelto para salvarla. ¿Por qué?
Entonces recordó que el segundo cazador estaba ahora tras ella, por lo que se
giró de nuevo para comprobar como se desplomaba también.
-¡Y yo el primer hombre que se la meta!
El hombre que dijo esa frase también tenía una
armadura de la Guardia Real, lo que significaba que sus salvadores en realidad
eran captores. El segundo era grande, calvo y solo tenía media oreja. Se giró
una tercera vez para comprobar que el caballero rubio no era el caballero que
la sacó de la torre, sino el que la miraba siempre con deseos de llevarla a la
cama, uno de los hombres de su padre que llevaba ya tiempo en el castillo y al
que algunos llamaban el caballero de los destellos. Un joven taimado con la
mírada de víbora, ahora podía verle.
-Puta princesita que se escapa para que otros abusen
de ella.
-No le habléis así a la princesa.-El caballero rubio
se acercó aún más a ella-.Tal vez ahora que soy vuestro salvador me deseeis de
verdad.
-Si me tocáis mi padre os ejecutará.
-Princesita tonta y ciega ¿Ves aquí al enano de tu
padre? Si comprueban que tu virginidad siga intacta, diremos que los cazadores
se divirtieron contigo antes de que llegasemos, al fin y al cabo no es mentira.
-Sí, además, después de hacer el amor conmigo a la
luz de la luna querréis volver conmigo, deseosa de vernos a escondidas para
hacerlo en tu torre siempre que podamos.
-Prefiero la muerte antes de volver o de que me
toquéis.
-Serás puta...te vas con cualquier desconocido y a
nosotros que te conocemos desde que eras aún más cria, nos mandas a la mierda.
La princesa esta vez no podía correr, estaba
acorralada, como siempre lo había estado. El desorejado se estaba sacando ya el
miembro, mientras el caballero rubio y rizoso la olía y la acariciaba el cuello
y con otra mano la agarraba para que no cometiera la estupidez de intentar huír
corriendo. El calvo grandullón estaba lo suficientemente cerca como para que le
llegase el mal olor de su aliento. Estaba a punto de hacer lo mismo que el
cazador al que él mismo habia matado, con la diferencia de que él si llegó a
bajarle los bombachos a la princesa, ya solo quedaba hacer lo mismo con su ropa
interior. Las repugnantes y enormes manos de aquel caballero dirigiéndose a sus
piernas no fue lo único que vió dirigirse hacia ella, pues además del miembro
de aquel nausebundo hombre, pudo ver la sombra de un hombre moverse con rapidez
pasmosa. Fue un instante que culminó con un desgarrador grito del desorejado y
un chorro preocupante de sangre saliendo por el lugar donde hace unos instantes
estaba el miembro medio erecto.
El caballero de los destellos abrió los ojos con la
nariz todavía metida en el cabello de la princesa para contemplar el miembro de su compañero en el suelo cubierto
de su propia sangre y semilla. La princesa aprovechó el confuso escenario para
ir hacia la daga que el cazadador había sacado del cinto para mostrarsela, pero
todavía tenía los bombachos bajados y al moverse cayó boca abajo, quedando a
tan solo un paso de la daga y a cuatro pasos del dueño de la espada que había
amputado el miembro que estuvo a punto de introducirse en ella.
Esta vez si se trataba de su captor, ahora convertido
en auténtico salvador. Sonriente como siempre, mirando al desorejado que no
dejaba de gritar y llorar.
-¡¡¡¡Hijo de mil putas!!!! ¿¿¡¡ Como te has
atrevido!!?? ¡¡¡¡Te la voy a hacer comeeeer, cabrooooón!!!
-Desorejado, descerebrado y ahora también despollado.
Como sigáis así os vais a quedar en los huesos, ser.
-¡¡Yo si que os voy a dejar en los hues...!!
¡¡Jodeeer, duele!! ¡¡Haz algo gilipollas!! ¡El dolor no me deja pensar con
claridad!!
-No le echéis la culpa al dolor, un descerebrado como
vos jamás ha pensado con claridad.
-¡¡Hazle callar de una puta vez!!- El caballero sin
orejas y sin pene no dejaba de retorcerse en el suelo.
El caballero rubio había quedado paralizado, no se
esperaba nada de lo acontecido y luchar con el hombre que había derrotado a su
compañero ya dos veces no era buena idea, así que se dirigió rapidamente hacia
la princesa que estaba tirada en el suelo, pisándola la espalda mientras
acercaba el filo de su espada ensangrentada acariciaba su cuello como hace un
instante lo acariciaba su mano.
-Si os movéis juro que la rajo.
-Veo que vuestro compañero no es el único que no
piensa con claridad. Sois vosotros los que venís buscando a la princesa y el
rey es quien os ha mandado a por ella. Si volvéis con un cadáver, seáis o no
vosotros el asesino, os ejecutará.
-Valoro más mi vida que a mí rey, no tengo porque
volver a la ciudad.
-El problema es que vuestra vida fuera de la ciudad
no va a ser tan sencilla como en el castillo de vuestro rey.
-Me casaré con una noble en una ciudad lejana y
viviré incluso mejor que sirviendo a su padre todo el santo día. En cambio vos
sois el que la habéis sacado de allí, algún motivo tendréis.
-Follármela día y noche. Tenerla como juguete sexual
en la torre no era posible así que decidí sacarla y disfrutar de ella en el
exterior, a sabiendas de que me perseguiríais, claro.
-No creo que os haga demasiada gracia que me deshaga
de vuestro juguete sexual, entonces.
-Os equivocáis, ser. En estas horas me la he tirado
más de tres veces y podría hacerlo otra vez una vez esté muerta, vuestro
compañero sabe bien que puede ser igual de placentero. De hecho, si la matáis
me haríais un favor, iba a deshacerme de ella cuando me la tirase un par de
veces más, su alteza no calla ni aun cuando la penetran.
El caballero de pelo rubio y ojos de víbora dudó
sobre su siguiente movimiento. En realidad si la mataba solo salía perdiendo él
y si la dejaba vivir, su misterioso enemigo se abalanzaría con su espada hacia
él.
-¿Fuisteis solo a la ciudad para hacer el amor con la
princesa? Tenía entendido que erais un mercader que encontró por casualidad un
lugar en la Guardia Real.
-¿Hacer el amor? ¿Alguien hace eso? Yo lo que quería
era follármela, más bien violarla, pero ¿hacer el amor? Ja,ja Pero no, no tenía
un objetivo, mi vida de mercader era una mierda y solo aproveché la oportunidad
para cambiar mi vida y hacer lo que deseaba, al fin y al cabo habilidad tengo.
-¿Cómo acabásteis de mercader?
-El interés repentino que mostráis por mi vida en
medio de un combate delata vuestra intención de ganar tiempo. El problema es
que cuando se quiere ganar tiempo sin tener ningún objetivo en mente, ningún
movimiento que ejecutar, entonces lo único que se hace es perder el tiempo y
hacer que el rival lo gane, eso si su alteza se decide de una vez en hacer un movimiento,
poco o nada arriesgado, pero muy útil para zanjar esto.-Su mirada de
impaciencia, aunque serena, se dirigía a la princesa.
-¿Cómo?-El caballero rubio no había comprendido el
error que había cometido.
La princesa se decidió y empuñó la daga clavándola en
el tobillo del caballero que pisaba su espalda. Éste retrocedió en un grito,
tambaleándose y cayendo a la hoguera todavía encendida que comenzó a quemarle
la otra pierna. El mercader apenas se esforzó para atravesar con su espada la
armadura del caballero rubio, conocido por algunos como el joven caballero de
los destellos por el rubio de su pelo y el azul claro de sus ojos que estaban a
punto de consumirse por el fuego que dibujaba auténticos destellos en su
armadura y la sangre que salía de ella. La princesa furiosa se lanzó contra el
cuerpo inerte del caballero para rajarle con la daga los labios, y destrozarle
los ojos con los que durante tanto tanto tiempo la había violado cada vez que
la miraba, antes de que las llamas llegaran a la cara. El mercader la apartó
intentando tranquilizarla. Ella se subió los bombachos, respiró profundamente y
volvió la mirada hacia el caballero agonizante de su izquierda.
-Dejémosle, acabará desangrado, y si vive, cosa que
no va a suceder, no tendrá su bien más preciado. Ya habrá otra pareja de
caballeros buscándonos, pero cuando lo encuentren estará deshidratado, sino
inconsciente o muerto.
Comenzaron a caminar hacia la hoguera para pasar la
noche allí, aunque antes apartarían los cadáveres de los cazadores y el caballero
de los destellos, cuyos destellos eran ahora más reales que nunca. Pero sin
previo aviso, la princesa corrió hacia el caballero calvo que tantas veces la
había pegado. No gritó de furia, ni lloró de rabia, ni se mostró descontrolada,
simplemente le miró mientras se revolvía, se agachó y le cortó el único trozo
de oreja que le quedaba; después le clavó la daga en la mano que tantas veces
había usado para golpearla y al final, tras cogerle de la barbilla para que
dejase de moverse y la mirase a los ojos, pronunció unas palabras: “Esto es por
ella” y concluyó clavando la daga varias veces en su calva cabeza. Solo se
detuvo cuando el mercader la apartó.
-Está muerto.-Se limitó a anunciarla.
-Lo sé.-Respondió clavándole la daga una vez más en
el mismo sitio.
Partieron poco antes del amanacer, dejando atrás el
cadaver de los dos cazadores cazados, el caballero de los destellos seco y
negruzco y el desorejado desmembrado. Iban caminando hacia el caballo que había
dejado el mercader a unod cusntod pasos para no hacer demasiado ruido cuando
asaltase a los captores de la princesa. No habían hablado en toda la noche,
pero la princesa ya no soportaba ese silencio también mientras caminaban.
-¿Por qué volviste? Nadie te lo pidió.
-De nada, fue todo un placer salvaros.
-Me dejaste a merced de ese caballero diciendo que no
os importaba.
-Y no me importáis, pero desde luego no quiero para
follaros, al contrario que todos esos que hemos dejado muertos a nuestras
espaldas, solo era para descolocarle y que no os usase como barrera. Por cierto
¿sois consciente de que la mitad del reino quiere follaros y la otra mitad
querrá mataros cuando sepan quienes sois? De hecho la segunda mitad, además de
mataros tened por seguro que querrá follaros con tantas ganas como la primera
mitad.
-¿En que mitad te encuentras tú?
-Yo no me encuentro en ninguna mitad exactamente,
solo me aprovecho de las dos mitades. Para follar tengo a otras damas más
acorde a mis gustos y edad. Y para matar, ya habéis visto que tengo candidatos
de sobra.
-¿Así que no soy de vuestro agrado?
-¿Una dama sin modales débil y delgaducha que no hace
más que quejarse de la vida y de la gente y que no hace caso de nada de lo que
la dicen? Creo que solo te meterías en la cama de alguien si tu padre te dijera
que no lo hicieras
-En la tuya desde luego no. Eres un gilipollas
arrogante que se cree demasiado importante, un loco que me saca de esa torre, a
veces pienso que por pura diversión, con cara de imbécil, que no deja de
sonreir y que es capaz de matar a una mujer de la forma más horrenda después de
engañarla y violarla en público.-El mercader borró la sonrisa de su imbécil
cara.
-Ya os dije porque lo hice.
-No, no lo hiciste, solo me dijiste que fue por mí.
¿En que me benefició a mí la muerte de la única persona a la que tenía cariño?
-Te había proporcionado esos libros por lo que, a
ojos de tu padre, era una amenaza que debía morir. Confió en mí para descubrir
que la traidora fue una de vuestras criadas. Si quería sacarte de la torre,
necesitaba acceso a ella, por lo que necesitaba que tu padre confiase en mí,
por eso invesitgué, por eso la delaté y por eso...la violé antes de matarla. Si
no es por todo eso que hice tú todavía estarías pudriéndote en esa torre.
-Si lo tenías todo tan planeado...dudo que fueses un
simple mercader que entró en la Guardia Real de forma tan fortuita como dijo el
otro caballero.
-Veo que los años que habéis pasado metida en esa
torre no os han secado los sesos. En efecto, tengo de mercader lo mismo que de
caballero.
-Entonces...¿Quien eres? ¿Por qué me has sacado de
allí?
-En realidad sí que tengo el título de caballero y he
ejercido como tal, así que podríamos decir que también tengo el título de
mercader y he ejercido como tal.
-Quieres decir que yo...soy para ti una simple
mercancía.
-Simple no, pero mercancía sí.
-Todas las mercancias tienen un destino ¿A dónde me
lleváis?
-Es extraño, si el pescado con el que entré a vuestra
ciudad siguiese vivo y pudiese hablar me preguntaría que iban a hacer con
ellos. ¿Qué les importaría donde les llevase para que se los comieran?
-¿No puedes limitarte a responder? Bien, pues ¿qué me
vas a hacer?
-Entregarte. Has vuelto a formular mal la pregunta.
-¡Agh! ¡Qué irritable eres! ¿Qué me van a hacer en el
lugar que me entregues?
-No tengo ni idea.
La princesa se detuvo.
-Es decir, que me vais a entregar sim importar lo que
me hagan y esperas que te acompañe. Anoche me convenciste de que en realidad
estabas aquí para salvarme y ahora...
-Pero alteza...¿Qué espersbais de un gilipollas con
cara de imbécil como yo? Solo soy un mercenario, y de los buenos, no dejo un
trabajo a medias y en cada uno de ellos me lo juego todo. No pensaríais de
verdad que era un apuesto caballero dispuesto a dar la vida por la preciosa
princesa en apuros, sacándola de la torre custodiada por hombres malvados para
vivir una vida llena de felicidad los dos juntos ¿verdad?
-Nunca me han gustado esas historias de mierda, pero
empezaba a creer que las cosas cambiarian.
-Y están cambiando, para bien o para mal, pero para
vos están cambiando. Llevo viviendo como un mercenario desde los doce años, sé
mucho, tuve buenos maestros de combate y vivo al día con lo que gano. Disfruto
como el que más de la vida y el compromiso es lo que menos me podría interesar.
-¿Acaso los mercenarios no se enamoran?
-Pues claro que sí, pero consumimos los amores en una
noche.
-Entonces nunca te has enamorado.
-¿Acaso te has enamorado tú encerrada en esa torre?
-Jamás.
-Bien, dos personas que jamás han conocido el amor a
punto de cumplir su objetivo.
-¿Nuestro objetivo?
-Sí, el mío es entregarte y seguir viviendo, el tuyo
es ser libre. Y estamos a no mucho de lograrlo.
-¿Cómo puedo ser libre si no elijo mi destino?
-Yo tampoco he elegido todo lo que tengo y lo que me
falta, simplemente lo disfruto y lo vivo. Soy dueño de lo que se me ha
otorgado. A ti te otorgo una libertad impuesta, una vez que la consigas puedes
hacerte dueña de ella o dejarte someter.
-Entonces ¿por qué me dejaste marchar ayer?
-Quería que saborearas el precio de la libertad. Que
descubrieras que la libertad está amputada por nuestros propios límites y de
paso que comprendieras que lo que dije de que este mundo está poblado de gente
despreciable que intenta hacer algo con su vida era cierto. Pero en ningún
momento dejé de seguirte, sabía que no tardarías en necesitarme y recuerda que
nunca dejo un trabajo a medias.
-Bien ¿y si ahora decido no moverme de aquí?
-Volverá a sucederte lo mismo.
-Cierto, pero elegiré con mi libertad que no cumplas
tu objetivo, cumpliendo el mío, aunque me consuma.
-Tu objetivo de ser libre no se hubiese cumplido si
no me hubiesen contratado, por lo tanto mi objetivo es inherente al tuyo. Y
hasta que no lo cumpla, tú no serás completamente libre. Porque será en el
momento en el que lleguemos a nuestro destino impuesto por nuestras decisiones
o eventos que no controlamos, cuando decidamos que hacer con lo que hemos
logrado. Yo decidiré que hacer con mi dinero y tú si dejarte someter por la
persona que me ha contratado o liberarte de ella.
-Entonces decido no ayudar a cumplir ni tu objetivo
ni el mío. De hecho decido vivir sin objetivo alguno.
-Ja,ja Llevabas años viviendo con un objetivo que no
conocías y eso te mataba por dentro ¿Ahora que tienes uno que conoces y del que
puedes tomar las riendas escapas de él renunciando a todo objetivo? Pues he de
decirte que para vivir se necesita un objetivo, sea el que sea. Un objetivo que
nos limita la libertad y al mismo tiempo nos la otorga en su plenitud. Porque
sin objetivo el ser humano se limita a vagar por el mundo sin esperanza
esperando una respuesta o la muerte.
La princesa dudó por un momento, pero después de unos
segundos decidió caminar. El mercenario simplemente sonrió y avanzó unos pasos
delante de ella.
-Yo misma me autoimpuse un objetivo cuando estaba en
la torre-mencionó sin dejar de caminar-. Matar a todas las personas que me habían
hecho daño en ella. Comencé a cumplirlo cuando maté a aquella vieja criada,
pero después temí convertirme en una asesina. Ahora ya no hay marcha atrás, he
matado a ese desorejado y destrozado la cara de ese cadáver. Soy una asesina
que además se ensaña con sus víctimas, acepto mi destino y las consecuencias,
aceptó el objetivo. No descansaré hasta que vea a todos los caballeros de la
corte muertos y si puedo matarlos con mis propias manos, mejor. Eso te incluye
a ti
-La venganza, el objetivo más común del ser humano y
el más peligroso, pues el vacio que queda tras cumplirlo es abismal.
-No será mayor que el que he sentido en esa torre.
-Y ¿cómo piensas cumplirlo?
-Siguiéndote. Sé que todavía nos perseguirán y sé que
entre tú y yo les mataremos. Tú me entrenarás. He cogido la ropa de esos
cazadores y la espada del caballero de los destellos. Harás de mí una guerrera
decente en estos bosques para que mi libertad no esté tan amputada. Cuando
lleguemos a nuestro destino habremos cumplido tu objetivo y el que tú me
impusiste. Después tomaré las riendas y solo quedará cumplir el mío propio,
matándote. No sé como lo haré, pero acabaré con tu vida, eso te lo juro.
El mercenario se limitó a sonreir mirando a la princesa. Ese mismo día comenzaría a entrenar a la mujer que le asesinaría.
La primera imagen pertenece al usuario de deviantart: Mariana-Vieiria: http://mariana-vieira.deviantart.com/art/Crack-of-the-door-200032681
La segunda imagen pertenece al usuario de deviantart: Ethicallychallenged: http://ethicallychallenged.deviantart.com/art/Guardian-of-the-Sunset-357679480
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